Título: Nieve Autor: Orhan Pamuk
Páginas: 528
Editorial: Debolsillo
Precio: 11,95 euros
Año de edición: 2011
El turco Orhan Pamuk, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2006, es sin duda uno de los
más reconocidos escritores de los últimos años. Su amplia obra plantea una
profunda reflexión acerca de qué es Turquía, un país a caballo entre
Europa y Asia, entre la tradición islámica y la secularización, entre la
democracia y el autoritarismo (antes militar, neoislamista ahora con el
presidente Erdogan). Así que en Pamuk, autor influido por eso que
convencionalmente conocemos como Occidente, confluyen las diferentes
tensiones que agitan a la sociedad turca y que, inevitablemente, se
reflejan en su narrativa.
Orhan Pamuk es un
enamorado de su fascinante país. Como intelectual laico, asume
que el único camino cabal para Turquía, siguiendo las huellas del
gran Kemal Atatürk, es la plena asunción de los valores de la modernidad
occidental; pero, como turco que es, entiende que más allá de leyes e
instituciones pervive una sociedad islámica, profundamente conservadora, en
donde lo nuevo no acaba de cuajar del todo y lo viejo se resiste a
morir. El resultado es una nación compleja y conflictiva, llena de contradicciones,
que a veces estallan de manera violenta.
«Nieve» (edición
original de 2001, publicada en España en 2005) es una excelente novela que pone
la lupa sobre la pequeña ciudad de Kars, en la Anatolia Oriental, histórico
cruce de culturas, religiones, guerras e imperios. Kars fue circasiana,
armenia y rusa. Desde 1920 es turca. Pamuk convierte esta ciudad
pobre y aislada en la protagonista colectiva de su libro.
Estamos a
principios de la década de los 90 del siglo XX. Un poeta turco que se
ha pasado doce años de exilio en Alemania por razones políticas
vuelve a Estambul para asistir al entierro de su madre. Retoma viejas
relaciones. Amigos, familiares, un amor de juventud. Por las calles que recorre
flotan los recuerdos. El exilio supone desconcierto. Uno ya no sabe ni de dónde
es: turco de nacimiento; europeo por vocación; exiliado en una Alemanía fría y
ajena de la que desconoce hasta el idioma. Al poeta se le despierta el gusto
por el periodismo y se va como corresponsal a la remota Kars, en donde suceden
cosas inquietantes: el alcalde ha sido asesinado, varias jóvenes se han
suicidado, los islamistas están a punto de conquistar la alcaldía. El poeta se
mete en ese avispero. Es una vuelta al pasado. A las raíces de su patria. Un
reencuentro no del todo grato.
Kars está
cubierta de nieve, con las carreteras cortadas y desgarrada por tensiones
políticas, culturales y religiosas. Es un microcosmos que funciona como
metáfora de la sociedad turca. Media docena de jóvenes religiosas se matan
porque no les dejan acceder tapadas a la escuela. El director es asesinado por
un fanático religioso delante del poeta, que huye espantado. La policía y
los servicios de inteligencia se comportan de manera brutal, como si estuvieran
en una ciudad ocupada militarmente. Nuestro poeta localiza a una compañera
que conoció durante sus años universitarios. En aquel tiempo los dos eran
jóvenes, idealistas y de izquierdas. Aspiraban a cambiar el mundo. El destino
les ha jugado una mala pasada: él es un tipo aislado, únicamente conocido por
media docena de aficionados a la poesía; ella, separada de su marido,
lleva una existencia oscura en una ciudad provinciana. Dos frustraciones y
un destino parecido. Mientras, se enconan las rencillas en Kars. Las dos
Turquías, la kemalista y la islamista, parecen llegar al borde de una guerra
civil.
La melancolía
impregna el paisaje. Nieva constantemente. La ciudad está amortajada por el
frío y el aislamiento. De vez en cuando, una gota de sangre roja cae sobre la
nieve inmaculada: es la violencia, siempre presente, aun como simple amenaza.
Los habitantes de la ciudad son pobres. La vida económica se va apagando
lentamente. Las casas son de cemento, al estilo soviético, grises y
siniestras.
