Título: Las guerras de Artemisa Autor: Andrés Sorel
Páginas: 285 pág.
Editorial: El olivo azul
Precio: 21,95 euros
Año de edición: 2010
«Las guerras de
Artemisa» (2010) trata de un asunto incómodo, olvidado en buena medida: el
periodo más sanguinario de la guerra de Cuba, allá por 1896, cuando las
brutales políticas represivas tomadas por el general Valeriano Weyler, enviado
por Cánovas del Castillo para sofocar la insurrección nacionalista, llevaron a
la tumba a millares de cubanos (la cifra exacta de muertos es aún hoy objeto de
discusión entre los historiadores). Andrés Sorel ha escrito una crónica
novelesca bien documentada, reivindicativa, valiente, apasionada, sobre unas
atrocidades que suelen ser dejadas de lado por una cierta historiografía
acomodaticia de salón. Ya se sabe: lo que no entra en el canon académico
tradicional, nunca existió. En este caso, vaya si existió, por desgracia.
Valeriano Weyler es el
eje de la narración. Mallorquín, pequeño hasta casi la enanez, de rostro
perruno y expresión desabrida, fuerte, de mente clara y precisa, sobrio, avaro,
desastrado, cruel y mujeriego, Weyler fue uno de los militares españoles más
reputados de su tiempo. También era un tipo duro lindando con la barbarie: el
prototipo del soldado colonialista del siglo XIX. Claro que «carnicero» Weyler
fue demonizado por la prensa amarilla norteamericana que, como los buitres, ya
planeaba en círculos concéntricos por encima de la guerra de Cuba. EE. UU.
quería simplemente quedarse con la isla. Las brutalidades españolas servirían
de excusa para la intervención (o mejor, desalojo).
El feroz Weyler
aplicaba una aplastante lógica militar a todo: si los revolucionarios cubanos
reciben el apoyo de la población rural, pensaba, basta con reconcentrar a esta
gente, apartándola de los rebeldes. De esta manera se quita el agua a los
peces. Razonamiento perfecto. Así se hizo. Los campesinos fueron deportados a
zonas controladas por el ejército español. Pronto se propagó entre ellos el
hambre y las enfermedades. Los poblados de reconcentración se convirtieron en
alucinantes osarios por donde se tambaleaban figuras consumidas, auténtica
premonición de futuros horrores. Murieron decenas de miles de hombres, mujeres
y niños en lo que para algunos fue un genocidio con todas las letras. Weyler
consideraba que era una medida de guerra perfectamente legítima ya que así se
privaba de apoyo a la guerrilla. La guerra de Weyler era sucia y total. Sucia,
porque en nada se parecía a la guerra caballerosa que nos cuentan las leyendas.
Total, en la medida en que los civiles eran tratados como combatientes y
liquidados sin piedad. Se ganó la batalla, pero no la guerra. Muy poco después,
Cuba dejó de ser española.
La contrafigura de
Weyler era el periodista y escritor Manuel Ciges Aparicio. Aquel individuo de
aire triste, silencioso y apagado, de cara alargada, con anteojos, casi como un
cura laico, fue de los primeros en denunciar las atrocidades en la isla. Como
persona razonable, era partidario de la autonomía, que quitaría más apoyos a
los independentistas cubanos que la represión ciega. Ciges contó en un libro
apasionante su estancia en la isla, el odio que le tenía Weyler, cómo fue
encarcelado y salvó su vida de milagro. Pero se apuntó cuidadosamente su nombre
en la lista de enemigos. Mucho años más tarde, en 1936, siendo gobernador civil
de Ávila, fue paseado por los falangistas. Weyler había muerto en 1930, con 92
años. Las dos Españas.
«Las guerras de
Artemisa» se compone de varias voces, demostrando Andrés Sorel una gran
destreza para hilvanarlas en una narración coherente que nunca pierde el
aliento. Con notable habilidad, se combinan los monólogos de los personajes, la
narración omnisciente y el diálogo. Personas reales se convierten en personajes
novelescos sin perder su verdad (y al revés). El rigor histórico de la novela
contribuye a su calidad. No es un panfleto maniqueo de buenos o malos. Sorel se
esfuerza en entender las razones de cada uno, también las de Weyler,
condenando, eso sí, lo que no fue otra cosa que un exterminio indiscriminado de
la población civil. Que esta denuncia pueda molestar todavía a ciertas personas
es problema de ellas y de nadie más. De hecho, los excesos de Weyler fueron de
tal magnitud que el gobierno de Sagasta lo retiró de Cuba en 1897, con gran
enfado por parte del diminuto general. «Las guerras de Artemisa» es, en suma,
una sólida novela histórica que reconstruye con conocimiento de causa un
episodio bochornoso de nuestra historia. Por eso merece leerse.
Andrés Sorel
Andrés Sorel
(1937-2019) era el pseudónimo del escritor Andrés Martínez Sánchez, nacido en Segovia.
El apellido Sorel venía del Julien Sorel de Stendhal,
protagonista de «Rojo y negro». Estudió Magisterio y Filosofía y Letras.
Durante el franquismo se exilió y fue miembro del Partido Comunista de España, mientras trabajaba
en Radio España Independiente de 1962 a 1973. Manuel Fraga,
ministro de información y turismo, prohibió la publicación de sus obras en
España. Acabó saliendo del PCE e interesándose por la revolución cubana.
Como periodista, intentó crear un diario a la izquierda de El País,
pero la aventura no fructificó. Sorel
escribió medio centenar de novelas y ensayos, siempre desde una posición de
izquierdas. En su opinión, «la auténtica patria del escritor es la lengua en
que escribe». Al margen de las modas y fiel a sus ideas, Andrés Sorel
falleció a los 81 años.
Publicado por Alberto.