martes, 31 de enero de 2023

Kafka y la muñeca viajera - Jordi Serra i Fabra

 

Título: Kafka y la muñeca viajera                                                                                      Autor: Jordi Serra i Fabra

Páginas: 152 pág.

Editorial: Siruela

Precio: 12,30 euros 

Año de edición: 2018

Hay algunas narraciones, supuestamente infantiles o juveniles, que tienen tanta magia, tanta literatura que resultan apropiadas y recomendables para lectores de todas las edades. Es el caso de textos como, por ejemplo, «El principito», «Alicia en al país de las maravillas», «Los viajes de Gulliver», «El libro de la selva»... y también el texto que nos ocupa. Se trata de una novela corta, de 93 páginas netas, casi un cuento largo, basado en una historia real, desvelada por el el novelista argentino César Aira (Coronel Pringles, 1948) en un artículo publicado en 2004. 

En 1923 y un año antes de morir de tuberculosis, un Franz Kafka de 40 años encontró paseando en el parque Steglitz de Berlín a una niña que lloraba porque había perdido a su querida muñeca. Para consolarla, al escritor se le ocurrió decirle que su muñeca no se había perdido, sino que se había tenido que ir precipitadamente de viaje y que le enviaría cartas para contarle sus aventuras. Kafka estuvo escribiendo las supuestas epístolas durante cierto tiempo y se las llevaba cada día a su nueva amiguita al parque. Esas cartas se han buscado, se han hecho multitud de pesquisas, se han puesto anuncios en los medios de comunicación y nada, no han aparecido.

La historia es muy bonita y Jordi Serra se atreve a continuarla hasta el final, con amenidad y mucho acierto. Hay frases estupendas, como esta sobre idealistas y materialistas, de especial actualidad: «Los poetas levantan castillos en el aire, los locos los habitan, y alguien, en la vida real, cobra el alquiler».

El resultado es un cuento encantador, muy bien resuelto y mejor rematado con un desenlace redondo, embellecido con hallazgos expresivos notables y detalles muy oportunos. Un relato estupendo, un reto que el autor solventa con brillantez. No creo que se pueda hacer mejor. 

Un relato delicioso, escrito con un estilo pulcro y redondo, muy apropiado para todo tipo de lectores. Porque de vez en cuando, es bueno leerle un cuento al niño que todos llevamos dentro. Una maravilla, no os la perdáis.

El texto está acompañado de un breve y brillante prólogo del escritor Gustavo Martín Garzo (Valladolid, 1948), que nos introduce en las claves y temas del relato. Un primer acercamiento muy apropiado que pone la narración en contexto. Al final y como complemento, hay una serie de actividades de lectura activa para escolares preparadas por Pablo Martínez Sarrión.

Franz Kafka

Jordi Serrra i Fabra (Barcelona, 1947) es un escritor español muy prolífico, que ha publicado 500 títulos de literatura juvenil, biografía, ensayo y novela para adultos, con gran éxito y buenas cifras de ventas. Ha obtenido innumerables premios, entre otros el Premio Cervantes chico y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Nacido en una familia muy pobre, él mismo dice que leer le salvó la vida, y fue un lector omnívoro y voraz desde su más tierna infancia. Era tartamudo y superó el aislamiento que eso le producía leyendo y escribiendo. Siempre quiso ser escritor, «No tenía plan B» ha confesado. A los ocho años atravesó por accidente una puerta de cristal, lo que casi le cuesta la vida.  A los diez años comenzó a escribir novelas de 100 páginas y a los doce tenía ya más una de más de 500, titulada «Memorias de perro», que permanece inédita. Fue víctima de un violento caso de acoso escolar, la policía le retiró el pasaporte por publicar en una revista clandestina y sobornó a un militar para librarse de la mili. 
 
