Título: El Tercer Reich de los sueños Autora: Charlotte Beradt
Páginas: 152 pág.
Editorial: Pepitas de Calabaza
Precio: 17,50 euros
Año de edición: 2021
En 1933, el fantasmón nazi Robert Ley afirmaba que la vida privada había muerto. Los alemanes únicamente serían libres durante el sueño. Fue un vaticinio que se quedó corto. En el sueño de los alemanes se metió la opresión totalitaria. Hitler vivía en las pesadillas de sus súbditos. Los sueños eran el espejo invertido de la realidad. Potenciaban los aspectos absurdos de la vigilia en una especie de surrealismo. De manera coherente, anunciaban los horrores que estaban por venir. Así que el estudio de los sueños durante la Alemania nazi permite entender el inconsciente colectivo asfixiado por la propaganda, la seducción y el terror. Los sueños no son la realidad, pero obedecen a ella como un reflejo en el agua.
El totalitarismo busca la unanimidad, aunque sea aparente; los sueños son manifestaciones libres de la subjetividad individual una vez rota la cadena de la racionalidad. El nazismo consiguió, sin embargo, que muchos soñaran lo mismo al estar sometidos a parecidas presiones. Charlotte Beradt, periodista alemana exiliada en los EE. UU., publicó en 1966 «El Tercer Reich de los sueños», insólito acercamiento al nazismo mediante el análisis de los sueños de varios centenares de personas. Se recopilaron entre 1933 y 1939. Charlotte logró ponerlos por escrito gracias a un código inventado por ella. Los escondió en su biblioteca. Fue enviándolos por correo a diversos amigos que ya vivían en el extranjero. Cuando finalmente se exilió, recuperó su archivo.
Estos sueños nos hablan acerca del deseo de inclusión dentro del nuevo orden totalitario, de la exclusión de aquellos que quedan al margen de la comunidad nacional y del implacable desmoronamiento de la libertad en Alemania. Los soñadores son alemanes normales y corrientes: empresarios, profesionales liberales, obreros, profesores o estudiantes. En general, intentan capear el temporal, adaptándose como pueden a los nuevos amos.
Ejemplo: un empresario socialdemócrata sueña que Goebbels visita su negocio. Debe levantar lentamente el brazo haciendo el saludo nazi. Sus obreros se le quedan mirando con expresión helada. Satisfecho, Goebbels se aleja cojeando. El viejo socialista tiene que entrar por el aro, incluso dormido. En otro sueño, una profesora de matemáticas se entera de que las autoridades han prohibido los problemas aritméticos. Pues bien: los sigue haciendo, pero con tinta invisible. Un sueño elocuente sobre los propósitos de un régimen totalitario es el siguiente: por un decreto ministerial, las paredes de las casas desaparecen. A partir de ese momento los vecinos se vigilarán unos a otros sin ningún obstáculo. Las casas, como las almas, deben ser transparentes dentro de la distopía totalitaria. Nada de sombras, relieves o matices. Todo puro y reluciente.
Esta escena se repite en muchos sueños: por alguna falta incomprensible, el soñador queda en evidencia ante sus conciudadanos, que le observan sin inmutarse, de forma fría e inexpresiva. Parecen decirle silenciosamente: debes integrarte cuanto antes en el grupo si quieres sobrevivir. Una variante especialmente delirante son aquellos sueños en donde los objetos inanimados se convierten en inesperados confidentes de las autoridades. Y es que ya no se puede confiar ni en los fieles cachivaches caseros. Ejemplo: una vieja estufa de azulejos le chiva a la policía todo lo que su dueña dice a solas. El sueño altera la realidad, pero no la inventa: en el Tercer Reich existía un decreto contra las murmuraciones insidiosas que mandó a bastantes desgraciados a los campos de concentración.
En otros casos se sueña con individuos aparentemente inofensivos que se transforman de pronto en soldados de las SA, las SS o en el mismísimo Adolf Hitler. El gran hermano te vigila hasta en la cama. Los sueños están poblados por desfiles, discursos, altavoces, consignas ininteligibles que hay que cumplir rigurosamente, campos de concentración, innumerables organismos orwellianos, fugas por regiones alucinantes, vecinos sospechosos, banderas de las que es imposible borrar la esvástica, burócratas que exigen lo imposible, morenos que desean ser rubios, medio judíos que quieren ser perdonados por Hitler y judíos completos que se esconden debajo de un montón palpitante de muertos recientes en una horrible premonición.
En los sueños aparecen los miedos, ilusiones o deseos del estado de vigilia. Así sucede en los que recopila Charlotte Beradt. Son sueños en ocasiones de un gran realismo, con una lógica bien trabada. Su endiablada nitidez los acerca al realismo mágico o a una premonición onírica del futuro inmediato. Otros son más absurdos y se parecen a las fábulas de Kafka o Beckett. Todos son interesantes para entender la psique de las personas aplastadas por el despotismo. Su lectura resulta muy atractiva, así como los análisis de su recopiladora. Lástima que Charlotte Beradt no haya escrito ningún otro libro. Este es altamente recomendable.
Publicado por Alberto.
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