Janet Leigh en la escena de la ducha de Psicosis de Hitchcock
Hace poco encontré una entrada antigua titulada «Cómo funciona el horror y por qué pocos autores saben utilizarlo», en el blog «El espejo gótico» que me resultó de lo más interesante.
En ella los autores, basándose en «Introducción a la literatura fantástica» de Tzvetan Todorov y en «El horror sobrenatural en la literatura» de H.P. Lovecraft, identifican un factor clave que hace que un relato de horror funcione de verdad, lo que Todorov llama incertidumbre. Hay que conseguir que el lector se sumerja en una historia en la que dude de si lo que ocurre es algo fuera de lo normal o no, a ser posible identificándose con los protagonistas, que tienen la misma duda.
La certidumbre, tanto de que hay una explicación como de lo contrario, rompe el hechizo y cuanto más tiempo se mantenga el interés del lector en esa situación de incertidumbre, mucho mejor. La sensación de no saber bien ni entender qué esta pasando, es sumamente inquietante y genera una sensación de angustia e incertidumbre que va alimentando poco a poco nuestros más profundos temores.
Parece sencillo, pero es muy difícil mantener el equilibrio necesarioentre una trama que tiene que ser realista y convincente, y la presencia de algo que siembra poco a poco la duda racional y la mantiene a lo largo de buena parte de la historia.
Eso se logra en una de mis películas de terror favoritas, «The Ring (La señal)» (2002), que consigue que durante casi toda la película el espectador intuya algo, pero no sabe bien qué está pasando y el porqué de todo lo que ve, lo que resulta francamente desasosegante..
Otro tipo de incertidumbre más profunda constituye la esencia de una de las cosas qe más miedo da. Los seres que no están ni inanimados ni animados por el soplo de la vida: los cadáveres que se mueven, los muertos vivientes, los muñecos que cobran vida, los objetos que se desplazan solos... Para el yo, el enfrentarse al otro constituye afrontar una singularidad, una posible amenaza y una pérdida de control, es una situación ligeramente estresante. Pero si ese otro está en la frontera entre lo vivo y lo inanimado, la duda y la sorpresa son espeluznantes.
El
análisis que se hace en esa entrada me parece muy acertado. Sin
embargo, voy a echar mi cuarto a espadas, proponiendo algún que otro
mecanismo adicional que suele funcionar muy bien.
Otro truco consiste en no describir directamente nunca al monstruo, hablar de su presencia indirectamente, cuanto más indirectamente, mejor, y dar tiempo a que sea el subconsciente del lector el que rellene ese hueco de información con sus peores pesadillas. Es algo que maneja muy bien el maestro Lovecraft y que es casi una regla en las películas de terror: la criatura no se muestra hasta el final de la cinta y en una secuencia muy rápida que apenas si da tiempo a ver.
Otro truco consiste en no describir directamente nunca al monstruo, hablar de su presencia indirectamente, cuanto más indirectamente, mejor, y dar tiempo a que sea el subconsciente del lector el que rellene ese hueco de información con sus peores pesadillas. Es algo que maneja muy bien el maestro Lovecraft y que es casi una regla en las películas de terror: la criatura no se muestra hasta el final de la cinta y en una secuencia muy rápida que apenas si da tiempo a ver.
Por otro lado, Sigmund Freud definió en un artículo titulado «Lo siniestro» (1919) el significado profundo del término alemán heimlich (lo ominoso, lo siniestro) como algo que causa angustia y horror extremos, y que en realidad es lo familiar que se ha vuelto extraño porque lo hemos olvidado, y regresa del pasado. Esa combinación de extrañeza y familiaridad inconsciente es lo que hace tan terrorífico el que lo más cercano, cotidiano y benévolo (como los niños, la pareja o la madre) dan tanto miedo cuando se vuelven malignos. Así ocurre, por ejemplo, en largometrajes como «El orfanato» (2007) y en «El otro» (1972).
Por último, hay una pulsión ancestral que late en el fondo del ser humano: el rechazo a lo extraño, al miembro de otra tribu, al extranjero. Un truco que ponía en práctica de nuevo el maestro Lovecraft cuando hablaba de razas inferiores, monstruosas y deformes, degeneradas hasta la monstruosidad, y que se explota cuando en una película el persnaje que representa la maldad habla en un idioma extranjero e ininteligible, que resulta amenazante y misterioso.
Creo que todos estos factores se pueden utilizar para que funcione un relato de terror, aunque no siempre se pueden poner en juego varios a la vez en un mismo texto, y hay que tener mucha habilidad para mezclar algunos de ellos. Pero en cualquier caso, coincido en que la incertidumbre es el más importante y esencial. Y desde luego, no es nada fácil de gestionar.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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