Título: El boxeador polaco
Autor: Eduardo Halfon
Páginas: 193
Editorial: Libros del asteroide
Precio: 17,95 euros
Año de edición: 2019
Ésta es la segunda edición de un libro publicado hace diez años, así que puede llamarse una edición de estaño. Es una antología de nueve cuentos, que resume y sintetiza a la perfección la obra de este singular escritor guatemalteco, que parece europeo (sus abuelos sí lo son) y latinoamericano al mismo tiempo, por el que siento una especial debilidad. Y es que Halfon nunca defrauda.
En estos nueve relatos, todos estupendos, hay varios extraordinarios por diferentes motivos. El primero, por ejemplo, titulado «Lejano», cuenta sus experiencias como profesor de literatura en primer curso de una universidad de Guatemala, en especial con dos alumnos, una chica que se siente sola leyendo «El Horla» y un chico que escribe poemas. Y es tan bueno, profundo y poético explicando qué es la literatura y cómo nos afecta, que no se puede dejar de leer. Solo se puede leer de un tirón. Es un texto mágico, escrito en estado de gracia, lleno de silencios, en el que el autor juega con lo que no se puede decir y empuja una y otra vez al lector hasta el borde del acantilado de lo inefable. Extraordinario.
En el que da título al volumen, «El boxeador polaco», cuenta la historia de su abuelo, el que aparece en la foto de la portada, que siendo él un niño le contaba que el número que tenía tatuado en el brazo era su número de teléfono y que lo llevaba en la piel para no olvidarlo... hasta que un día ambos crecieron y le habló del campo de concentración. Es una historia muy buena que, se cuente como se cuente, queda bien. Lo relevante aquí es cómo la explota Halfon. Con aparente sencillez, va ligando recuerdos, unas cosas le llevan a otras en una cadena de memoria en círculo hasta que vuelve a caer en el mismo tema varias veces, en un ejercicio de evocación lleno de habilidad.
También llaman la atención la serie de cuatro relatos que culmina en el premiado «La pirueta», sobre su obsesión con la cultura gitana de los Balcanes y la música gitana en especial, esa que suena en las películas de Emir Kusturica, simbolizada en un músico gitano amigo suyo, Milan Rakić, serbio, que recorre el mundo enviándole postales desde los lugares más insospechados. Al final decide ir a buscarle y... hasta ahí puedo contar.
Y el texto que cierra el libro que, más que un relato es una explicación de qué es la literatura para este autor. Es un buen truco, lo que queda cuando tenemos algo muy importante que decir y lo olvidamos. Lo inefable por olvidado, o mejor dicho, lo contado de manera inconsciente, inadvertida, de la manera más lateral e indirecta posible para que el efecto sea mayor. Escribir literatura es esconder secretos debajo de una alfombra.
Estudió Ingeniería industrial en la Universidad de Carolina del Norte. Sin embargo, es un hombre de letras porque ha sido durante ocho años catedrático de Literatura en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.
Ha
sido incluido en varias listas y clasificaciones de los mejores
escritores jóvenes latinoamericanos, como la de los 39 mejores
escritores latinos de menos de 39 años. Sus catorce libros han sido traducidas a varios idiomas y ha ganado un buen puñado de premios como, por ejemplo, en Cantabria, el Premio de Novela Corta José María de Pereda en el 2009 con «La pirueta» y el Premio Nacional de Literatura de Guatemala en 2018.
Ésta es la segunda edición de un libro publicado hace diez años, así que puede llamarse una edición de estaño. Es una antología de nueve cuentos, que resume y sintetiza a la perfección la obra de este singular escritor guatemalteco, que parece europeo (sus abuelos sí lo son) y latinoamericano al mismo tiempo, por el que siento una especial debilidad. Y es que Halfon nunca defrauda.
En estos nueve relatos, todos estupendos, hay varios extraordinarios por diferentes motivos. El primero, por ejemplo, titulado «Lejano», cuenta sus experiencias como profesor de literatura en primer curso de una universidad de Guatemala, en especial con dos alumnos, una chica que se siente sola leyendo «El Horla» y un chico que escribe poemas. Y es tan bueno, profundo y poético explicando qué es la literatura y cómo nos afecta, que no se puede dejar de leer. Solo se puede leer de un tirón. Es un texto mágico, escrito en estado de gracia, lleno de silencios, en el que el autor juega con lo que no se puede decir y empuja una y otra vez al lector hasta el borde del acantilado de lo inefable. Extraordinario.
En el que da título al volumen, «El boxeador polaco», cuenta la historia de su abuelo, el que aparece en la foto de la portada, que siendo él un niño le contaba que el número que tenía tatuado en el brazo era su número de teléfono y que lo llevaba en la piel para no olvidarlo... hasta que un día ambos crecieron y le habló del campo de concentración. Es una historia muy buena que, se cuente como se cuente, queda bien. Lo relevante aquí es cómo la explota Halfon. Con aparente sencillez, va ligando recuerdos, unas cosas le llevan a otras en una cadena de memoria en círculo hasta que vuelve a caer en el mismo tema varias veces, en un ejercicio de evocación lleno de habilidad.
También llaman la atención la serie de cuatro relatos que culmina en el premiado «La pirueta», sobre su obsesión con la cultura gitana de los Balcanes y la música gitana en especial, esa que suena en las películas de Emir Kusturica, simbolizada en un músico gitano amigo suyo, Milan Rakić, serbio, que recorre el mundo enviándole postales desde los lugares más insospechados. Al final decide ir a buscarle y... hasta ahí puedo contar.
Y el texto que cierra el libro que, más que un relato es una explicación de qué es la literatura para este autor. Es un buen truco, lo que queda cuando tenemos algo muy importante que decir y lo olvidamos. Lo inefable por olvidado, o mejor dicho, lo contado de manera inconsciente, inadvertida, de la manera más lateral e indirecta posible para que el efecto sea mayor. Escribir literatura es esconder secretos debajo de una alfombra.
Eduardo Halfon (Ciudad de Guatemala, 1971) es un escritor guatemalteco de ascendencia judía, al que ya me he hecho adicto. Ha visitado varias veces este blog. Sus cuatro abuelos, tres árabes y uno judío polaco, llegaron solteros a Guatemala. Y sus padres se fueron del país cuando se desató la violencia y el país se volvió inseguro.
Un libro muy especial, cargado de poesía, que resume todo un mundo literario en menos de 200 páginas.
Estudió Ingeniería industrial en la Universidad de Carolina del Norte. Sin embargo, es un hombre de letras porque ha sido durante ocho años catedrático de Literatura en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala.
Eduardo Halfon
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario