
Título: Los conocedores
Autor: Mircea Cărtărescu
Páginas: 188
Editorial: Impedimenta
Precio: 16 euros
Año de edición: 2025
Este volumen, limitado en longitud y casi inabarcable, con simas de profundidad que dan vértigo, tan barroco, rebuscado y bello, es el último libro publicado en España de Mircea Cărtărescu, un autor que me fascina y por el que siento, tengo que reconocerlo, una debilidad especial. El volumen recata tres relatos escritos en 2017 muy ligados a la magna trilogía titulada Cegador, formada por El ala izquierda, El cuerpo y El ala derecha, un relato por cada una de las partes, que funcionan como ventanas privilegiadas que permiten al lector asomarse al mundo del escritor rumano.
La huida de la familia Badislav huyendo de un desastre, una función de circo en el Bucarest de los años 60 y la boda de un príncipe obsesionado por los gusanos de seda. Esos son los temas que laten en estos textos. El autor aborda las tres narraciones con un estilo alambicado y opulento, rico como un ecosistema y digresivo hasta el exceso, al punto de que llega a destruir el relato y paralizar la acción en ocasiones, para retomar en el último momento la lógica del relato. Y sin embargo, ese discurso obsesivo, onírico y delirante se lee con sumo placer, porque es una verdadera fiesta del lenguaje, un verdadero banquete para la imaginación, construido con frases interminables, equilibradas y elegantes. Una maravilla.
El punto de conexión entre los tres cuentos puede ser una de las obsesiones del autor, los insectos, que juegan un papel casi protagonistas en los tres casos. Mariposas gigantes, escarabajos, cucarachas... seres quitinosos y monstruosos, que inspiran a la vez repulsión y fascinación. Abundan las enumeraciones disparatadas y floridas, empapadas de enjundia literaria. Por otro lado, estas líneas resultan siempre sorprendentes, el lector nunca sospecha cómo y por dónde va a continuar la narración, y eso ya es un punto a su favor. Mi relato preferido es el segundo, el titulado «El circo», en el que el pequeño Mircea acude a uno de esos espectáculos, no ofrece una magnífica descripción de ese mundo y sus protagonistas, y juega con el lector hasta llevarlo a un inesperado final.
Algunas frases pueden ayudar a definir de qué estamos hablando: «Bajo la tierra, en sus estrechas casitas de pino, los muertos se morían de hambre. Llevaban 40 días sin ser invocados...», «No soplaba el viento, soplaba el ocaso», «Aunque
no le había prometido nadie que después de morir nacería del agua y del
Espíritu Santo y que sería como los ángeles del Señor, la enorme ruga
del ciervo volador sintió de repente un desasosiego y un extraño anhelo
por la otra vida». En fin, tres relatos de mediana extensión (34, 72 y 68 páginas respectivamente), accesibles, que constituyen una oportunidad inmejorable de conocer el particular mundo creativo de este rumano genial, de manera suave y sin grandes sobresaltos. Una excelente introducción a una obra fascinante. Un libro inmejorable, muy apropiado para probar el sabor de la prosa de este hombre. Sensacional
Mircea Cărtărescu (Bucarest,
1961) es un poeta,
novelista y crítico rumano, considerado como el poeta más importante de
la generación de los años 80. Es un lector empedernido y voraz capaz de
leer ocho horas diarias, que conoce a fondo buena parte de la
literatura mundial. Confiesa la huella que han dejado en él algunos
autores latinoamericanos, especialmente Sábato, Borges, Cortázar y García Márquez, al que considera insuperable.
Sus libros han
sido traducidos a multitud de idiomas. Es el escritor rumano actual
más valorado por la crítica y ha sido candidato al Premio Nobel varias veces.
Está casado con la poetisa Ioana Nicolaie y es profesor de literatura rumana en la Universidad de Bucarest.
Según cuenta en esta estupenda entrevista, considera que, aunque se le suele clasificar como un autor posmoderno, emplea recursos clásicos,
románticos, barrocos, manieristas, surrealistas, posmodernos y modernos
sin que su obra sea puramente de ninguno de esos estilos. Dice escribir
a mano, en cuadernos y con un bolígrafo, sin corregir ni releer lo
escrito. Luego una persona de la editorial, siempre la misma, descifra
su caligrafía y teclea sus textos en un ordenador.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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