A los 17 años comenzó a trabajar en la construcción y a estudiar por la noche para ser aparejador. En eso años aprendió inglés escuchando en radio rock y comprándose discos. Estuvo enviando cartas de 20 folios todas las semanas al programa El Gran Musical de La Cadena SER y, finalmente, consiguió que le encargasen hacer una revista musical a los 21 años. Fue crítico musical en varios medios, dirigió la revista Disco Exprés y a los 25 años publicó su primer libro, titulado «1962-72 Historia de la Música Pop», con gran éxito. Colaboró y dirigió varias revistas musicales.
 
A los 31 años fue finalista del Premio Planeta, a los 32 consiguió el premio Ateneo de Sevilla y a los 36, en 1981, ganó el Premio Gran Angular de literatura juvenil, que repetiría los años 1983 y 1991. Su obra ha sido traducida a multitud de idiomas y es el autor vivo más leído en los colegios españoles.

Jordi Serra i Fabra

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

lunes, 30 de enero de 2023

Madera de boj - Camilo José Cela

 

Título: Madera de boj                                                                                                         Autor: Camilo José Cela

Páginas: 323 pág.

Editorial: Espasa Calpe

Precio: 4 euros 

Año de edición: 1999

Pocos años antes de fallecer, Camilo José Cela publicó su última gran novela: «Madera de boj» (1999). Don Camilo fue un gallego de rompe y rasga. Su libro postrero es un hermoso homenaje a la costa escarpada en donde creía el romano que se acababa el mundo: finis terrae, Finisterre. La Costa da Morte es la protagonista. Cela no temía experimentar. Fue un escritor radical que cambió el curso de la narrativa española. 

«Madera de boj» no es una novela tradicional. No existe protagonista, ni tampoco una trama que se pueda seguir de una manera inteligible. El lector tiene que asumir que está en el terreno de la fabulación pura. El aparente desorden de la novela se va poco a poco articulando a medida que avanzan sus páginas. 

Estamos en el fin del mundo, azotado por el Atlántico, el mar tenebroso de los antiguos. Pequeños pueblos con hermosos nombres jalonan la costa. Es la Galicia mágica y mítica. Un mundo indefinido de resucitados, meigas, santos, conjuros, monstruos, la Santa Compaña, lobisomes o curanderos. La narración es fragmentaria. Se agita como las olas del océano. En esta obra, cada historia, anécdota o personaje es una ola que aparece, desaparece y vuelve a aparecer. Pero el mar es siempre idéntico a sí mismo. En su eterno vaivén se asemeja a un Dios satisfecho de su propia perfección. «¡Abierto en mil heridas, cada instante,/¡Qué plenitud de soledad, mar solo!», escribió Juan Ramón Jiménez. El mar uno y múltiple rebosa dentro de su totalidad. Es eterno e insondable. También peligroso: muerde la tierra y se lleva a los hombres. 

Como el mar, «Madera de boj» supone un permanente flujo y reflujo. Las cosas vuelven, como en un ritornello que nunca se acaba, porque en verdad están fuera del tiempo. El libro acaba adquiriendo el ritmo hipnótico de una letanía repetida una y otra vez. El sonido del mar es la voz ahogada de los muertos. 

La madera de boj es dura y amarillenta. Muy codiciada para hacer toda clase de utensilios. La palabra brújula viene del italiano bossolo que a su vez proviene de boj. Los marinos conocen bien este árbol que nunca pierde sus hojas. Perenne como el mar.  

Cela era pesimista. La frustración es el destino del hombre. También la muerte. En la Costa da Morte (auténtica metáfora de la vida humana cuando se vislumbra su acabamiento) se repiten los naufragios. Sin embargo, cabe cierta esperanza: los náufragos resucitan transformándose en seres alucinantes que constituyen un bello ejemplo de realismo mágico a la gallega. La intensidad de sus imágenes proporciona a la novela una notable calidad lírica (¿una novela poética?, ¿un poema en prosa?). En ella no existe el tiempo con su cronología lineal. Las criaturas del aire o de las profundidades conviven con los hombres. La maravilla es consecuencia de la libertad imaginativa. Una imaginación precisa y metódica como la de un monje copista del medievo. En definitiva, estamos en los dominios del mito. Un ser mitológico que quizá ayude a entender «Madera de boj» es el uróboros, la serpiente que se muerde la cola formando un círculo perfecto. El uróboros simboliza el ciclo eterno de las cosas. 

