sábado, 31 de diciembre de 2022

Boursicot, el diplomático que se creía enamorado de una mujer

 

Esta es la extraña historia de Boursicot, el francés que creía haberse enamorado de una mujer china durante casi veinte años, que «tuvo» un hijo con ella y luego, descubrió que su esposa era una espía y en realidad, era un hombre. La realidad supera una vez más la ficción.

Bernard Boursicot nació en 1944 en Vannes, Francia, hijo de un contable y una costurera. Estudió en varios internados, en los que mantuvo varias relaciones homosexuales con otros alumnos, pero no se consideraba gay. Pensaba que aquello era una especie de rito de paso. A los veinte años, consiguió un puesto como contable en la embajada francesa en Beijing y allí se enamoró de Shi Pei Pu, un actor y cantante de ópera china de veintiséis años especializado en papeles femeninos, licenciada en literatura y que hablaba francés con fluidez. 

El artista se hizo pasar por mujer e inmediatamente los enamorados se hicieron amantes. La reportera Joyce Wadler, autora del libro Liaison sobre esta peculiar historia, sostiene que Boursicot estaba convencido de que su pareja era femenina gracias a la capacidad única de Shi para retraer sus testículos, lo que junto a la manipulación de su pene creaba la apariencia de unos labios vaginales y permitía penetraciones muy superficiales. Luego, el diplomático francés declararía que siempre tuvieron encuentros fugaces, rápidos y con poca luz, y que ella le decía que actuase con cuidado porque tenía órganos muy estrechos. También es curioso es que el francés vió a su enamorada vestida de hombre varias veces y Shi le explicó que tenía dos hermanas mayores y había sido obligada a travestirse de caballero por sus padres, obsesionados con tener un hijo.

La pareja tuvo una relación intermitente durante 19 años, de 1964 a 1983, en la que tenían dificultades para verse por la oposición de ambas familias y la situación de las relaciones entre ambos países. Al cabo de un año, Shi le dijo a Boursicot que estaba embarazada, compró a un médico un bebé y le dijo a su amante que, para proteger al niño tenía qie ocultarlo. Al poco tiempo, un enlace del gobierno chino le planteó a Bernard que si quería ver a su hijo y a la madre, tenía que pasarles documentación de la embajada. El hombre claudicó y entrtegó a su amada copia de cientos de documentos a lo largo de varios años.

Para complicar la situación, destinaron a Boursicot a otras embajadas del sureste asiático. Durante ese período, la pareja se vió menos, y nuestro Romeo tuvo varios romances, tanto con hombres como con mujeres, y asumió su bisexualidad.

Finalmente, Shi consiguió volver a su patria en 1982 y sacó de China a su amante y a su supuesto hijo, ya de 16 años, pero al año siguiente le detuvieron por espionaje y se descubrió todo el pastel. El hombre hizo un ridículo espantoso durante el juicio, cuando se dio cuenta de que Shi Pei Pu era en realidad un hombre. El titular de prensa fue «La mata-hari china es un hombre». Intentó suicidarse, afortunadamente sin éxito, y la pareja de espías fue condenada en 1986 a seis años de prisión cada uno. Después de cumplir un año y unos meses, Shi fué indultada por el presidente Mitterrand, para suavizar las relaciones franco-chinas dijo que era un caso menor y de poca importancia, y Bertrand, cuatro meses después. 

No volvieron a tener contacto, Bertrand comenzó a vivir con un hombre, Thierry, y la historia acabó bastante bien para lo que podía haber pasado. Shi volvió a cantar ópera en Francia y falleció en una residencia de ancianos en 2009, a los 70 años; poco antes de morir, se entrevistó brevemente con Shi y le dijo que había sido el amor de su vida, y que todavía le amaba.

Tan peculiar historia dio lugar a una obra de teatro en Broadway y fue llevada a la gran pantalla en 1993, en una película titulada Madame Butterfly, dirigida por David Cronenberg y protagonizada por Jeremy Irons, en el pale del contable francés, y John Lone, como el cantante chino de ópera.