El poeta pasea por
las calles heladas. Recuerda su vida. La Turquía de su juventud no se
parecía en nada a la lúgubre Kars. El padre era un abogado liberal de
Estambul. En su familia no había mujeres con pañoleta, ni rezos, ni nostalgia
alguna por el pasado otomano. Eran turcos occidentalizados. Orgullosos de
serlo. Pero la otra Turquía, la Anatolia profunda, estaba ahí. Solo que no
querían verla. Para ellos, esa Turquía era simplemente la portera, el frutero o
el vendedor de la esquina. Los pobres llevaban zuecos, barba y un rosario en la
mano. Las mujeres, pañoleta. Representaban un pasado bochornoso llamado a
desaparecer con la modernización de la sociedad. Pero en Kars ese pasado
es el presente y, quizá, el futuro. Al poeta se le plantea la necesidad de la
autocrítica. Las cuatro calles burguesas del Estambul en donde creció no eran
toda Turquía.
«Nieve» es
una novela larga y bastante densa. No llega a hacerse pesada porque Pamuk
sabe distribuir su contenido en capítulos bien cortados y atractivos
(resulta magistral el diálogo entre el profesor laico y el joven islamista que
lo va a asesinar; cuando es imposible la comunicación, la parte fanática suele
recurrir a la violencia; sin embargo, hasta el asesino puede decir cosas
interesantes). Por lo demás, el libro presenta las justas dosis de
intriga para que funcionen como una suerte de motor narrativo que invita a
seguir leyendo, adentrándonos en el laberinto de la ciudad. Pamuk crea un
ambiente aislado, remoto, helado, por momentos irreal, de un silencio blanco
onírico, verdaderamente logrado:
«No era la
pobreza ni la desesperación lo que le reconcomía de aquella manera, sino
una extraña y poderosa sensación de soledad que luego
observaría continuamente por toda la ciudad: en los escaparates
vacíos de las tiendas de fotografía, en las ventanas heladas de las repletas
casas de té donde los parados jugaban a las cartas, en las plazas
cubiertas por la nieve. Era como si aquello fuera un lugar olvidado por
todos y como si la nieve cayera silenciosamente en el fin del mundo».
En conclusión, una
novela estupenda, tanto por su brillante estilo como por los problemas que
aborda, que están mucho más cerca de nosotros de lo que parece.
Orhan Pamuk
Ferit Orhan Pamuk
(1952) es un escritor turco, ganador en 2006 del Premio Nobel de Literatura.
Nació en Estambul. Su familia de era acomodada, occidentalizada y
burguesa. Estudió arquitectura, pero acabó graduándose en el instituto de
periodismo. Con 23 años comunicó a su familia y amigos que quería ser
escritor. Se echaron las manos a la cabeza. Le llamaron ingenuo. Que no
conocía la vida. Que se iba a morir de hambre. Pamuk, ni caso. Comenzó a
escribir. Acabó por sonreírle el éxito con su estupenda novela
histórica «El astrólogo y el sultán» (1985), alabada por John Updike. Le
siguieron muchas otras. Se multiplicaron las traducciones y los premios.
Ha tenido
serios problemas con las autoridades de su país. En 2004 fue llevado a
juicio por «insultar y debilitar la identidad turca» al decir una verdad
como un templo, a saber: que en Turquía mataron a un millón de
armenios y a 30.000
kurdos. Pamuk se reafirmó en sus palabras y en 2006 le dieron carpetazo
al asunto. Pero en 2007 fue asesinado el periodista turco-armenio
Hrant Dink. Era un aviso terrible para los intelectuales liberales como él. En 2021 lo volvieron a empapelar por el terrible delito de insultar a la
madre patria. Por si las moscas, reside buena parte de su »tiempo en
Nueva York. Una frase: «Me acuerdo
perfectamente del momento en que quise ser escritor. Fue una tarde de marzo o
abril, en la primavera de 1973. Agarré un papel y un bolígrafo y me puse a
escribir. Así fue».
Publicado por Alberto.