Título: Mi hermano Autor: Daniel Pennac
Páginas: 128 pág.
Editorial: Random
Precio: 16,90 euros
Año de edición: 2021
Cada vez me gustan más los libros que hibridan géneros, como este que se mueve entre la aguas de la ficción, las memorias, la autobiografía y el comentario de texto, para desesperación de bibliotecarios, archivistas y devotos de la Clasificación Decimal Universal.
Porque en este texto tan estupendo, tierno y melancólico, Pennac realiza un sentido homenaje, lleno de cariño y nostalgia, a su hermano mayor Bernard, ya fallecido, comparando continuamente su peculiar carácter nada menos que con un personaje clásico de la literatura universal: el inefable Bartebly, el escribiente. Para ello intercala en los 61 capítulos, muy variables de extensión, que componen esta obra, los recuerdos sobre su hermano y su familia con otros tantos capítulos de una versión teatral sobre la novela de Melville en forma de monólogo, que el propio autor ha interpretado repetidamente sobre los escenarios. Si el lema de vida del famoso escribiente era «Preferiría no hacerlo» —todo un monumento a la resistencia pasivo-agresiva—, la de Bernard era «No hay que incrementar la entropía», una frase que resume todo un talante y un estilo de hacer de mentor para un hermano más pequeño.
Porque la figura de su hermano ha sido clave en la vida de Daniel Pennac, un hermano que le enseñó a leer, a leer novelas, a escribir, a pelearse jugando... en fin, a vivir. Si lo que nos alimenta es en realidad el amor que recibimos, y no lo que comemos como algunos creen, entonces ya sabemos quién hizo crecer a Pennac y le impulsó a ser el notable autor en que se ha convertido. Parece que Bernard era un tipo inteligente, muy contenido y tranquilo, enemigo declarado del aumento de entropía como hemos dicho, protector y empático, con magia que, cuando el pequeño Daniel tenía miedo de ser tonto, le decía: «¡Qué vá! Si fueras tonto, yo lo sabría».
En fin, un libro magnífico, breve y muy agradable, que sirve de aliciente e invita a leer la gran novela corte de Herman Melville, escrito con inteligencia, en el que además de recordar a su hermano, el autor nos enseña lo que es hacer una italiana, la historia de John Colt y Samuel Adams, que el destino actual de los fallecidos es acabar en los fondos de pantalla del ordenador y muchas otras cosas.
En la foto de la portada, podemos ver a los dos protagonistas de la historia mirando a la cámara: a la izquierda, el autor, divertido y sonriente, y a la derecha, el hermano protector, sujetándolo por los hombros para que no se caiga, con gesto neutro y un punto de distancia en el rostro Porque otra de las conclusiones del autor es que, en realidad, conoce poco a su hermano mayor. Como ocurre a menudo, la persona que más nos ha querido en la infancia, la más cercana, permanece envuelta en la niebla del misterio y parece que las relaciones paterno-filiales, y las equivalentes, con esencialmente asimétricas. «De mi hermano muerto no sé nada aparte de que lo amé. Lo echo de menos como a nadie, pero no sé a quién he perdido», nos dice Pennac.
Un texto encantador, delicado e inteligente, de gran belleza, escrito con mucha ternura y con una cierta nostalgia inevitable, en el que el autor ejerce con generosidad como anfitrión para recibirnos en las habitaciones más queridas de su memoria. Muy recomendable.
Por último, solo queda decir que la traducción del francés del escritor valenciano Robert Juan-Cantavella (Almazora, 1971) es impecable.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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