Bertrand Boursicot y Shi Pei Pu durante el juicio

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

viernes, 30 de diciembre de 2022

Las poseídas de Stepford - Ira Levin

 

Título: Las poseídas de Stepford                                                                                       Autor: Ira Levin

Páginas: 167

Editorial: Plaza y Janés

Precio: 6 euros

Año de edición:1995

Joanna es una atractiva mujer de clase media alta. Fotógrafa aficionada, se muda con su marido Walter y sus dos hijos a una comunidad idílica. En Stepford todo está limpio y ordenado. Los vecinos son agradables. El ruido de Nueva York queda atrás. Stepford es un frío escaparate de la tranquilidad burguesa (preferiblemente blanca, anglosajona y protestante). Pero es demasiado autosuficiente. Estéril. Joanna no se encuentra cómoda. A medida que pasan las semanas su perplejidad se convierte en inquietud y finalmente en completo terror.

«Las poseídas de Stepford» (1972) es un pequeño prodigio de habilidad narrativa. El estilo es transparente. Ningún elemento ajeno a la historia entorpece la lectura de la novela. No hay digresiones, ni reflexiones inoportunas. Levin va al grano desde la primera página. Sin embargo, no se trata de un libro simple o plano. Al contrario, su aparente sencillez contrasta con la complejidad de fondo. 

Las mujeres de Stepford son irreales por demasiado perfectas: «Eso eran todas ellas, todas las esposas de Stepford: actrices de anuncio, contentas con sus detergentes y sus ceras para el suelo, con sus productos de limpieza, sus champús y sus desodorantes. Actrices guapas, sobradas de curvas y faltas de talento, que interpretaban su papel de amas de casa de clase media con tanta solicitud que no resultaban verosímiles ni convincentes».

Intachables señoras de su casa: bonitas, hacendosas, dedicadas sin descanso a las tareas domésticas. Joanna es una urbanita vagamente feminista. No le gustan esas mujeres que parecen ilustraciones de una revista de los años 50. Carecen de imperfecciones. No parecen del todo humanas. La actitud complaciente de sus maridos enerva a Joanna. Así que lo raro va creciendo hasta alcanzar el pavor. «Las poseídas de Stepford» es una curiosa novela de terror.  

Joanna es dubitativa. Algo desordenada. Quiere dinamizar la extraña vida femenina de Stepford organizando un club femenino de debate. Pronto se quedará sin asistentes. Los hombres de Stepford se muestran satisfechos. Tienen su asociación masculina. En ese lugar hermético no entran las mujeres. Los varones aseguran que no hacen nada raro: beben, juegan y ven películas subidas de tono. Todo muy convencional. Joanna está cada día más asustada. Quiere irse. Su marido se resiste: perderíamos dinero, aquí estamos bien, piensa en los niños, deberías visitar a un psiquiatra, querida porque últimamente te noto demasiado nerviosa. Las amigas parecen distintas. Joanna cree notarlo. Misterio.

Ira Levin mantiene una ambigüedad admirable en su relato. ¿Estará Joanna loca o es realmente víctima de un maquiavélico plan urdido por los maridos de Stepford? ¿Cómo puede ser que una vez transcurridos cuatro meses las mujeres cambien tanto? ¿Será la contaminación atmosférica? ¿O el agua? ¿Es conjura o paranoia? 

Esta novela se lee sin tregua. Peter Straub escribió: «No sé si “Las poseídas de Stepford” puede calificarse propiamente de sátira feminista, pero el sentido de la oportunidad de Levin fue impecable, de una perfección absoluta». Sin un solo movimiento superfluo, esta novela recuerda la pincelada de un calígrafo chino, concluye Straub. Un libro excelente. 

En 1975 el director Bryan Forbes dirigió una interesante adaptación al cine: «Las esposas de Stepford». La versión de 2004 de Frank Oz, «Las mujeres perfectas», no es tan buena, pese al protagonismo de Nicole Kidman.

 
Ira Levin

Ira Levin (1929-2007), hijo de un comerciante judío, nació en Nueva York. Estudió filosofía e inglés, se enroló en el ejército y logró abrirse camino como escritor de éxito. De sus siete novelas, la más conocida es sin duda «El bebé de Rosemary» (1967), llevada al cine por Roman Polanski en la genial «La semilla del diablo» (1968).

Levin fue asimismo un importante dramaturgo. En «Los niños del Brasil» (1976) imaginó unos clones infantiles del mismísimo Adolf Hitler que pretendían dominar el mundo. Ira Levin pulía incansablemente la forma de sus novelas para lograr el estilo exacto que mejor se ajusta a una trama perfecta. Falleció en su casa de Manhattan como consecuencia de un ataque al corazón.  

Publicado por Alberto.