La vida está llena de historias que superan la ficción, que parecen más fruto de la imaginación que realidad. Una de esas historias es la de Sabina Chebichi, una atleta keniana que ganó su primera carrera con 12 años, descalza y ataviada con unas viejas enaguas, porque no tenía equipación deportiva. Su hazaña saltó a los medios de comunicación, que la bautizaron como la Reina de las Enaguas, cosas del sensacionalismo.
Esta atleta, perteneciente a la etnia elgeyo, nació en 1959 en Trans-Nzoia, una zona montañosa al oeste de Kenia.
Era alta, delgada, fibrosa y muy resistente: le gustaba correr y
siempre encontraba tiempo para entrenarse. Sus profesores vieron que
tenía cualidades y la inscribieron en una maratón para aficionados. Como
era pobre y no tenía medios, corrió descalza y con unas viejas enaguas
de color verde claro. Para sorpresa de todos, llegó la primera a la
meta, por delante de todas las chicas y chicos que corrían. Después de
su asombroso debut, la federación de atletismo de su país le proporcionó
un equipamiento más adecuado y participó en los Juegos de la Conmowealth en Nueva Zelanda con 14 años. En esa ocasión fue bronce en
los 800 m, con un impresionante tiempo de 2:02.61 con lo que se
convirtió en la primera mujer en ganar una medalla para Kenia en una
competición oficial. También fue quinta en 4X400 y octava en 1500 m, con
una notable marca de 4:25.8.Su gran oportunidad eran los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, pero su país, junto a la mayoría de naciones africanas, boicoteó esa competición al negarse el COI a sancionar a Nueva Zelanda por haber viajado y jugado al rugby en la Sudáfrica del apartheid. Poco después se quedó embarazada, se dedicó a su familia y su carrera quedó bruscamente interrumpida. Ahora tiene 65 años y todavía conserva las medallas que ganó.
Todavía hay quienes recuerdan a una niña de piernas largas y delgadas, en camisón, corriendo incontenible en solitario, inalcanzable, en cabeza y como una exhalación, como una visión onírica. La chica de los pies ligeros, la Princesa de las Enaguas.
Que bella historia
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