martes, 28 de febrero de 2023

Los mejores relatos españoles del siglo XX - José María Merino

 

Título: Los mejores relatos españoles del siglo XX                                                           Autor: José María Merino

Páginas: 237

Editorial: Alfaguara

Precio: 17 euros

Año de edición: 2012

Pues no sé si está colección de relatos reúne realmente los mejores escritos en España durante el siglo pasado, pero sí puedo asegurar que es una antología muy suculenta y  representativa. Se compone de 17 relatos, de aproximadamente 10 páginas cada uno, de otros tantos autores seleccionados entre lo más granado de la literatura española del siglo XX, ordenador por orden cronológico según la fecha de nacimiento de cada autor..

La lista de autores es impresionante: Miguel de Unamuno (1864-1936), Ramón María del Valle-Inclán (1866-1936), Pío Baroja (1872-1956), Azorín (1873-1967), Wenceslao Fernández Flórez (1885-1964), Rosa Chacel (1898-1994), Francisco Ayala (1906-2009), Max Aub (1903-1972), Camilo José Cela (1906-2002), Miguel Delibes (1920-2010), Carmen Laforet (1921-2004), Ignacio Aldecoa (1925-1969), Ana María Matute (1925-2014), Jesús Fernández Santos (1926-1988), Medardo Fraile (1925-2013), Carmen Martín Gaite (1925-2000) y Juan Benet (1927-1993).

Trece hombres y cuatro mujeres, es inevitable que haya cierto desequilibrio. Quizás se podría haber incluido a alguna dama más, sobre todo a Emilia Pardo Bazán (1851-1921), pero quizás también a Teresa de León (1903-1988) y pasando a otra época, a Soledad Puértolas (1947), Rosa Montero,(1951) y Almudena Grandes (1960-2021). En cuanto a los varones, hecho de menos especialmente a Álvaro Cunqueiro (1911-1981) y a Francisco García Pavón (1919-1989), pero también a Bernardo Atxaga (1951) y a Manuel Rivas (1957). Puede ser que haya más nombres olvidados. En el prólogo, el responsable de este compendio argumenta que Emilia Pardo Bazán le parece más del XIX que del XX, que el encargo editorial contemplaba solo 17 relatos y ha tenido que desechar muchos textos valiosos y quizás, haya aplicado ese principio de que hay que dejar pasar un poco de tiempo para valorar las creaciones adecuadamente. En cualquier caso, cualquier selección tiene algo de personal y caprichosa, y si no están todos los que son, es evidente que sí son todos los que están.

Las piezas seleccionadas no son muy conocidas y son todas espléndidas, originales, atrevidas y de mucha calidad. Hay algún toque que otro de humor, como en las de Fernández Flórez y Aub, un poco de terror y fantasía, por ejemplo en las de Valle-Inclán y Chacel, experimentalismo en las de Unamuno, Azorín, Ayala y Benet, y costumbrismo carpetovetónico en las de Cela, Matute y Fernández Santos. Todos están muy bien, mis favoritos son «Y va de cuento» de Unamuno, «Elizabide el vagabundo» de Baroja, «Yo y el ladrón» de Fernández Flórez y «El veraneo» de Laforet.

La selección de los cuentos, el acertado prólogo, la nota de introducción a cada relato y las semblanzas de los autores que se incluyen al final son obra de José María Merino.

Un libro muy recomendable, variado, entretenido y resultón, que puede servir muy bien para descansar de lecturas más largas, para disfrutar del contraste entre autores y estilos y para recordarnos a algún escritor que otro.

José María Merino (A Coruña, 1941) es un escritor gallego, hijo adoptivo de León, ciudad en la que ha vivido muchos años, y actualmente vecino de Madrid. Su padre, un abogado leonés, era claramente republicano y durante la guerra civil huyó con la familia y se escondió en Galicia. Pasada la guerra, todos volvieron a León.

José María se leyó de niño la biblioteca de su padre y empezó muy joven a escribir poesía. Estudió Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, entró a trabajar como funcionario en el Ministerio de Cultura y estuvo colaborando en varios proyectos de la Unesco en Hispanoamérica.

