Título: María
Autor: Jorge Isaacs
Páginas: 384
Editorial: Cátedra
Precio: 12,25 euros
Año de edición: 2004
Esta novela, publicada en 1867, es una gran historia de amor, contada con delicadeza e intensidad y un lenguaje rico y jugoso, ligeramente arcaizante, que la convierte en una gran obra.
Se trata de una novela romántica y a la vez realista, que consigue descripciones muy vívidas con unos pocos trazos y demuestra un pulso narrativo poco común. Lírica, apasionada y muy emocional, sortea con habilidad el peligro de caer en la cursilería y la afectación, hasta construir una historia realmente emocionante. Recuerda a lo grandes clásicos románticos, a «Pablo y Virginia» (de la que hablaremos otro día), «Atalá», «Mansiones verdes» y otros libros por el estilo.
Una historia de amor de las de antes, en la que una pareja de primos, casi unos niños viven juntos y juega hasta que él tiene que irse a estudiar a un internado. Cuando vuelven los dos están en la adolescencia y viven tres meses de un maravilloso amor platónico. Luego él tiene que volver al internado, se separan y... no os cuento el final para dejaros el gusanillo a ver si la leéis.
La narración principal está amenizada con profusión de pequeñas historias, anécdotas costumbristas y las peripecias de otras parejas que sirven de contrapunto al devenir de la pareja principal, en un curioso juego de parecidos contrastes: Braulio y Tránsito, Bruno y Remigia, y Nay y Sinar. Por otro lado, leyendo la biografía del autor, que se tuvo que ir muy joven a un internado, no cuesta mucho adivinar que la narración tiene mucho de autobiográfica.
La novela resulta tierna, delicada y melancólica; al lector le resulta casi inevitable recordar cómo se enamoró por primera vez, con la inocencia de un niño y la fuerza de un huracán. Toda una experiencia la de recordar el amor de la adolescencia, punzante y terrible, atractivo y temible a la vez, «el love feroz» como lo llamó acertadamente José Luis García Sánchez en una de sus películas.
Vale la pena fijarse en el lenguaje, de una calidad espléndida, muy atrevido al adjetivar y en algunos giros («la sonrisa de mi padre, dulce y maliciosa», «un lujoso agosto», «el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios») como corresponde a un poeta. Y por supuesto, está plagada de americanismos (bambuco, mote, arepas, atarrayas, chiminangos, chilacoas y guatines) cuyo significado se intuye por el contexto y crean una atmosfera de exotismo criollo muy agradable.
Naturalmente, en una hacienda del siglo XIX hay esclavos, y se dice que son afectuosos y sumisos; no se plantea ninguna conflictividad al respecto y se presentan como felices y contentos con su destino. Eran otros tiempos.
Un personaje secundario muy importante en la trama es el Valle del Cauca, idílico escenario en el que Isaacs vivió su infancia. Es uno de los 32 departamentos que forman Colombia, tiene montaña andina, costa, mucha agua y un frondoso paisaje muy verde, lleno de colinas, arroyos, bosques y fértiles cultivos. Tiene tres Parques naturales y realmente parece una región muy bonita.
Jorge Ricardo Isaacs Ferrer (Santiago de Cali, 1837-1895) conocido simplemente como Jorge Isaacs, fué un novelista y poeta colombiano. Hijo de un judío inglés originario de Jamaica, vivió en la hacienda familiar y estudió en Cali, en Popayán y luego en Bogotá.
En su poesía evoca el Valle del Cauca, como lugar idílico en el que transcurrió su infancia y así queda reflejado en esta novela. Luchó en dos guerras, en 1854 contra el dictador José María de Melo y en 1860 contra el general golpista Tomás Cipriano de Mosquera, en la Batalla de Manizales. A los 19 años se casó con Felisa González, de 14, que le dió abundante descendencia.
Las dos guerras civiles y la mala gestión arruinaron las haciendas familiares y cuando murió su padre e intentó hacerse cargo de ellas, las encontró llenas de deudas. Probó con el comercio, pero no tuvo fortuna y entonces decidió dedicarse a la literatura.
Afortunadamente se convirtió en escritor de éxito, aunque solo escribió un libro de poemas y su famosa novela «María», todo un clásico. Se dedicó a la política y llegó a ser Cónsul general en Chile. Murió a los 58 años de paludismo.
Esta novela, publicada en 1867, es una gran historia de amor, contada con delicadeza e intensidad y un lenguaje rico y jugoso, ligeramente arcaizante, que la convierte en una gran obra.