Este texto tiene su lógica. Escuchamos el rumor de innumerables voces en una polifonía magistralmente orquestada al igual que oímos lejanamente el ruido del mar. Los hombres nacen y mueren como las olas. Lo que ha existido una vez nunca desaparece del todo. Es el eterno retorno (Cela fue un gran lector de Nietzsche). La vida gallega tradicional es mágica. Los linderos entre el sueño y la realidad se difuminan al igual que una fraga cubierta por la niebla. Reina la superstición. Un hilo de oro mágico une las regiones célticas de Galicia, Bretaña y Cornualles.

En «Madera de boj», don Camilo no renuncia a su sentido del humor escatológico. El sexo es omnipresente. Las comilonas (el libro es casi un recetario de gastronomía gallega) alternan con el crimen y la muerte. Los milagros de los santos están hechos de la más cruda realidad material (tacos incluidos). En las sociedades tradicionales la magia se asienta en lo prosaico. La vida se funde con lo maravilloso. Lo fantástico es real. 

A lo largo de esta estructura fragmentada, coral y repetitiva, Cela introduce sabiamente diálogos de cuidada intención irónica, que permiten un cierto distanciamiento respecto del aluvión narrativo que se nos propone. Las sentencias fulgurantes demuestran su capacidad para el aforismo; ejemplo: «la fama barre a la soledad, pero también la alimenta». Los refranes en gallego subrayan el fondo intrahistórico de un pueblo milenario. 

Por último, es admirable la notable imaginación de Cela (con los seres fantásticos que aparecen en el libro podría componerse un magnífico bestiario), combinada con una inmensa erudición sobre su región. Un autor capaz de escribir con más de ochenta años una novela como «Madera de boj» demuestra unas dotes literarias poco comunes. Por derecho propio, don Camilo entra dentro de esa tradición gallega del relato fantástico que tan bien cultivaron Wenceslao Fernández Flórez, Rafael Dieste o Álvaro Cunqueiro. Lean y maravíllense con este auténtico testamento literario, en donde está todo Cela (y quizá mucho de lo que Cela quiso ser).  

Camilo José Cela

Camilo José Cela y Trulock (1916-2002), escritor español de raíces británicas e italianas por parte de madre, nació en Iria Flavia, aldea del municipio de Padrón. La familia de Cela era burguesa, acomodada y conservadora. Su infancia gallega fue feliz. En 1925 se trasladó a Madrid. Empezó varias carreras, pero no terminó ninguna. Pilló la tuberculosis, tuvo que guardar reposo y leyó mucho. Comenzó a escribir poemas y se relacionó con jóvenes escritores como Rosa Chacel, Max Aub o María Zambrano. Luchó en la guerra civil con los franquistas. Quiso ser delator. Después de la guerra fue censor. Siempre buscó el triunfo. 

A partir de 1942, un campesino extremeño llamado Pascual Duarte convirtió a Cela en el escritor tremendista por excelencia. Con «La colmena» (1951), el antiguo censor debió sufrir los rigores de la censura. Se fue a vivir a Palma de Mallorca. Fundó la editorial Alfaguara y la importante revista literaria «Papeles de Son Armadans». Obtuvo todos los premios, incluido el Nobel en 1989. Se hizo rico y famoso. Fue senador. Cela era un hombre grande, gordo, malencarado y con un vozarrón profundo e intimidante. Le encantaba escandalizar. Su lema era «quien resiste, gana». Ya viejo, se separó de su mujer. Sus últimos años fueron tormentosos y afectaron injustamente a su fama de escritor. Hubo hasta acusaciones de plagio. Acabaron por hacerle marqués. Cela falleció en 2002. Sus restos reposan bajo un pacífico olivo. 

Publicado por Alberto.