Mientras, se dedicó a publicar novelas y en 1996 dejó el ministerio para dedicarse a tiempo completo a escribir. Ha escrito diez novelas, doce volúmenes de cuentos, novelas cortas, ensayos, literatura juvenil y memorias. Es académico de la lengua desde el 2008 y doctor honoris causa por la Universidad de León. Ha ganado una larga lista de premios, entre los que destacan el Premio de la Crítica (1986), el Premio Nacional de Narrativa (2013) y el Premio Nacional de las Letras (2021).

José María Merino

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

lunes, 27 de febrero de 2023

Ellas hablan - Miriam Toews


Título: Ellas hablan                                                                                                          Autora: Miriam Toews

Páginas: 196

Editorial: Sexto piso

Precio: 17,57 euros

Año de edición: 2020

¿Cómo se gesta una rebelión en una parte de los miembros de una comunidad? Comienza por las palabras. Lo primero es la conciencia de la situación, después darle nombre —lo que no se nombra no existe, decía el famoso filósofo y crítico literario George Steiner, fallecido hace tres años— y por último, llega la acción.

Es la secuencia que se da entre las mujeres de una comunidad menonita denominada Manitoba instalada en Bolivia desde 1873 proveniente de Ucrania, cuando era parte de Rusia. Se descubrió que, durante cuatro años, del 2005 al 2009, las mujeres, con independencia de su edad y situación civil, fueron drogadas y luego violadas sistemáticamente por ocho individuos de la comunidad con la aquiescencia y colaboración directa o indirecta del resto de hombres. Situación terrible que soportaron porque era tal su dependencia de los varones, porque ellos así lo imponían en una lectura «libre» de la Biblia, que ni siquiera eran capaces de saber realmente cuál era su situación. Aisladas del mundo, analfabetas porque así lo querían sus dominadores, estaban sometidas a sus arbitrariedades y tratadas como animales, en resumen, esclavizadas.

El planteamiento literario es eficaz y curioso. Será un hombre el que nos haga llegar sus palabras. Como no podía ser de otra manera, es un excluido de esa sociedad de la que marchó de niño con sus padres, excomulgados porque eran progresistas, y a donde volvió ya adulto creyendo que allí encontraría un hogar porque era donde estaban sus raíces y donde había pasado los mejores años de su vida. Ese joven, August, ejerce de maestro de los niños (las niñas no tienen derecho a aprender ni siquiera a leer) a pesar de la oposición del obispo, pues no hay otro disponible. Él será el elegido por las mujeres y encargado de levantar acta de todo lo que digan en las conversaciones que tienen las ocho que se reúnen durante dos días.

Las mujeres debaten acerca del dolor, la incertidumbre, el deber tal como se lo han hecho concebir, la religión y sus mandatos para la consecución del cielo —objetivo fundamental de los menonitas— y se debaten entre continuar en la situación de obediencia ciega o el otro extremo de marchar sin saber dónde ya que no saben qué hay más allá de los confines de su territorio y  ni siquiera conocen otro idioma que el suyo, un alemán arcaico que no habla nadie más, además de perder la gracia divina y la posibilidad de entrar en el cielo. Enseguida comprenden que nunca podrán ni tan solo mejorar un poco su situación buscando la complicidad de los hombres, a los que, en primer lugar, deberían perdonar según les exige su obispo, que siempre ha estado al tanto de las violaciones, y es lo que les aconseja. El libro refleja muy bien los argumentos a favor y en contra que van surgiendo en una danza de dudas, progresión y regresión a los puntos de partida y vuelta a los últimos esgrimidos. Reflexiones, las de todas, mayores y más jóvenes, embarazadas o con bebés como consecuencia de las violaciones, que se mezclan y les producen un tiovivo de sentimientos y emociones.

Al final, también se nos cuenta la vida del relator, que él mismo va introduciendo en el acta, a veces pretendidamente exacta y, a veces, sintetizada.

La autora, impactada por las noticias publicadas por los medios de comunicación sobre este suceso verídico, se ha basado en una búsqueda exhaustiva de más información, además de su propio conocimiento por haber nacido y pertenecido a un grupo menonita hasta que escapó, a los 18 años. No quiso escribir un ensayo, que es su medio de comunicación habitual, sino que prefirió ficcionar la realidad, única manera en ocasiones de soportarla.

Una buena novela que nos toca de lleno allá donde se producen las emociones.

