viernes, 2 de septiembre de 2022

Patriotas de la muerte - Fernando Reinares

 

Título: Patriotas de la muerte                                                                                            Autor: Fernando Reinares

Páginas: 264 pág.

Editorial: Taurus

Precio: 17,90 euros

Año de edición: 2011

Este es un libro duro que da voz a los terroristas de ETA. Se presentan sin atenuantes, a bocajarro, llenos de odio, libres de remordimientos. Como advierte el profesor Reinares, autor de este viaje al centro del fanatismo, no existen verdaderos arrepentidos entre los etarras. Abandonar la banda no significa renunciar al fundamentalismo ideológico. Es suficiente con oírles hablar para descubrir qué clase de personas son. «De lo que rebosa el corazón, habla la boca» (Lc 6, 39-45).

Fernando Reinares elaboró su trabajo utilizando dos fuentes: primera, la copiosa documentación judicial albergada en la Audiencia Nacional, «algo más de cuatrocientos sumarios y procedimientos abreviados incoados durante más de treinta años, entre 1977 y 2010». En uno de esos legajos una mano anónima apuntó la feliz expresión que da título al libro: «patriotas de la muerte»; segunda, unas setenta entrevistas individuales con antiguos terroristas. Fueron grabadas y transcritas con el compromiso de mantener el anonimato de los entrevistados.

El objetivo es conocer quiénes han militado en la banda y por qué lo han hecho. Reinares advierte que investiga como académico, pero juzga como ciudadano. Rehúye, en mi opinión acertadamente, una falsa neutralidad axiológica. Por lo demás, cualquier persona sensata rechaza «los planteamientos de un nacionalismo étnico y excluyente, de pasamontañas y txapela». En el caso de ETA, las ideas son tan deleznables como su práctica criminal. 

«Hablar de los militantes de ETA es hacerlo de varones, jóvenes y solteros». Las mujeres en ETA fueron las menos. El autor apunta a dos posibles causas: una mayor propensión de los varones a la violencia, junto con la influencia de una cultura marcadamente patriarcal. Otro dato interesante es que los primeros terroristas eran algo mayores de veinte años, residentes en localidades pequeñas y medianas y vascohablantes (euskaldunes). Con el paso del tiempo, los etarras serán captados a una edad más temprana, en zonas urbanas y con poca población vascohablante. La mayoría de los terroristas eran de la provincia de Guipúzcoa, seguida de Vizcaya. Navarra y Álava fueron menos propicias al reclutamiento etarra. 

Todo lo que tiene historia cambia. El paso del tiempo fue modificando la estructura de la organización armada, así como las sucesivas generaciones de sus militantes. Ahora bien, ETA siempre estuvo hegemonizada por los sectores más militaristas y nacionalistas. ETA ha sido menos izquierdista que patriota. Por lo demás, la violencia etarra encontró legitimación y complicidad en el complejo entramado del nacionalismo vasco radical. Los pistoleros nunca estuvieron solos. 

En lo esencial, la ideología etarra permanece invariable. La mitología irredentista de este nacionalismo étnico (con una fachada contestataria e izquierdista) puede resumirse así: los «españoles» han invadido y colonizado Euskadi. Quieren asimilar por la fuerza una nación extranjera. Así pues, los «vascos» tienen derecho a defenderse de los invasores con las armas en la mano hasta conseguir la liberación definitiva de Euskadi como Estado soberano e independiente.

Ciertos ideólogos abertzales remontan la presunta invasión española a oscuros períodos del pasado, en donde al parecer los vascos eran soberanamente libres y felices. El paraíso perdido. Así pues, existe una guerra étnica interminable entre vascos y españoles. ETA sería una consecuencia de este conflicto irresuelto y no el conflicto mismo. Evidentemente, se trata de una interpretación falsa y maniquea de la historia, pero que empujó a millares de jóvenes a matar y morir. Contra una invasión imaginaria, se desató una violencia terrorista real.   

