Título: Ava en la noche Autor: Manuel Vicent
Páginas: 250
Año de edición: 2020
El franquismo fue un régimen represivo y gris. Una de las fugas posibles era la imaginación. A David, protagonista de esta novela de Manuel Vicent, imaginación no le falta para sobreponerse a la noche franquista. David es un joven valenciano apasionado por el cine. Todo el santo día está en las estrellas, que tienen nombres como Bette Davis, Ava Gardner o Clark Gable. El milagro del celuloide, polvo de estrellas, contra la caspa del nacionalcatolicismo.
David descubre, durante sus aventuras de niño, un balneario abandonado desde el final de la guerra civil. Cascotes, cristales rotos y muebles desvencijados son la pista que lleva a un mundo más libre que fue aniquilado. El balneario es en cierta medida una metáfora del pasado republicano. Sirvió incluso de hospital militar durante la guerra. David sueña con el hermoso mosaico de una mujer desnuda nadando entre delfines. Puro paganismo mediterráneo. La desnudez era anatema para los clérigos franquistas en una época de intensa represión sexual (y de la otra). Fantasear con el desnudo suponía una forma discreta de rebelión.
David quiere ser director de cine. Su meta es Madrid. A principios de los años sesenta se va para la capital. En el torbellino de la gran ciudad se mezclan personajes reales e imaginarios: Berlanga, Edgar Neville, Tono, González-Ruano, Orson Welles, Hemingway, policías, soldados norteamericanos, porteros, toreros, gitanos, paletos, verdugos, prostitutas y soplones. Los cartelones encendidos de la Gran Vía son como el faro que permite no naufragar en los negros escollos de la dictadura. Un deslumbrante fulgor que disipa las tinieblas del aislamiento y la tristeza.
David está obsesionado con Ava Gardner. Quiere conocerla, aunque solo sea para encenderle un cigarrillo. Su mitomanía es modesta. El atuendo de David es llamativo: gabardina blanca, jersey de cuello de cisne, gafas oscuras y pipa de agua. Convertido en una mezcla de filósofo existencialista francés y Bogart, el inexperto valenciano se pierde en el laberinto madrileño buscando a la diva. Ava es la parte rutilante de la historia. El asesino Jarabo es el lado oscuro. Este sujeto asesinó a cuatro personas en un sórdido asunto de usura. Fue ejecutado en el garrote vil en 1959. Era un tipo elegante, fanfarrón y seductor. No tenía un duro y había estado en la cárcel. El clásico caballero español de brillantina y guardarropía. David cree que en algún momento de la noche madrileña se cruzaron los destinos de la bella y la bestia. Toda una historia digna del mejor cine negro.
Manuel Vicent ha escrito una estupenda novela de formación bajo el franquismo. David es un joven inteligente, inquieto y cinéfilo con quizá mucho de su autor. Algunos jóvenes como él acabaron por rebelarse contra la grisura clerical impuesta por el tío Paco. Al principio fue una rebeldía apolítica, blanca. Tanto cura, represión y censura resultaba sencillamente insoportable para una sensibilidad inquieta. Más tarde llegará la toma de conciencia: todo esto es política y es necesaria otra política más humana llamada democracia. De momento, dominan las ensoñaciones, el deambular sin rumbo fijo y la mitomanía. David está buscando su camino.
El estilo de Manuel Vicent es deslumbrante. Una prosa sencilla con la gran virtud de resultar poética gracias a su fuerza evocadora. Da vida al tiempo pasado: un Madrid de pensiones miserables, cabaretes y bares de noche, librerías, exposiciones, estrellas y estrellados, glamour, crímenes horrendos, borracheras, un gato solitario, cafés de artistas, sótanos policíacos y la sombra de un asesino que una vez quizá bailó con Ava Gardner. De lectura apasionante.
Manuel Vicent (1936) es un escritor y periodista español nacido en Villavieja, provincia de Castellón. Vicent estudió derecho en Valencia, pero su verdadera vocación era el periodismo. En Madrid escribe en Hermano Lobo y Triunfo. Sus crónicas le convirtieron en uno de los periodistas españoles más reputados. Hombre de ideas republicanas y progresistas, escribe desde 1981 en El País.
Publicado por Alberto.
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