Se trata de una novela romántica y a la vez realista, que consigue descripciones muy vívidas con unos pocos trazos y demuestra un pulso narrativo poco común. Lírica, apasionada y muy emocional, sortea con habilidad el peligro de caer en la cursilería y la afectación, hasta construir una historia realmente emocionante. Recuerda a lo grandes clásicos románticos, a «Pablo y Virginia» (de la que hablaremos otro día), «Atalá», «Mansiones verdes» y otros libros por el estilo.
Una historia de amor de las de antes, en la que una pareja de primos, casi unos niños viven juntos y juega hasta que él tiene que irse a estudiar a un internado. Cuando vuelven los dos están en la adolescencia y viven tres meses de un maravilloso amor platónico. Luego él tiene que volver al internado, se separan y... no os cuento el final para dejaros el gusanillo a ver si la leéis.
La narración principal está amenizada con profusión de pequeñas historias, anécdotas costumbristas y las peripecias de otras parejas que sirven de contrapunto al devenir de la pareja principal, en un curioso juego de parecidos contrastes: Braulio y Tránsito, Bruno y Remigia, y Nay y Sinar. Por otro lado, leyendo la biografía del autor, que se tuvo que ir muy joven a un internado, no cuesta mucho adivinar que la narración tiene mucho de autobiográfica.
La novela resulta tierna, delicada y melancólica; al lector le resulta casi inevitable recordar cómo se enamoró por primera vez, con la inocencia de un niño y la fuerza de un huracán. Toda una experiencia la de recordar el amor de la adolescencia, punzante y terrible, atractivo y temible a la vez, «el love feroz» como lo llamó acertadamente José Luis García Sánchez en una de sus películas.
Vale la pena fijarse en el lenguaje, de una calidad espléndida, muy atrevido al adjetivar y en algunos giros («la sonrisa de mi padre, dulce y maliciosa», «un lujoso agosto», «el pudor le velaba frecuentemente los ojos y el placer le jugaba en los labios») como corresponde a un poeta. Y por supuesto, está plagada de americanismos (bambuco, mote, arepas, atarrayas, chiminangos, chilacoas y guatines) cuyo significado se intuye por el contexto y crean una atmosfera de exotismo criollo muy agradable.
Naturalmente, en una hacienda del siglo XIX hay esclavos, y se dice que son afectuosos y sumisos; no se plantea ninguna conflictividad al respecto y se presentan como felices y contentos con su destino. Eran otros tiempos.
Un personaje secundario muy importante en la trama es el Valle del Cauca, idílico escenario en el que Isaacs vivió su infancia. Es uno de los 32 departamentos que forman Colombia, tiene montaña andina, costa, mucha agua y un frondoso paisaje muy verde, lleno de colinas, arroyos, bosques y fértiles cultivos. Tiene tres Parques naturales y realmente parece una región muy bonita.
Fotograma de la película de 2011 dirigida por Fernando Allende y basada en el libro
Nada más publicarse, esta obra se convirtió rápidamente en un gran éxito, es el gran clásico colombiano y ha dado lugar a una larga lista de ediciones, más de quince adaptaciones entre obras de teatro y televisión, películas, óperas y ballets. Todo un clásico.
Una novela redonda y emocionante, para amantes de las historias románticas, que si se tiene un poco de paciencia con el idioma de la época, depara sorpresas muy agradables. Un ejemplo paradigmático de la historia de amor idílica que me ha gustado mucho.
Portada de la edición de 1899 en la editorial Mateu
Jorge Ricardo Isaacs Ferrer (Santiago de Cali, 1837-1895) conocido simplemente como Jorge Isaacs, fué un novelista y poeta colombiano. Hijo de un judío inglés originario de Jamaica, vivió en la hacienda familiar y estudió en Cali, en Popayán y luego en Bogotá.
En su poesía evoca el Valle del Cauca, como lugar idílico en el que transcurrió su infancia y así queda reflejado en esta novela. Luchó en dos guerras, en 1854 contra el dictador José María de Melo y en 1860 contra el general golpista Tomás Cipriano de Mosquera, en la Batalla de Manizales. A los 19 años se casó con Felisa González, de 14, que le dió abundante descendencia.
Hacienda El Paraíso, donde pasó su infancia Jorge Isaacs situó su novela «María»
(CC BY-SA Lodewijk Vadacchino en Wikipedia italiana)
Las dos guerras civiles y la mala gestión arruinaron las haciendas familiares y cuando murió su padre e intentó hacerse cargo de ellas, las encontró llenas de deudas. Probó con el comercio, pero no tuvo fortuna y entonces decidió dedicarse a la literatura.
Afortunadamente se convirtió en escritor de éxito, aunque solo escribió un libro de poemas y su famosa novela «María», todo un clásico. Se dedicó a la política y llegó a ser Cónsul general en Chile. Murió a los 58 años de paludismo.
Jorge Isaacs
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario