Páginas: 348
Editorial: Alba
Precio: 19,85 euros
Año de edición: 2022
En esta época en la que el calor y las
actividades relajadas han invitado invitan a la calma, esta novela ha resultado muy adecuada porque
tiene un ritmo suave que nos hace leer pausadamente, pero con interés.
Se trata de una narración que nos habla de la vida de unos pioneros europeos en Estados Unidos a finales del s. XIX, algunos recién llegados y otros de segunda o tercera generación, en donde ya no hay duras escenas de conquista de la tierra, sino que se trata de pequeños pueblos, en donde las granjas se afianzan a la vez que llegan nuevos inmigrantes que tienen que pasar por la dureza inicial del proceso de asentamiento. Conocemos la historia de la mano de una narración en primera persona que hace un abogado de prestigio, Jim Burden, que echa la nostalgia a volar y recuerda su vida desde los diez años, cuando quedó huérfano en Virginia, y lo recogieron sus abuelos en Nebraska.
Los recuerdos de infancia están indefectiblemente ligados a la figura de una chica, Ántonia, unos cuatro años mayor que él que, proveniente de Bohemia, se instala con su familia en unos campos cercanos a la granja de sus abuelos, en donde sufren las incomodidades de una casucha que les habían prometido adecuada y del desconocimiento de todo lo relativo a la tierra, pues nunca han sido agricultores. De hecho, el padre era músico en su país y nunca se adaptará a la nueva situación.
Durante la infancia, son las praderas para los juegos y los pequeños trabajos en la granja lo que llena la vida de los chicos. El paisaje de las grandes praderas es un personaje más y van aprendiendo juntos el lenguaje de las estaciones y el significado de las pequeñas transformaciones cotidianas que ocurren en él. La autora desarrolla toda su destreza escribiendo esas descripciones, lo que no se hace pesado, más bien al contrario, es una lectura agradable.
La juventud los separará, porque ella tendrá que incorporarse a las tareas de su propia granja y más tarde como asistenta en otras granjas, mientras él va a estudiar, primero al instituto y más tarde a la universidad. Sin embargo, el lazo que los une no se deshará a pesar de la incomunicación, entre otras cosas porque en la ciudad encontrará a otra chica del pueblo, Lena, que abre un taller de costura y juntos recordarán a la amiga común, a la que finalmente encontrará.
A lo largo de los capítulos nos va narrando la vida sencilla de las granjas en un pueblo pequeño y los pocos alicientes de ese tipo de vida, que se magnifican pues rompen la monotonía. En el momento en el que se escribió esta obra, las novelas se centraban más en las familias ricas, por lo que era una novedad centrarse en la vida de los pioneros, tema que siempre fue objeto de especial atención para la autora.
Una lectura muy agradable que nos da claves de los que fueron a aquellas tierras en busca de mejores oportunidades vitales.
La traducción es de Santiago del Rey.
Willa Cather (Virginia, 1876 - Nueva York, 1947), de origen irlandés, vivió la época de colonización de Nebraska por checos y escandinavos. A pesar de las dificultades para que una mujer estudiara entonces en la universidad, lo logró, tras un momento inicial en el que acudió vestida de hombre. Fue una mujer muy activa y rompedora de moldes, como el hecho de vivir cuarenta años con su compañera. Como escritora fue muy reconocida, incluso obtuvo el premio Pulitzer en 1922, y sus temas siempre rondaron la colonización. La novela que hoy se reseña, publicada en 1918, es considerada como una de sus mejores obras. La novela fue adaptada al cine en 1995 con el mismo título y al teatro.
Publicado por Paloma Martínez.
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