Título: Árbol del olvido Autor: Nancy Huston
Páginas: 272 pág.
Editorial: Galaxia Gutenberg
Precio: 20,90 euros
Año de edición: 2022
El olvido como necesidad para poder continuar viviendo. Es lo que acaba entendiendo la joven protagonista cuando descubre el ritual de sus ancestros. La diferencia es que ellos dejaron los recuerdos buenos para que no les dolieran y ella tiene que dejar su dolor, su rabia y sus pesares para descubrir la vida y todas sus bondades.
Nancy Huston nos habla de gente corriente, con sus traumas latentes a cuestas o con sus traumas sangrantes, de su repercusión en la conformación personal, de su expresión, a veces controlada y otras explosiva. Nos habla de la identidad, en suma y de su compleja construcción, pero también del desarraigo en un país, Estados Unidos, donde quien más quien menos tiene unos orígenes, aun relativamente cercanos, europeos o africanos. Nos habla de la tragedia de ser y sentirse diferente en una sociedad que busca la uniformidad y concordancia con estereotipos que no cumplen los mestizos, amén de los negros, a quienes se les hace saber por medio del rechazo. Nos habla de las mujeres violentadas en la infancia y sus consecuencias, de la imposibilidad de olvidar, también del desarraigo de las primeras generaciones de migrantes y la dura adaptación de las siguientes.
Todos estos temas tan fuertes, que podrían provocar rechazo inmediato y dejar el libro antes de comenzarlo, están tratados con enorme delicadeza y respeto al lector que, sin dejar de ser muy consciente de la dureza de lo que lee, no se siente angustiado por ello, más bien al contrario, y el querer saber le impulsa a continuar.
A la lectura ágil ayuda la concisión en el lenguaje, el cuidado en tratar los temas huyendo del excesivo dramatismo y la estructura de la novela en capítulos muy cortos que alternan los diferentes lugares y fechas donde viven los tres personajes más relevantes: Shayna, la protagonista, su padre Joel, y su madre Lily Rose de quienes conocemos sus duras infancias y genealogía que explican cómo son, su complejidad —sin ser extraordinarios— pues, como se dice, todas las familias guardan dramas y todas las personas han pasado por alguno.
El ambiente de fondo va variando desde 1945 hasta 2015 y pasa por algunos momentos decisivos en la construcción del país como son la guerra de Vietnam, la guerra de Irak y la guerra del Golfo, así como los movimientos reivindicativos de la población negra.
Encontramos tres generaciones, la primera correspondiente a los abuelos de la protagonista, judíos polacos desarraigados, inmigrantes huyendo de una Europa en guerra que los masacra y que en su nueva vida no quieren olvidar, mientras se aferran a su cultura y religión. La segunda generación, ya estadounidense, encarnada por los padres de Shayna, en los que ha desaparecido el sentimiento religioso, pero en honor a los padres mantienen ciertos rituales culturales; gente con carreras, gente refinada que necesita perpetuarse en sus hijos y que al no poder concebir, tienen una hija a través de una mujer negra que asume ser madre gestante para ellos. Una generación, la intermedia, que vive el cambio del papel de la mujer —ya se está en el segundo y potente movimiento feminista— que accede a la universidad y a puestos de trabajo relevantes en la sociedad, planteando en ocasiones su oposición a la maternidad, que puede vivirse no solo como alegría sino también como angustia. La tercera generación, Shayna, mestiza, en franca rivalidad con su madre y en búsqueda de sus orígenes.
Una originalidad de la novela es la utilización de las tres voces narrativas: la tercera persona de una narradora omnisciente indeterminada (es curioso porque al leer se identifica con una narradora, no un narrador, lo que hace suponer mucho de autoficción); la primera persona y una escritura en mayúsculas —los gritos de cólera y dolor— del diario de Shayna, y una segunda persona que es una voz interior de la propia Shayna que se habla, se enfada y se enrabia con ella misma, una voz que es ella, pero que le habla desde una cierta distancia, que la interpela y la juzga duramente. Por cierto, una curiosidad es que, consciente de su confusión mental, en uno de esos monólogos compara su situación con los Caprichos de Goya.
A lo largo de todo el libro, la autora nos hace ver su amor por la literatura que se muestra ya sea por el cuidado y delicadeza de su escritura, ya sea por la pasión de la protagonista que desde muy pequeña encuentra refugio a su soledad —al igual que su madre— en las novelas, o ya sea por las referencias a lecturas importantes.
El libro está traducido de forma muy cuidada por el también laureado escritor Antonio Soler, que ya trabajó en la traducción del reputado ensayo «Labios de piedra», una biografía de Pol Pot, y antes en «Vosotras bellas, vosotros fuertes», de la misma autora.
Una muy interesante lectura que se acaba antes de lo que imaginamos al comenzarla, por la gran agilidad que posee y la tensión que la autora sabe transmitir con un dominio total de su oficio.
Nancy Huston (Calgary, 1953) es una lingüista, periodista, novelista, ensayista, guionista, traductora y música (toca la flauta, el clavecín y el piano) canadiense. Es una mujer inquieta que a través de su abundante obra trata una serie de temas recurrentes porque son los que le preocupan por problemáticos, difíciles y porque algunos de ellos han marcado su vida: la mujer —es una activista del feminismo—, los abusos a las mujeres, la emigración, la identidad, las diversas lenguas coexistiendo en una persona y en algunas culturas.
En este blog recientemente John Smith ha reseñado «Marcas de nacimiento» novela por la que la escritora obtuvo el Premio Femina y que, como él mismo nos contaba, habla de las raíces y de la fuerza de lo vivido en la infancia para determinar la personalidad adulta, algo que aparece también en la novela que se reseña.
Publicado por Paloma Martínez.
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