Desde el inicio de esta obra, en el prólogo, el autor nos presenta directamente a los personajes y nos define el lugar donde trascurre la historia, como en la introducción de las obras de teatro clásicas, para evitar que el lector tenga que descubrir quiénes son los personajes, como si hubiera llegado tarde al inicio de una película y se pasara los primeros momentos intentando entrar en situación y ubicar a los personajes para empezar a comprender la historia. Nos presenta a un hombre viejo y solitario aficionado a la pesca y al juego del Mikado, que acampa solo en la montaña, cerca de la frontera entre Italia y Eslovenia durante el invierno, y a una adolescente gitana que huye del campamento de su familia y de la policía, por ser inmigrante irregular y estar indocumentada.
Tras este preámbulo nos metemos de lleno en la narración: la primera parte es un diálogo entre estos dos personajes, la conversación entre el viejo solitario y la joven gitana llena toda la primera parte, salvo un pequeño paréntesis de charla entre el anciano y un policía. El autor no necesita decir quién es el que habla ni hacer acotaciones, sólo hay texto en forma de frase-réplica-contrarréplica con el que se va proporcionando la información necesaria para que avance la historia. Después de esta primera parte, la más intensa y extensa, los tres siguientes capítulos son cartas de uno u otro personaje con las que cosas contadas que antes eran chocantes van encajando con lógica hasta llegar a un giro sorprendente e inesperado antes del final.
El título alude a las reglas del conocido juego japonés, consistente en retirar palillos de un montón sin mover ningún otro palillo cercano hasta llegar a un palillo negro; lo aplica a la vida de los dos personajes: un viejo relojero aficionado a la pesca y una adolescente gitana para la que el palillo negro es la documentación que le falta, y las reglas, aplicables al juego y a la vida, son prestar mucha atención a los movimientos pequeños, hacer movimientos precisos y con intención clara, sin automatismos y olvidar la partida anterior para concentrare en la actual.
En esta obra el autor vuelve a tratar temas ya vistos en otras obras suyas, como la diferencia generacional, la inmigración, la soledad, las relaciones personales, temas para reflexionar sobre quiénes somos y hacia dónde vamos. La obra constituye un ejercicio literario magnífico, como si el escritor se hubiera autoimpuesto unas condiciones para escribir, está llena de imaginación y de habilidad narrativa; una pequeña obra por su extensión, pero grande por su calidad y su ingenio, se lee de un tirón con mucho agrado.
Erri de Luca nació en Nápoles en 1950. En su juventud militó en la organización izquierdista Lotta Continua. Ha ejercido los más diversos oficios: albañil, empleado de almacén, camionero y obrero en la FIAT. Durante la guerra de los Balcanes fue conductor de camiones con ayuda humanitaria. Es un experimentado montañero y ha estudiado de forma autodidacta varios idiomas, como ruso, swahili y hebreo antiguo.
Comenzó a escribir casi a los 40 años y ha publicado cerca de 70 obras de narrativa, aparte de ser autor de varias obras de poesía, traductor de autores rusos y de pasajes de la Biblia y colaborador en prensa, cine y teatro. Ha recibido varios premios, entre ellos el Premio Europeo de Literatura, el Premio del Libro Europeo y el André Malraux denovela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario