Título: Desierto sonoro Autora: Valeria Luiselli
Año de edición: 2019
¡Qué importante es un inicio potente! Y esta novela lo tiene.
Conseguido ese inicio impactante, comienza lo más difícil para los escritores, que es conseguir mantener el tono una vez captado de inmediato el interés del lector. Y esta novela lo consigue, es más, diría que aún guarda más potencia para la tercera parte que nos sorprende, nos seduce, nos inquieta, nos impresiona y nos imanta a la lectura que no dejamos hasta el final, no tanto por saber cómo se resuelve, sino por cómo lo hace.
Estructura compleja la que ha diseñado esta joven autora mexicana, considerada como una de las importantes en la nueva generación de escritores hispanoamericanos. Una narración que ensarta otra en su interior; que juega constantemente con la intertextualidad, nombrando y a veces copiando a sus autores de referencia -todos importantes-; que va dejando hilos sueltos, apenas perceptibles, que acabarán anudándose en un final medio enloquecido en el que lo real se mezcla con lo fantástico en unos párrafos intensos e inmensos.
Su forma de escribir es importante. Clara, rotunda, sencilla, en algunos momentos de una gran sensibilidad, en otros de un ritmo endiablado en el que no hay más signo de puntuación que las comas en párrafos muy largos y toda ella inundada de localismos mexicanos con los que nos deleitamos - ¿localismos cuando son los mexicanos el segundo país de hablantes de español? -. Como curiosidad cabe señalar que fue escrita en inglés y traducida al español magníficamente -al decir de la propia autora- por Daniel Saldaña ante la imposibilidad de hacerlo ella misma pues al intentarlo lo reescribía. Hicieron tándem y fue la manera de que ella lograra la voz que quería.
En principio parece que trata de dos temas, las relaciones de pareja y su complejidad y los niños perdidos, niños mexicanos que viajan por el desierto en busca de sus padres que lograron llegar a los EUA. Y si es cierto que son los temas más importantes, es también muy relevante el de la poca comprensión que los adultos tenemos de los niños y sus mundos de fantasía en los que la realidad se confunde con lo imaginado, pues los viven con igual intensidad. De ahí que ellos no nos entiendan muchas veces y que nosotros los entendamos mucho menos de lo que pensamos. También sugiere algo de lo que no se habla tanto, como la imaginación y la inocencia infantiles y es cómo, sin quererlo, las obsesiones de los mayores acaban calando en los niños y conformando de alguna manera sus pensamientos, sus fantasías y también sus miedos. Interesante tema para la reflexión y definitivo para el desarrollo de los hechos en la novela.
Su tema estrella, no obstante, es el de esos niños solos que en unas condiciones terribles emprenden un viaje cruzando la frontera mexicana hacia «la tierra prometida» en la que ya están esperándoles sus padres y que en la mayoría de las ocasiones, acaba en muerte tras sufrir todo tipo de penalidades.
Se hace eco de los niños que vivían en la calle en Nueva York -más de 200 000 entre 1854 y 1929- y fueron llevados al medio oeste americano en donde los ofrecían -eufemismo de vender por nada- a las familias de colonos que querían mano de obra gratis y que ya narró Christina Baker Kline en su impresionante libro «El tren de los huérfanos».
Muy interesante es la estrategia de la autora que integra, como eje de la propia novela, el archivo de lecturas que hizo en el proceso previo y en el mismo de escritura. Ella misma lo cuenta en las entrevistas de presentación de sus libros y nos da idea de cómo, lo que en principio es una tarea de documentación que necesariamente requiere un cierto orden -archivo- acaba convirtiéndose en algo tan importante que le obligó a introducirlo en la novela. Así pues, vemos que hay unas cajas que pertenecen a los cuatro componentes de una familia que viaja desde la costa este de EUA hacia Arizona -no es baladí que sea el mismo viaje de los conquistadores europeos- para encontrar «los sonidos y ecos de la Apachería» -obsesión y objetivo de documentación del padre-; la realidad de los niños que viajan indocumentados -obsesión y objetivo de documentación de la madre-, y las cajas vacías, todavía de los niños que viajan sin tener nada previsto para ese recorrido. Tan solo el niño lleva los regalos que había recibido de sus padres el día anterior a la salida, que le caben en una pequeña mochila y que se mostrarán importantes, junto al mapa de su madre, en los momentos álgidos de la historia en la que él es protagonista absoluto una vez pasado el ecuador de la novela: unos prismáticos, una brújula, una navaja y una polaroid.
De gran importancia es también la integración de la «Elegía para los niños perdidos» como relato en el propio texto que hasta pasado un tiempo no descubrimos que no pertenece a la autora que cita, Ella Camposanto, que es ficticia. Esta forma de insertar una narración propia en boca de personaje interpuesto fue la manera encontrada por la autora para exponer el drama de tantos niños sin que el dramatismo real revictimice a esas criaturas. La elegía es un lamento poético, aunque en este caso no está escrito en verso, una fórmula de narrar la épica, es decir las vivencias y padecimientos de los héroes que aquí son los niños y sus hazañas, porque esos niños son héroes a los que no se puede olvidar y su historia tiene que reivindicarse. Esta elegía bebe de las clásicas, en especial de la Ilíada y sus cantos. Magnífica estrategia encontrada por una escritora llena de ingenio.
¡Qué buena lectura!
Nacida en Ciudad de México, en 1983, Valeria Luiselli ha vivido en varios países por ser hija de un diplomático. Es una escritora comprometida, no solo por los temas de algunos de sus libros y ensayos, sino también por su trabajo en temas tan complejos y difíciles como la atención a los migrantes. El sentido del compromiso también es herencia de su madre y su abuela. Hay con seguridad parte de homenaje a su abuela en el libro que reseñamos – la búsqueda de los ecos de la Apachería- porque trabajó con comunidades indígenas.
No conocía a la autora y del
libro solo sabía que tenía unas reseñas estupendas de las que no quise leer
antes apenas unas líneas. Esta es su tercera y más reciente novela. Ha
publicado también tres ensayos importantes. Ya ha sido ampliamente reconocida
en los dos campos y entre sus premios destaca el American Book
Award que recibió en 2018 por «Los niños perdidos».
Hay que anotar también que es columnista de El País y en sus
breves dice lo que piensa claro como el agua, sin filtros.
Publicado por Paloma Martínez.
Por lo que cuentas es una obra imponente, de la que no puedes salir una vez que entras. Y de la que, cuando sales, eres otra persona: alguien que sabe algo que desconocía (algo doloroso) y eso ya no tiene remedio. El conocimiento es como la muerte, no tiene marcha atrás. Me haré con la novela y trataré de seguir, además, sus columnas en El País, del mismo modo que con enorme beneficio para mis humildes entendederas, sigo siempre tus reseñas en este blog. Gracias, Paloma
ResponderEliminarMaría, honor que me haces siguiendo las reseñas y considerando tanto mi juicio. Sabes bien que cada persona vive los libros de una manera. En general a mi me gustan los relatos sin contemplaciones cuando cuentan realidades porque creo que la literatura también puede ser un buen medio para conocer problemas que tenemos muy lejos. Y no, hay libros de los que no se sale indemne. Hay que decir que la autora, que conoce muy bien el problema, tuvo la delicadeza de hacerlo de manera que no añadiera más drama y resultara excesivo.
ResponderEliminarMe lo apunto también. Añado que te sigo con mucho interés. Ahora estoy acabando Libro de Familia, fruto de magnífica reseña. Hasta pronto.
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