jueves, 20 de junio de 2024

El salón de pachinko - Elisa Shua Dusapin

Título: El salón de pachinko                                                                                                  Autora: Elisa Shua Dusapin

Páginas: 152
 
Editorial: Automática

Precio: 17 euros 
 
Año de edición: 2023

¿Conocemos algo de la cultura coreana? Me parece que no mucho, aparte de los excelentes dispositivos electrónicos que nos llegan de ese país. Incluso a veces, puede confundamos algunos de sus aspectos con los de la cultura japonesa, muy diferente y en mucho sentido enfrentada a lo coreano, porque Japón y Corea han sido enemigos y rivales durante muchos años. Esta novela es una oportunidad de tener un pequeño contacto con lo coreano y con la vida de los inmigrantes coreanos en Japón, los llamados zainichi.

Claire, una francesa de 30 años trasunto de la autora, viaja a Japón un verano para cuidar de Meiko, una niña japonesa, y visitar a su abuelo, un inmigrante coreano de 80 años que tiene un salón de pachinko. En Japón, no está permitido el juego, pero se puede jugar al pachinko, porque los premios son pequeños objetos, como una botella de agua, un reloj..., que luego se intercambian por dinero en el mismo establecimiento. Se trata de un juego parecido al de las pinballs.  El jugador compra unas bolitas de acero que deja caer en una máquina vertical moviendo un pequeño tubo, lo que le permite cambiar la dirección en que cae cada bola. La mayoría de ellas, acaba en el fondo de la máquina, sin premio, pero algunas pueden caer en una especie de puertas que bonifican al jugador dándole más bolitas. El objetivo final es conseguir un gran número de esas bolitas, que se pueden canjear por regalos.

Máquina de pachinko

El pachinko fue ideado por los coreanos que, huyendo de la guerra, emigraron a Japón en los años 50. Al principio, el sistema de juego hizo furor y llegó a haber unos 400 000 salones; hoy en día quedan unos 20 000. El nombre es en realidad una onomatopeya del ruido que hacían las máquinas cuando eran mecánicas ahora casi toda son electrónicas. Curiosamente, los extranjeros no residentes no pueden jugar a pachinko. La visa turística solo permite hacer cierto número de cosas y un turista puede perderla y ser expulsado si se le encuentra jugando en un salón. Curiosamente, el diseño de la portada del libro simula ser una máquina de este juego, en cuyo centro se encuentra la protagonista.

Volviendo a la novela, es una narración sutil y delicada, en la que a veces puede parecer que no pasa nada importante, pero se desarrollan situaciones dramáticas intensas bajo una superficie de contención: Claire no consigue que la niña Mieko, se divierta y se lo pase bien; el choque cultural coreano-japonés se presenta y ejemplifica de varia maneras; Claire tampoco se entiende muy bien con sus abuelos, hace años que intenta planificar con ellos un viaje a Corea, paro parece que nunca encuentran el momento adecuado... la protagonista no acaba de encajar en ningún ambiente y solo encuentra frustración en Japón, hasta que al final hay algo de esperanza y consigue conectar con Meiko. El texto puede leerse como la historia de cómo una chica coreana conquista a una niña japonesa.

En esta novela se tratan temas de gran profundidad, como la sensación de pertenencia, la identidad cultural, el peso de la tradición, las relaciones familiares, el extrañamiento que sufren los emigrantes, lo difícil que resulta a veces la comunicación sincera, las complejidades del diálogo intercultural y muchas más cosas. En estas páginas se lleva a cabo una fuerte crítica de los japoneses, se dice que son poco cariñosos, que no se dan besos; que son asténicos, fríos, poco acogedores, que su sociedad puede llegar a ser muy opresiva, que son reprimidos, contenidos y urbanizados hasta el exceso, y que un coreano deprimido es como un japonés estándar. Seguramente se trata de tópicos, pero ya se sabe que las generalizaciones son injustas, pero suelen ser generalmente ciertas. También se cuentan algunos detalles de la cultura coreana, como que cuentan los años a partir de la concepción, con nueve meses más, o que en Corea, tradicionalmente los padres no dejaban ir a sus hijas a la universidad.

La historia está amenizada por una buena galería de personajes, cada uno con su vida y sus preocupaciones: la distante madre de Meiko, los abuelos, la mujer-sándwiich o mujer anuncio del pachinko, el policía jubilado las jubilaciones japonesas son muy bajas que vigila el local, el hombre que hace de gancho...

En fin, una novela sutil y sugerente, que insinúa y muestra mucho más de lo que enuncia directamente, bien escrita, fácil de leer y con la que se aprenden muchos detalles curiosos e interesantes de la cultura japonesa, la coreana y la de los zainichi. Muy recomendable.

La traducción del original en coreano, muy correcta, es de Andrea Daga (Málaga, 1994), traductora además de inglés, francés e italiano, formada en las Universidades de Málaga, Granada y Glasgow.

Elisa Shua Dusapin (Sarnat-la-Canéda,1992) es una escritora franco-coreana. Nacida en Francia de padre francés y madre surcoreana, tal y como se ve en sus apellidos, ha crecido entre París, Seúl y Porrentruy, una ciudad en el cantón suizo del Jura. Su educación transcurrió entre dos culturas y tiene la percepción de haberlas interiorizado ambas en profundidad.

En 2014 se graduó en Escritura Literaria en el Institut littéraire suisse de Bienne, Suiza, y en 2016 empezó un Máster en Francés Moderno en la Universidad de Lausana. Siendo estudiante, ha visitado Japón, Corea del Sur y Estados Unidos. Actualmente vive en Suiza.

Ha publicado hasta ahora cuatro novelas y dos novelas cortas, además de algunos libretos de espectáculos musicales y los textos de un libro de fotografía. Ha ganado seis prestigiosos premios, como el Prix suisse de littérature y el Prix Ève de l’Académie romande, ambos conseguidos por El salón de pachinko.

Elisa Shua Dusapin

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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