Título: El revés de la trama Autor: Graham Greene
Páginas: 303 pág.
Editorial: Seix Barral
Precio: 2,39 euros
Año de edición: 1985
«El revés de la trama» (1948) es una novela sobre la
corrupción del hombre en un periodo de guerra y aislamiento. El
protagonista es un policía inglés, el comandante Scobie, que lleva
quince años destinado en una remota colonia del África Occidental. El
mundo de Scobie es monótono y malsano. Se ocupa de pequeños asuntos:
corruptelas, robos, algo de contrabando. También de algunos casos
irrelevantes de espionaje. Los dominios de Scobie parecen ajenos al
vendaval de la Segunda Guerra Mundial. A veces, llegan ecos de combates,
rumores o amenazas de invasión que nunca se cumplen. Todo parece
tranquilo y muerto bajo un sol de fuego.
La
vida colonial es aburrida y mezquina. Nunca pasa nada. Los criados son
indígenas. La pequeña élite de blancos tiene su propio mundillo. Los
chismes, las maledicencias y la manía de espiarse unos a otros parecen
llenar sus vidas. Un calor plomizo lo invade todo. Las enfermedades
tropicales acechan. Se respira un olor a muerte. En esta colonia parecen
haberse reunido todos los fracasados del imperio británico. Están ahí
como en un almacén de muebles viejos. Nadie sabe dónde ponerlos, y en
cualquier otro lugar sobrarían. Los administradores de ese rincón ignoto
de África se sienten frustrados. Alguno se suicida,
demasiado joven para acostumbrarse a esta muerte en vida. Los cadáveres
se entierran rápidamente porque en ese clima se pudren (o ya estaban
podridos en vida).
Este
es el ambiente que Graham Greene traza con mano maestra. Una tristeza
contenida. Una desesperación sorda. Una languidez que se arrastra cada
día. Incluso los elementos de intriga que aparecen son triviales. Lo
importante es lo subyacente, el revés de la trama, la tortura interior
de unos personajes aparentemente vulgares y corrientes. En primer lugar,
el comandante Scobie. Se trata de un hombre de unos cincuenta años,
rubicundo, algo grueso y de una absoluta probidad profesional. Además,
es católico, aunque su fe empieza a flaquear. Su mujer Louise es por
completo convencional, Las buenas maneras parecen haber sustituido al
amor después de tantos años de convivencia. ¿Querido? Sí, querida. Eso
es todo. Scobie siente que ya no siente nada por Louise. Wilson, un
compañero, intenta seducirla. Scobie no se lo toma en serio. Cuando su
mujer decide irse a Sudáfrica, pide prestadas unas libras a Yusef,
comerciante sirio local, hombre poco fiable, pero que comprende y
respeta a Scobie. Empieza la caída del policía. Cierto día los
supervivientes de un barco hundido por submarinos alemanes llegan a la
colonia. Entre ellos Helen, una joven inmadura e insegura, que ha
perdido a su marido en el naufragio. Scobie se compadece de su soledad.
Acaba por enamorarse de ella. Un affaire en ese mundo sórdido.
«El revés de la trama» es una novela de fondo religioso. Graham Greene era
católico. A Scobie le preocupa la corrupción de su alma. Engañar a su
mujer no es posible para un buen católico. Aceptar un soborno tampoco es
propio de un alma pura. Mucho menos, tolerar un chantaje. Lo normal en
la colonia es infernal para Scobie. Como le dice su amante Helen: tú no
eres libre porque crees en todas esas paparruchas y sufres más de la
cuenta. Scobie se preocupa más por los prójimos que por sí mismo. Él es
un pecador, pero está dispuesto al sacrificio, aunque sea saltándose la
ortodoxia católica. Como un Cristo de fe dudosa y moral precaria, Scobie
se acerca a su redención. Es un personaje apesadumbrado, memorable,
casi uno de esos «santos sin Dios» de los que hablara Albert Camus.
Y
esto nos lleva a comentar el peculiar carácter existencialista de la
novela. Los personajes se revelan hacia adentro, en sus almas, con sus
dudas, miserias y preocupaciones. El psicologismo conduce a una
especie de existencialismo cristiano casi unamuniano. Por debajo de lo
cotidiano, está el tormento de vivir. Algunos de los personajes de esta novela sienten la náusea, o se consideran extranjeros,
verdaderos exiliados en un mundo incomprensible. El reflejo de estas
almas torturadas por el deseo o la frustración es el paisaje. Graham Greene lo convierte en un símbolo de la podredumbre del hombre
caído. Verdadero pesimismo antropológico. Ese clima cálido, corrupto,
malsano y enervante dice mucho del corazón de los hombres. La
ciudad está formada por cabañas con techo metálico en donde se posan los
buitres. En las casas, bullen las ratas, las arañas y demás sabandijas.
Estas bestias son como formas del mal y la tentación. La
putrefacción del mundo es símbolo de la corrupción del hombre. En este
pequeño infierno colonial, el más puro de corazón es el comandante
Scobie.
No es este un
libro especialmente entretenido, como otros de Graham Greene, pero sí
recomendable, porque plantea temas serios para cualquier persona, sea o
no religiosa. ¿Hasta dónde uno es responsable de sus decisiones? ¿Tienen
los demás derecho a escudriñar en la vidas ajenas? ¿Podemos
conocer algo de un hombre solo por sus acciones exteriores? ¿El hombre
debe justificarse ante los demás hombres o ante Dios? ¿Un fallo de
conducta o una debilidad moral implican necesariamente la corrupción de
una persona? ¿Hasta qué punto es lícito mentir? ¿Y aceptar la mentira
como una necesidad para seguir viviendo como si no pasara nada? La
novela de Graham Greene, densa y bien planteada, con un final
estremecedor, bien merece leerse porque suscita interrogantes que de
algún modo nos interpelan a todos.
Graham Greene
Graham Greene (Berkhamsted, 1904-1991) nació en una acomodada familia
británica de banqueros y hombres de negocios. De adolescente lo pasó
mal e intentó suicidarse varias veces. Estudió historia. Fue fugazmente
comunista. Publicó su primera novela en 1929. Viajó mucho, llegando a
trabajar para los servicios de inteligencia británicos, el mítico MI6.
Sus libros fueron muy bien acogidos tanto por la crítica como por el
público.
Era hombre de inclinaciones progresistas y
católico. Sin embargo, siempre rechazó ser un «novelista católico». Se
consideraba un católico que también era escritor. Sin embargo, ideas
como el pecado, la culpa o la redención aparecen en sus novelas de
manera más o menos explícita. Nunca recibió el Premio Nobel de Literatura. Ya muy anciano, murió en Vevey, Suiza, en 1991. Allí reposan
sus restos.
Publicado por Alberto.
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