Miriam Toews

Miriam Toews (Canadá, 1964), segunda hija de padres menonitas, es descendiente directa de uno de los primeros colonos de Steinbach, Klaas R. Reimer (1837-1906), que llegó a Manitoba en 1874 desde Ucrania. Su hermana se suicidó en 2010, al igual que lo hiciera antes su padre, lo que fue objeto de una novela que escribió en 2014 y acaba de ser editada por Sexto piso, traducida, como la que se reseña, por Julia Osuna, «Pequeñas desgracias sin importancia». Licenciada en Estudios Cinematográficos y en Periodismo, es autora de ocho libros por los que ha recibido más de diez premios. La película basada en esta novela, de reciente estreno, y que lleva el mismo nombre, fue dirigida por Sarah Polley y protagonizada por la estupenda Frances McDormand. Es candidata a los Oscar a la Mejor Película y Mejor Guion Adaptado. La veremos.

Publicado por Paloma Martínez.

domingo, 26 de febrero de 2023

Olympe de Gouges, la feminista guillotinada por Robespierre

 

Olympe de Gouges

¿La Revolución Francesa tuvo en cuenta los derechos de la mujer? ¿La egalité se extendía también a los dos sexos? ¿Las féminas eran ciudadanas igual que los hombres eran ciudadanos? Pues parece que la respuesta a esas preguntas es un rotundo no. Porque no solo la nueva sociedad que se construyó se olvidó de incluir a las mujeres como ciudadanas de primera,como ha pasado siempre, sino que hubo un importante movimiento en defensa de la liberación de la mujer que fue brutalmente sofocado y su líder más destacada y combatiente, Olympe de Gourges, guillotinada por sus ideas.
 
Marie Gouze (Montauban, 1748-1793) fue una escritora, dramaturga y política francesa, más conocida por su seudónimo, Olympe de Gouges. Hija de un carnicero y una comerciante de telas, nació en una capital de departamento del sur de Francia. A los 17 años, sus padres la casaron con un hombre diez años mayor que ella y al poco tiempo quedó viuda, con un hijo y desencantada del matrimonio, al que llamaba «la tumba de la confianza y el amor». No se volvió a casar.
 
A los 22 años se instaló en París con su hijo, para darle una buena educación, inició una carrera como autora de obras de teatro y se codeó con la élite intelectual francesa. Fundó una compañía teatral itinerante y escribió a lo largo de su vida, 17 obras de teatro, la mayoría estrenadas con bastante éxito. Su obra más famosa es «La esclavitud de los negros» (1792), que le valió la enemistad de la corte, ya que la mitad de los nobles se había enriquecido con el tráfico de esclavos. Fue encarcelada en La Bastilla, peros sus amigos consiguieron su libertad.
 
Muy activa en política, defendió la separación de poderes, estaba en contra de la pena de muerte, apoyó encantada la Revolución Francesa de 1789, tomó partido por los girondinos moderados, federalistas y opuestos a los jacobinos, centralistas y radicales denunció el peligro de establecer una dictadura de terror y criticó duramente las políticas de Robespierre y Marat. Al caer en desgracia los girondinos, fue detenida y juzgada por defender el federalismo. No le permitieron tener un abogado, se defendió a sí misma, fue condenada rápidamente y al día siguiente, guillotinada por sus ideas.
 
En 1791 redactó su famosa «Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana», compuesta de 17 artículos, que comienza diciendo:  «Hombre, ¿Eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta». Y acababa de esta manera: «Oh, mujeres! ¡Mujeres! ¿Cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la revolución? Un desprecio más marcado, un desdén más visible».
 
Reclamaba un trato igualitario hacia las mujeres en todos los ámbitos de la vida, tanto públicos como privados: derecho al voto y a la propiedad privada, poder participar en la educación y en el ejército, ejercer cargos públicos, divorciarse y llegó incluso a pedir la igualdad de poder en la familia y en la Iglesia. «Si la mujer puede subir al cadalso, también se le debería reconocer el derecho de poder subir a la Tribuna» dejó escrito. Solo algunas de sus demandas fueron atendidas, pero bastantes años después de su muerte. Los hombres revolucionarios no compartían sus ideas, ni siquiera los más radicales. Parece que en su juicio pesaron demasiadas cosas en su contra más allá de ser girondina, como su oposición a la ejecución de Luis XVI y sus incómodas ideas.

Portada de la declaración de los derechos de la mujer (1791)

Publicado por Antonio F. Rodríguez.