Los primeros etarras reaccionaron ciertamente contra la represión de los últimos años del franquismo (represión que existía en toda España). Sin embargo, muerto Franco, recobrada la democracia y aprobado el Estatuto de Autonomía Vasco, los encapuchados continuaron matando hasta el año 2010 . Asesinaron a mansalva en democracia y contra la democracia. Fundada por unos jóvenes nacionalistas vascos en 1959, la banda se autodisolvió en el 2018. Esto indica dos cosas: capacidad de regeneración al contar con una amplia base social y un antiespañolismo radical. A partir de este esquema general, Reinares recoge las motivaciones particulares de los etarras.  

Un cierto romanticismo juvenil les empujó hacia la violencia. Sentían una «vitalidad», «querían echar una mano», «había que hacerlo», «la represión era tremenda», «para mí, eran héroes», etc., etc. Se vieron «obligados» a tomar las armas. No les dejaron otra opción. Aquí aparece ya un aspecto importante de su mentalidad: se atenúa o niega la responsabilidad individual en la decisión fatal de recurrir a la violencia, insistiendo en cambio en la insoportable represión española. La responsabilidad de la violencia no es del violento sino de aquellos que le hacen frente. En este caso, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

El idealismo mal entendido lleva al instinto de superioridad moral. Si los etarras luchan desinteresadamente por una buena causa no pueden ser culpables de ningún crimen. De ahí que asesinos convictos se consideren las «verdaderas» víctimas. La autocompasión y el victimismo son la segunda naturaleza del terrorista (la primera es el odio). Buscan quedar impunes: «solo respondo ante mi pueblo», «no tienen derecho a juzgarnos». El militante se somete incondicionalmente al colectivo (recuérdese el ejemplar caso de Yoyes, la «traidora» asesinada en 1986 por reinsertarse).

Una palabra resume el odio etarra: España. El Estado es el mal, un ente represivo y torturador, pero no solo el Estado, los mismos españoles son vistos con recelo, a veces con condescendencia, otras con odio sañudo. Sabino Arana no queda lejos. La letanía tampoco es original: vienen aquí, se quedan con lo nuestro, nos impiden ser lo que somos, nos roban nuestra cultura, se atreven a hablar en español, en el fondo nos detestan, etc. Simples frases hechas cargadas de xenofobia y resentimiento. El racismo viene como de la mano. 

En definitiva, la suma de irresponsabilidad, superioridad moral, odio, dogmatismo, colectivismo y mentalidad aldeana de asedio llevó desgraciadamente a la violencia. Una violencia calculada y sistemática que intentó desestabilizar al Estado para que este reconociera a los terroristas como interlocutores válidos en una negociación. No obstante, el resultado de dicha negociación estaba ya escrito de antemano: la irrenunciable independencia. 

Las confesiones de estos individuos son estremecedoras por su gélida brutalidad. Matar era para ellos un expediente obligado, ya que el verdadero culpable era el Estado por no doblegarse a sus «razonables» pretensiones. Como tenían razón a priori, solo quedaba darles lo que es suyo. En caso contrario, tiros. La violencia no existiría si las autoridades renunciaran a la represión. Desde la perspectiva abertzale, la persecución legal del terrorismo legitimaba plenamente la violencia clandestina como «autodefensa». Con este razonamiento circular se justificaba cualquier atrocidad. Los responsables siempre eran los demás: Estado, poderes fácticos o las mismas víctimas. Nunca los verdaderos culpables. 

«Patriotas de la muerte» es un libro indispensable para entender a unos matarifes que se creyeron guerreros (gudaris). El carácter reiterativo de sus palabras, una patética pobreza intelectual, la sustitución del razonamiento lógico por un odio/resentimiento colectivo segregador de una pseudorreligión del sacrificio y la muerte, el integrismo en suma, son comunes a todos los grupos totalitarios. Por supuesto, los correosos patriotas de la muerte desconocían el término medio: todo o nada. Nada consiguieron.

Fernando Reinares

Fernando Reinares (Logroño, 1960), catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid e investigador en prestigiosas instituciones, pertenece a un conjunto de expertos en prevención del terrorismo de la ONU y fue asesor ministerial en política antiterrorista. Ha escrito numerosos trabajos sobre temas de su especialidad (ETA, yihadismo, terrorismo global, 11-M) y recibido diversos premios por su trayectoria profesional y ciudadana. 

Publicado por Alberto. 

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