Título: Underground Autor: Haruki Murakami
Páginas: 560
Editorial: Tusquets
Precio: 12,95 euros
Año de edición: 2015
En marzo de 1995 unos terroristas inundaron de gas sarín el metro de Tokio. Miles de personas resultaron intoxicadas y trece fallecieron. Después del terremoto de Kobe, Japón recibió ese segundo mazazo. Quedó en evidencia la vulnerabilidad de una sociedad pacífica. La economía japonesa tampoco marchaba bien después de unas décadas de crecimiento prodigioso. Cuando el desastre se fue aclarando llegó la hora de buscar a los culpables. Pertenecían a la secta apocalíptica de AumShinrikyo, fundada en 1987 por el gurú medio ciego Shoko Asahara, adorado como un mesías por sus adeptos. Gente rara, vigilada por la policía y con objetivos confusos.
El discutido novelista japonés Haruki Murakami decidió entender el porqué de este atentado. Para ello entrevistó a docenas de supervivientes y a varios adeptos de la secta responsable de la burrada. El resultado fue este fascinante Underground (2015, edición original de 1997). Murakami advierte lúcidamente que una cosa es la responsabilidad legal de los criminales (que acabaron siendo colgados con su líder, Shoko Asahara y otra, comprender las razones o sinrazones de unos fanáticos que, después de todo, eran tan japoneses como sus víctimas. No eran locos ni extraterrestres, sino individuos (algunos con formación académica) que decían comportarse de acuerdo con un riguroso código moral de perfeccionamiento espiritual. Entender sin justificar siempre es más arriesgado que condenar sin más. También los malos creen actuar en nombre del bien.
Las personas que sufrieron el ataque tóxico una tranquila mañana de marzo eran gente normal y corriente, de la calle, como usted y como yo. Como todos los días, iban a trabajar en metro. Encontraron un infierno bajo tierra. Eran funcionarios, técnicos, secretarias, empleados de imprenta, programadores informáticos, hombres de negocios o comerciantes. Empezaron de repente a sentirse mal. Se les nublaba la vista. No dejaban de toser. Algunos se desmayaron en los trenes, los andenes o las escaleras mecánicas. Hubo casos de ataques epilépticos. Al principio la gente carraspeaba, abría una ventana del vagón o cambiaba de sitio. No tardó en desatarse el pánico. Un pánico relativo tratándose de una sociedad como la japonesa en donde cada cosa debe estar en orden. El centro de Tokio se colapsó. Los hospitales se llenaron de miles de afectados. Nadie entendía nada. Se hablaba de bombas. Desconcierto total.
La muerte se escondía en unas sencillas cajas cubiertas de papel de periódico. Los terroristas las agujerearon con la punta de un paraguas. Salió una sustancia blanquecina, de aspecto inofensivo, que se extendió por la red del metropolitano. Era el terrible gas sarín. Los empleados del metro lo limpiaron con una fregona, como si tal cosa. No sabían lo que era. El gas sarín se pega a la ropa, el pelo y se expande rápidamente. Un ataque tan absurdo y asesino resultaba impensable.
Las entrevistas de Murakami permiten entender algunos aspectos de la sociedad japonesa. Una reacción de casi todos los entrevistados fue intentar llegar al trabajo como fuera. Estaban más preocupados por el retraso que por su salud, aunque tampoco se imaginaban que los habían rociado con gas venenoso. Quienes no cayeron redondos al suelo llegaron a sus trabajos a trancas y barrancas. Desde allí, con la vista nublada y terribles dolores de cabeza, cuando ya no podían más, acabaron por ir al hospital. Pero su instinto les llevaba a la mesa de trabajo y no al médico. Otro dato interesante es que esas personas hacen jornadas laborales larguísimas, se levantan muy temprano, los viajes en metro pueden durar hasta dos horas y suelen llegar al trabajo una hora antes del horario oficial. Una sociedad gregaria, conformista y laboriosa es la receta del éxito japonés. No todos están de acuerdo con ese plan de vida.
Murakami también habló con personas que pasaron por la secta de Aum. Rechazan el atentado. Insisten no obstante en que, si formaron parte de este grupo religioso, no fue por deseo de hacer daño a nadie sino por una carencia de espiritualidad. Para ellas los valores de la sociedad secular son negativos. Por esa razón apostaron por un colectivo aparte, basado en una estrecha comunión entre sus miembros, el misticismo, la vida austera y una gran devoción al gurú ciego. Advirtieron que a medida que pasaba el tiempo el rigor de la secta aumentaba e incluía crueles castigos con aquellos que desobedecían las reglas. Se trataba de un grupo destructivo de la conciencia individual y potencialmente peligroso. Al principio no se vio de esta manera. Ni lo vieron las autoridades ni lo vieron sus miembros.
Un libro, en definitiva, de gran interés para entender la sociedad japonesa y la mentalidad de sus gentes. Y es que las reglas sociales niponas no son aceptadas por determinadas personas que buscan un camino de perfección espiritual. Esto último es altamente respetable. No todos tienen la obligación de ajustar sus vidas a normas convencionales que tantas veces han demostrado ser estrechas y alienantes. El problema, como indica Murakami, es que las preguntas de los miembros de Aum tuvieron la peor respuesta posible por parte de Shoko Asahara. Su terapia llevó al aislamiento, al fanatismo y finalmente al crimen. Underground es un libro para leer y pensar. Recomendado.
Haruki Murakami (1949) es un escritor japonés nacido en Kioto. Murakami es un apellido habitual entre los descendientes de los clanes de samuráis. Su familia era culta. Estudió literatura griega en la Universidad de Waseda. Durante ciertotiempo, regentó un bar de jazz llamado El gato Pedro. También fue traductor. Murakami está casado y no tiene hijos.
Su literatura está influida por la tradición occidental, en especial por autores posmodernos como Kurt Vonnegut o Richard Brautigan. Vivió varios años en los EE. UU.. Sus cuentos y novelas lo han hecho muy popular tanto en Japón como en el resto del mundo. Es candidato habitual al Premio Nobel. En general, se discute sobre la calidad de su obra, aunque es innegable su capacidad para mostrar los entresijos de la sociedad japonesa en obras fantásticas de gran fuerza imaginativa.