sábado, 31 de marzo de 2018

Cualladó esencial - Antonio Tabernero


Título: Cualladó esencial
Autor: Antonio Tabernero
            
Páginas: 172

Editorial: Fundación Canal de Isabel II
 
Precio: 28 euros

Año de edición: 2018
  
Cada vez me gustan más las exposiciones de fotografía que organiza la Comunidad de Madrid en la sala que hay en el antiguo depósito de agua de Ríos Rosas, en Santa Engracia. La última, dedicada a la obra del fotógrafo español Gabriel Cualladó (Massanassa, Valencia, 1925-2003) es realmente excepcional, una muestra muy especial que tiene algo de mágica.


Son imágenes que llaman la atención por la exquisita sensibilidad del artista, un fotógrafo considerado y empático en una España áspera y dura. Un hombre capaz de mantener siempre una mirada poética a través de su Leica.

Porque uno de los misterios de la fotografía es cómo con imágenes de registro, en principio objetivas, recogidas con una cámara y un carrete estándar es posible que la obra final quede impregnada de manera tan profunda por la personalidad del autor. La cámara es una extensión de la mirada del fotógrafo y nos ofrece su visión.


Un fotógrafo capaz de fotografiar una mano, de elegir encuadres audaces y modernos ya en los años 50, que recuerdan a veces al arte abstracto. Y un hombre que teñía de poesía cada una de sus imágenes.
   

Produjo pocos negativos, él decía que toda su obra cabía en una caja de zapatos y eso también impresiona. Otros fotógrafos necesitan cientos de imágenes, tirar carretes enteros, para seleccionar finalmente cuatro o cinco fotos notables. A Cualladó le sobraba todo eso; cada foto que hacía era genial en si misma.
   

Un fotógrafo excepcional, desconocido para el gran público, pero muy influyente en varas generaciones de fotógrafos españoles que le consideran un maestro y un pionero.

Una exposición imprescindible que se puede visitar hasta el 29 de abril. No dejéis de ir, las imágenes que véis en esta entrada no le hacen justicia a las originales, empezando con el tremendo autorretrato con le que se topa el visitante nada más entrar en la sala. Es tan impactante, tan bello, que me quedé diez minutos delante de él sin poder escapar. Luego estuve tentado de irme a casa, ya había visto suficiente, no me hacía falta ver más. No os lo perdáis, es tremendo. 
         
Publicado por Antonio F. Rodríguez.