Título: Delatora Autora: Joyce Carol Oates
Páginas: 408
Editorial: Alfaguara
Precio: 19,85 euros
Año de edición: 2021
¡Qué gran escritora! ¡qué fuerza! ¡qué dominio de la tensión! Cuatrocientas páginas que se leen sin respiro.
Una de las estrategias literarias para captar nuestra atención es que cada capítulo contiene en sí mismo una estructura narrativa completa. Nos introducimos con cierta holgura en los diferentes aspectos del tema principal del capítulo y, enseguida, el asunto se tensa, las frases se hacen más cortas y contundentes para llegar al clímax que se suaviza algo al llegar al final. Sin embargo, algo queda, algún fleco suelto que nos hace continuar porque, seguro, algo pasa y previsiblemente no festivo. Al mantenimiento del interés contribuye la narración en primera persona de la protagonista.
Carol Oates tiene unas señas de identidad que no la hacen especialmente alegre ni liviana y, mucho menos, sentimental. Sus temas son de amplio calado, fundamentales en la conformación de las personas y de la sociedad. Son temas éticos. Nos los presenta cual espejo en el que poder ver, si no nuestro reflejo ―de ser así no tendría tanto éxito― sí el de la sociedad norteamericana, lo que nos da otra «excusa» a los que no somos estadounidenses para no sentirnos identificados. Los niveles de lectura son diversos y cada lector elige.
Y de entre sus temas, ya recurrentes en ella, la violencia, el sexo y el racismo de la sociedad son esenciales en esta novela.
En este caso, como el título predice, es la delación el tema fundamental en torno al cual giran las vidas de la protagonista, una niña de doce años de una de una familia numerosa que imaginamos típica de un determinado estrato social de escasez económica y de aún más escasos intereses vitales. Unas gentes rudas, con poca educación, unos hijos faltos de espíritu para progresar porque sus padres no han hecho tampoco nada por salir de una cotidianidad vulgar, ni les han estimulado a superarlos a ellos en sus dedicaciones. Un padre cuyo único aliciente es el alcohol y una madre que se somete a los dictados de su marido. Una familia en la que la violencia es signo de masculinidad y orgullo y que, cuando se presenta el problema eje de la novela, se cierra en bloque para defender lo indefendible. Aunque esa defensa lleve aparejada la exclusión, aunque la víctima sea también de la familia, aunque sea todavía una niña, pues la determinación es clara: no habrá perdón para ella.
Vamos asistiendo al desarrollo de la vida de la niña que, lejos de su familia y siempre ansiándola, va conformándose como una chica introvertida, poco sociable, dura, pero muy frágil. Su extrema fragilidad la lleva a tener experiencias que una adolescente nunca debería tener y las sufre sintiéndolas como merecido castigo. El tema de la culpa es otro punto esencial de la novela, una culpa esencial en la vida y en la conformación de las personas y, por ende, de los personajes psicológicamente bien construidos de la escritora.
Al final del recorrido vital, hasta que la protagonista ya es una joven independiente, la autora, con gran maestría, nos ha ido planteando, a través de su difícil periplo, otros temas de gran importancia como la necesidad de tener un anclaje afectivo familiar en la niñez y la dificultad de superar el rechazo de la propia familia.
Una novela quizás no adecuada para amantes de las novelas románticas, pero estupenda para quienes gusten de la buena literatura comprometida.
Joyce Carol Oates (Lockport, New York, 1938) es una de las grandes autoras de la literatura estadounidense, con un ingente trabajo a sus espaldas (60 novelas; más de 40 relatos cortos; poesía; ensayo; teatro; libros juveniles ,y para niños. Es la eterna candidata al Nobel. Ha trabajado todos los géneros literarios. Ha sido profesora de diversas universidades y conoce bien el mundo del libro, pues también fue editora. Es miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras. En España tuvo mucho éxito una de sus últimas y también estupenda novela, «Un libro de mártires americanos». Es una autora comprometida que siempre nos deja más preguntas que respuestas.
Publicado por Paloma Martínez.
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