Título: Laura Autor: Pío Baroja
Páginas: 338 pág.
Editorial: Bruguera
Precio: 8 euros
Año de edición: 1981
De vez en cuando, me parece buena idea dejar de leer novedades y novelas contemporáneas y visitar algún clásico, aunque sea como en este caso un clásico moderno, del siglo pasado. Con ese ánimo he leído esta estupenda novela, típicamente barojiana, escrita y publicada por primera vez en París en 1940.
Aprovecha como telón de fondo las experiencias del autor durante algunos compases de la guerra civil española, la huida de muchos españoles a Francia y su lucha por la supervivencia en la capital gala. Se presenta a la familia Monroy y a la protagonista, Laura Monroy, una joven agraciada, de ojos claros, estudiante de Medicina. En una reunión, juega con sus amigos a hacer una especie de horóscopo democrático: cada asistente dice el primer que se le ocurre sobre el futuro de alguno de los presentes, unos pronósticos que parecen increíbles, pero empieza la guerra española del 36 y, curiosamente, los vaticinios se cumplen escrupulosamente ¿Qué nos querrá decir el autor con tan enigmático planteamiento? ¿Que el futuro está escrito? ¿Que es inevitable, hagamos lo que hagamos y o depende de nosotros? ¿Que está fuertemente condicionado por las circunstancias presentes, solo que no sabemos darnos cuenta?
Reflexiones aparte, la familia se exilia en París y en el resto de la novela, en 52 capítulos que se leen muy cómodamente, se describen los afanes y peripecias de la familia por salir adelante, centrándose en dos mujeres de carácter muy diferente: Laura, la protagonista, llena de cualidades, pero con baja autoestima, algo apocada, sin fe en el amor romántico, que siempre se siente sola en el fondo, y Mercedes, la novia de su hermano, quizás con menos talento, pero espabilada, decidida y resuelta, que encuentra su camino en la vida con facilidad. La descripción y el contraste entre esas dos formas de ser ha sido lo más interesante para mí. Se diría que hay dos tipos de personas, las que confían en la vida y las que no, y ambas tienen razón en su manera de afrontarla, que se convierte en una especie de profecía autocumplida.
El estilo es muy ameno, sencillo, muy normal, sin pretensiones. Exhibe una naturalidad extrema, muy difícil de conseguir, en eso Baroja es un maestro, de manera que lo que se cuenta resulta muy familiar y cotidiano. Late detrás de estas líneas el espíritu del autor: escéptico, algo descreído, ligeramente pesimista y de vuelta de muchas cosas. Don Pío trata varios temas que siguen siendo de actualidad: critica los piropos brutales y ofensivos, el abandono emocional que sufren los niños ricos, la dureza y la violencia innecesarias y sin justificación alguna, los excesos y desmanes en la guerra de unos y otros, a las personas exageradamente castizas y unas cuantas cosas más. Hay frases concretas que llaman la atención por ser certeras y todavía actuales, por ejemplo: «Los altos y bajos en las opiniones de la juventud no se sabe bien de qué proceden», «Suele haber una generación de jóvenes liberal y revolucionaria y después otra al contrario, conservadora y religiosa», «Cuando las gentes empiezan a ver claro, están perdidas», «La mayoría de las personas dicen que son desgraciados por motivos falsos; los motivos verdaderos, si los conocen, casi siempre se los callan porque les avergüenzan», «La vacilación, la indecisión es el medio en el que se desarrollan mejor las neurosis».
Hay dos puntos fuertes en este texto: los detalles costumbristas y el dibujo de la atmósfera y las descripciones de caracteres, que hay unas cuentas. Con una precisión de cirujano, Baroja perfila con nitidez y profundidad psicológica a sus personajes con unos cuantos trazos. Es un verdadero placer ver desfilar hombres y mujeres por estas páginas. El ritmo es muy vivo, la narración ágil y algo sintética. El narrador solo se fija en los detalles que importan, en lo esencial y la redacción resulta muy dinámica.
Una novela más que interesante, redonda y muy conseguida, intensamente barojiana y altamente recomendable. Hay varias ediciones baratas de hace algunos años que se encuentran con facilidad en bibliotecas y librerías de segunda mano (véase). Una obra típica de la forma de ser y la técnica de este magnífico autor, famoso por su estilo intencionadamente desaliñado, que bien puede servir para conocer su manera de hacer y disfrutarlo. Muy recomendable, bueno, como todos los libros de este vasco tan peculiar.
Pío Baroja (San Sebastián, 1872-1956) fué un escritor español de la llamada Generación del 98. Hijo de
un ingeniero de minas, nació en una familia acomodada de la capital
donostiarra. Sus padres se mudaron a Madrid, a la calle Fuencarral cuando él tenía siete años. Allí fundaría luego su hermano la panadería Viena Capellanes.
Fue
un lector voraz y omnívoro desde muy joven. Estudió Medicina en la
capital, pero lo que le gustaba de verdad era escribir y tuvo problemas
en los estudios por falta de vocación. Finalmente acabó en Valencia la carrera, fue médico rural en Cestona (Guipúzcoa) pero su carácter difícil hizo que acabara tarifando con el alcalde, el cura y otro médico.
Dejó definitivamente la Medicina, se trasladó a Madrid
y se dedicó solo a escribir. Publicó casi 60 novelas y colaboró
asiduamente en varios periódicos con artículos y reportajes. De estilo
sobrio, natural e intencionadamente desaliñado, huyó de toda afectación e
influyó poderosamente en toda la novela española del siglo XX y en
otros autores, como Hemingway. Ocupó el sillón a minúscula en la Real Academia Española.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Muchas gracias Antonio por regalarnos esta estupenda reseña de una de las novelas tardías de don Pío. La leí hace bastante tiempo y lo que escribes me la trae a la memoria. Yo no sé si Baroja fue un gran escritor o no lo fue. Supongo que el juicio, como todo, dependerá de gustos y comparaciones. Pero lo innegable es el encanto que desprenden sus libros. Ese encanto es lo barojiano: una inclinación por personajes que por culpa de su lucidez a destiempo acaban marginados del termitero social. No encajan bien, como el propio Baroja, y todo lo valoran con un criterio tan personal que a muchos puede parecer arbitrario. Pero en este caso lo arbitrario va unido al acierto. Mejor solos, que rodeados de idiotas, parecen decirnos. La agudeza de Pío Baroja es digna de ser recogida en un libro de sentencias. El ambiente más que la trama (a veces inexistente) fue el fuerte de Baroja, junto con los juicios (o prejuicios) tan simpáticos como inapelables. El gusto por las calles viejas, las afueras con ladridos de perros a lo lejos, las personas raras o frustradas, los hampones, la gente misteriosa que nadie sabe a ciencia cierta de dónde viene y qué quiere, la tristeza de un vivir oscuro y agazapado, todo eso, lo supo contar Baroja como nadie. Y encima con un estilo tan libre del fardo de la elocuencia retórica que acaba resultando moderno avant la lettre. A lo mejor Baroja no era el mejor constructor de novelas de la historia, pero el vagabundeo de sus criaturas sigue interesando, está vivo, sugiere algo que no es solo literatura: que la vida no tiene más significado que ir tirando (por lo general hacia abajo). Los años le sientan muy bien a Baroja. Es un autor vivo. En forma. Paradójico tratándose de un pesimista que, como decía Maeztu, llevaba un cadáver dentro.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Alberto, que tan bien sirve de complemento a mi humilde reseña. Baroja tiene muchas cualidades que se aprecian mejor conforme uno lleva más y más libros leídos.
ResponderEliminarSalud y libros.