Título: Paracuellos. Una verdad incómoda Autor: Julius Ruiz
Páginas: 469 pág.
Editorial: Espasa
Precio: 19,90 euros
Año de edición: 2015
Como sabemos, la Guerra Civil española
terminó el 1 de abril de 1939, pero prosigue sobre el papel, tal es la cantidad
de libros que se han venido publicando sobre esos luctuosos sucesos
desde el mismo estallido del conflicto. Claro que cantidad no
equivale a calidad. Existen sobre la guerra estudios sesudos de profesionales
competentes, buenos trabajos divulgativos y verdadera porquería que nada
aporta sobre el particular, excepto emborronar e intentar
enredar en el presente utilizando los desastres del pasado.
Últimamente, se ha
puesto de moda hablar de historiografía «revisionista», que al parecer daría
una interpretación sobre la Segunda República y la Guerra Civil
más cercana a los intereses de la actual derecha liberal conservadora (o
sea: el PP
y aledaños), frente a los historiadores de izquierdas. En realidad, la
investigación histórica es revisionista por definición, porque
cualquier generación interroga de manera distinta al pasado. La Guerra Civil
es de esos pasados que no quieren pasar y su recuerdo sirve de
catalizador para algunos rifirrafes del presente. Lo mismo sucede en otros
países respecto a acontecimientos históricos como la Segunda Guerra Mundial,
el esclavismo, el estalinismo o la Revolución Francesa. Nada nuevo bajo el
sol.
En España lo
que enciende las pasiones y desencadena las polémicas son los crímenes
cometidos durante la Guerra Civil y la interminable dictadura franquista. Sobre
esto, no hay acuerdo que valga, y todos se lanzan los muertos a la
cabeza con una constancia digna de mucha mejor causa. Dentro de las
escabechinas de la guerra destaca una que ha desatado ríos de tinta: los
asesinatos en masa en Paracuellos del Jarama en 1936. Sobre estos
asesinatos se han escrito algunos estudios serios y bastante hojarasca
propagandística.
Los hechos, expuestos
de manera desnuda y objetiva, fueron los siguientes: entre el 7 de
noviembre y el 3 de diciembre de 1936, varios miles de presos de
derechas encerrados en las cárceles madrileñas fueron sacados de sus
celdas para ser trasladados fuera de la ciudad, que podía caer de un
momento a otro en manos del ejército franquista. De esas 33 sacas, 23 acabaron
con el asesinato colectivo de todos sus integrantes. Se los mató a tiros y
enterró en grandes fosas comunes en el municipio de Paracuellos del Jarama
y en una ocasión en Torrejón de Ardoz. Fueron asesinadas unas 2500
personas en total.
Pues bien, de explicar
con rigor el origen, desarrollo, conclusión y repercusión
a posteriori de estos crímenes se ocupa el libro «Paracuellos.
Una verdad incómoda» (2015) del historiador británico de origen español Julius Ruiz.
En este libro no se encontrarán por fortuna monsergas ni palabrería, sino un
análisis riguroso y neutral de unos acontecimientos terribles. En los
asesinatos de Paracuellos
no hubo desorden ni espontaneidad, sino un cálculo frío, aunque en ocasiones
disparatado, y una logística puesta al servicio de la represión masiva.
Fueron los organismos policiales de la capital asediada quienes
seleccionaron a los presos y eventualmente los liquidaron.
Naturalmente, el
contexto es ineludible para explicar, nunca justificar, lo que sucedió. En
noviembre de 1936 las tropas franquistas se acercaban a Madrid.
Arreciaban sobre la ciudad los bombardeos. Existía un clima generalizando de
paranoia. Además, dentro de la capital actuaban redes clandestinas de
simpatizantes de Franco, la llamada quinta columna, aunque Julius Ruiz
cree que el término es de posible procedencia comunista y no fue acuñado, como
generalmente se piensa, por el general Mola. Sea como sea, se fue abriendo
camino la idea de eliminar sin contemplaciones a los traidores y emboscados
en la retaguardia. A principios de noviembre, y de esto existen evidencias
documentales exhumadas por el periodista Jorge Martínez Reverte, ya se
estaba clasificando a los presos: «Fascistas y elementos peligrosos.
Ejecución inmediata, cubriendo la responsabilidad».
Dicho y hecho. A los «fascistas
y elementos peligrosos» los montaron en autobuses urbanos de dos pisos
(como los de Londres)
y los mandaron derechos a Paracuellos. Julius Ruiz considera que entre los responsables
había comunistas y no comunistas. También desestima que hubieran contado
con el asesoramiento de la policía política soviética. No: aquella
fue una violencia ejercida por españoles contra otros españoles.
Hay que decir que el
gobierno republicano de Largo Caballero estaba camino de Valencia cuando
empezaron las ejecuciones. No ordenó los crímenes. Su responsabilidad fue
más bien por omisión y encubrimiento. En ausencia del gobierno, en Madrid funcionaba
una Junta de Defensa presidida por el general Miaja. Su responsabilidad es más
directa. Julius
Ruiz es claro: «Los verdaderos autores de los
asesinatos de Paracuellos —los líderes del Comité Provincial
de Investigación Pública (CPIP), el mortífero tribunal revolucionario del
Frente Popular creado por el director general de Seguridad en agosto de 1936—
aplicaron ya medidas de profilaxis mucho antes de la llegada de los
agentes de la NKVD a la España republicana». A esto se le llama terror
burocrático sin necesidad de inspiraciones moscovitas.
Sobre la tan
discutida responsabilidad de Santiago Carrillo, un joven comunista de 21
años que dirigía la Consejería de Orden Público en el Madrid asediado
dijo: «El joven dirigente (...) no ordenó la atrocidad, pero facilitó el
necesario apoyo logístico y político para que se cometiera. Lo mismo puede
decirse de otros miembros de la Junta de Defensa de Miaja (...) al final,
Francisco Largo Caballero solo detuvo las ejecuciones por las
intensas presiones internas e internacionales». Esto quiere decir que
finalmente se aceptaron a regañadientes los esfuerzos del ministro Manuel de Irujo,
nacionalista vasco, y de Melchor Rodríguez, anarquista de buen corazón,
para poner fin a lo que era, según Julius Ruiz, «un ejercicio de gangsterismo a
escala masiva». Stalin tomó buena nota de lo ocurrido. Franco,
también. Muchos responsables de Paracuellos fueron ejecutados tras la Guerra Civil
por otro brutal aparato de represión.
En definitiva: «Paracuellos (...)
fue la operación de asesinato en masa más moderna de aquella guerra. Siguiendo
un método burocrático (y arbitrario) de selección de víctimas, los
perpetradores emplearon un sistema de transporte motorizado hasta campos
de ejecución y enterramiento previamente acondicionados». Un
libro excelente (claro, bien escrito, carente de retórica, sin fastidiosas
intromisiones ideológicas) sobre una de las peores salvajadas de la Guerra Civil.
Julius Ruiz
Julius Ruiz
(1973) es un historiador e hispanista británico, profesor de Historia en
la Universidad de
Edimburgo (Escocia). Los padres de Julius eran
españoles. Se graduó en historia por la Universidad de Swansea e hizo el doctorado
en Oxford.
Ha publicado diversos estudios sobre las represiones republicana y
franquista. Para el catedrático Fernando del Rey, Julius Ruiz
es una «referencia obligada para los estudiosos de la represión y la
violencia durante la Guerra Civil y el primer franquismo».
Publicado por Alberto.