viernes, 23 de mayo de 2025

Sobre la existencia de los vampiros - Benito Jerónimo Feijoo


Título: Sobre la existencia de los vampiros                                                                           Autor: Benito Jerónimo Feijoo

Páginas: 85

Editorial: Artemisa Ediciones

Precio: 9,09 euros

Año de edición: 2006

El vampiro es un desafío a la muerte y la tranquilidad de los vivos: alguien declarado fallecido sale de su tumba con el sano propósito de dar sustos, beber sangre fresca y propagar alguna enfermedad fulminante y mortífera. El vampiro es criatura de costumbres: ataca a sus familiares y amigos; intenta volver de noche a lo que fue su antiguo hogar; arrastra a algo peor que la muerte a quienes muerde en la yugular. Estos cadáveres ambulantes llevaron el terror por doquier, como heraldos negros de la muerte y la enfermedad. El vampiro era una plaga más. Únicamente existía una solución: arrancarle del sepulcro y atravesar su cuerpo hinchado de sangre con una afilada estaca. Luego se le cortaba la cabeza y quemaban sus restos: cenizas al viento. De esta forma desaparecía el mal y volvía la tranquilidad.  

En 1751 un sabio benedictino francés, el padre Augustin Calmet, publicó su clásico Tratado sobre los vampiros, del cual hay una edición primorosa en castellano en la editorial Reino de Cordelia. En este libro se pasa revista a apariciones fantasmagóricas, vampíricas e inexplicables, destacando sucesos contemporáneos en Grecia, Polonia o Silesia. Por esas regiones los vampiros daban bastante guerra en el siglo XVIII, siglo de las luces, aunque apagadas en algunas zonas remotas. El libro de Calmet tuvo una gran influencia. 

En España, Feijoo lo comentó por extenso en su Carta XX de 1753: «Reflexiones críticas sobre las dos disertaciones que, en orden a apariciones de espíritus y los llamados vampiros, dio a luz poco ha el célebre benedictino y famoso expositor de la Biblia don Agustín Calmet». Son un conjunto de reflexiones sumamente acertadas del ilustrado español sobre este embrollo y que merecen ser editadas aparte como un pequeño manual contra las supersticiones. Esto es lo que ha hecho la editorial Artemisa en Sobre la existencia de los vampiros, librito que reseñamos. 

Feijoo era un católico ilustrado que creía en la esfera de lo sobrenatural, siempre y cuando esta creencia estuviera avalada por la razón y las Sagradas Escrituras. Las apariciones vampirescas eran a su juicio completamente absurdas. Su opinión es radical, sin concesiones: la creencia en el vampirismo es consecuencia de la ignorancia. Dominados por la superstición, los crédulos no prestan atención al dato directo de sus sentidos. Quienes aprovechan la ocasión son los sinvergüenzas. Del fango del miedo algunos sacan provecho. Feijoo insiste en que ningún muerto sale de su tumba. Los testigos que dicen lo contrario están obcecados y no son de fiar. Un ambiente de locura colectiva les lleva a creer las cosas más delirantes. El miedo impide razonar con claridad. 

Pone un ejemplo recogido por Calmet. En la isla griega de Mykonos, hacia 1700, se creía que un vecino fallecido era un vampiro. Pasearon al pobre cadáver, lo ultrajaron y finalmente quemaron. Todos los isleños aseguraban que el muerto no estaba verdaderamente muerto y que tenía un aspecto espléndido, sonrosado etc. Unos viajeros franceses ajenos al clima de histeria que se había desatado pensaban otra cosa: el pretendido vampiro era un cadáver corrompido y estaba requetemuerto. Por las noches no pasaba absolutamente nada, ni se paseaba ningún vampiro. Asustados por tanto fanatismo, se callaron y abandonaron la isla en cuanto pudieron. Pies en polvorosa.  

Feijoo compara con gran acierto la obsesión sobre los vampiros con las persecuciones de brujas: locura colectiva alentada por desaprensivos que acaba por destruir la vida cotidiana, empujando al populacho a cometer las mayores aberraciones, con la complacencia a menudo de las autoridades, que deberían cortar por lo sano estos disparates en vez de cruzarse de brazos o alentarlos. El resultado: vivos achicharrados o muertos a quienes no se les deja descansar en paz. 

Concluye Feijoo: «la experiencia ha mostrado siempre que el yugo que se carga sobre la libertad oprime también la razón». Sabia sentencia. Otra: «aun el informe claro de los sentidos corpóreos es ineficaz para borrar sus siniestras impresiones». Quien quiere creer, necesita creer, siempre cree: en vampiros o en lo que sea. La razón se arroja por la borda. Lean este estupendo librito del padre Feijoo, verdadero preservativo contra la sinrazón. 

Benito Jerónimo Feijoo

Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) fue un polígrafo español nacido en Orense. Miembro de la Orden de los Benedictinos, desde 1709 fue catedrático de teología en la Universidad de Oviedo. Fue el mayor sabio de la primera mitad del siglo XVIII español. Era un hombre de saberes enciclopédicos, que vivía modestamente en el Monasterio de San Vicente de Oviedo, del que era abad, y se carteó con eruditos de todo el mundo. Siempre defendió la razón y la experiencia frente a cualquier argumento de autoridad. Feijoo se consideraba un «ciudadano libre de la República de las Letras» y difundió en España lo mejor del pensamiento de su época. 

Su Teatrocrítico universal (1726-1740) y sus Cartas eruditas y curiosas (1742-1760) son verdaderos ensayos modernos sobre los más variados temas, con un enfoque racional, analítico y de rechazo de la superstición. De estilo sencillo y claro, su lectura sigue siendo interesante. Feijoo fue el prototipo del ilustrado español. 

Publicado por Alberto.

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