Título: El crimen de Sylvestre Bonnard Autor: Anatole France
Páginas: 275
Editorial: Ediciones del viento
Precio: 12 euros
Año de edición: 2007
Esta novela es el impresionante debut con el que Anatole France irrumpió en la república francesa de las letras en 1881, se hizo famoso y dejó a todos pasmados, lectores y críticos. El argumento es en realidad sencillo y algo primario: dos pequeñas aventuras de esas en las que ganan al final los buenos, pero el ingenio, la ironía y la maestría con la que están escritas hacen de esta obra una lectura deliciosa.
El protagonista, un anciano filólogo, bibliófilo y paleógrafo, es un trasunto del propio autor que, después de toda una vida de ratón de biblioteca, vive un par de peripecias que pondrán un poco de sal en su vida y le permitirán conocer de primera mano el volcán de las pasiones humanas. En la primera, las dificultades que encuentra en la búsqueda de un libro antiguo maravilloso y muy cotizado —en realidad, un catálogo de libros— le harán vivir las más extraordinarias aventuras bibliográficas; en la segunda, encontrarse con la nieta huérfana de un antiguo amor, tan hermosa y atractiva como su abuela, le convertirá en su paternal protector y le hará vivir unas cuantas anécdotas jugosas.
Poca chicha, como veis, pero extraordinariamente aliñada y cocinada. Nuestro hombre está rodeado de personajes muy peculiares, su indolente padre, su enérgico y marcial tío, su amorosa madre, su amada mujer (tristemente fallecida) y su criada, con más carácter que él y que suele hacer lo que le da la gana («Mi criada me da miedo»).
El texto está plagado de frases ingeniosas y memorables: «Una cara bonita es una maldición», «Los napolitanos no empujan, mecen», «Hay manos ingeniosas y manos tontas. Hay rodillas hipócritas y codos egoístas, talles arrogantes y fachas de buena persona», «La sabiduría no es nada, la imaginación lo es todo. Solo existe lo que se imagina», «Y es que, señora, el universo es solo un reflejo de nuestra alma», «El magnífico Goethe creía, en efecto, que cada uno muere cuando le place», «Las personas decentes no van al restaurante».
El lenguaje es algo barroco, verboso y florido, pero tiene gracia. No faltan las disertaciones cuasifilosóficas, las reflexiones sugerentes y una estupenda discusión sobre la figura de Napoleón, en la que dos personajes simbolizan las dos facciones en las que se dividen los franceses: los que detestan al emperador y los que le idolatran.
La narración es ligera, chispeante y ágil. El tono, divertido, jocoso y tierno. El autor se divierte escribiendo, se ríe de sí mismo con ganas y divierte al lector. Exhibe una socarronería notable y un sentido del humor encantador. Evidentemente, la figura de Sylvestre Bonnard es tan solo un disfraz tras el que se esconde una parte de la personalidad de Anatole France, que se deja ver como un viejo sabio, arrugado y ajado como los libros antiguos, algo ridículo, en una curiosa combinación de humildad y orgullo, bondad e inocencia, con una capa de erudición y lo más importante, humor.
El conjunto hace de la lectura de este libro un verdadero gozo, que ensancha el espíritu y eleva el ánimo. Muy recomendable para todo tipo de lectores y en todo tipo de circunstancias, especialmente en otoño y cuando estemos de bajón.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Hoy Anatole France parece que está un poco olvidado, pero es un clásico de la literatura francesa. Como muy bien dice Antonio, en todos sus libros se pueden encontrar frases brillantes, aforísticas, llenas de ingenio. Era un moralista Anatole France, especie muy abundante entre los escritores franceses. Yo esta novela no la he leído, pero recomiendo también "Los dioses tienen sed", sobre la revolución francesa, que es magnífica.
ResponderEliminarSaludos
Un cordial saludo
Gracias por la recomendación. Lo leeré. Salud y libros.
ResponderEliminarAntonio