La librería Pérgamo, si no la decana, una de las más antiguas de Madrid junto con Rubiños y la célebre La Felipa, echa el cierre definitivo. Una librería emblemática en el barrio de Salamanca que se ha mantenido muchos años como un referente dentro del gremio.
Fue fundada en 1945 por Raúl Serrano, aragonés licenciado en Derecho y catedrático de Lengua y Literatura en la antigua Universidad Central; fundador de las Juventudes Republicanas de Aragón, por lo que fue represaliado al acabar la guerra y retirado de su labor docente. Se arriesgó con un negocio difícil en la posguerra y con el préstamo de unos amigos abrió este local en la calle GeneralOráa, cuando esta zona era periferia de Madrid. En sus inicios se mantuvo mediante la venta de libros de texto y material escolar, gracias al tesón y trabajo de su fundador, que se promocionaba directamente en institutos y colegios de la zona. Con el paso del tiempo, disminuyó la venta de libros de texto y evolucionó para ser una librería tradicional; la aparición del comercio electrónico, la venta por Internet y las grandes superficies constituyeron una competencia difícil de superar y, junto con la disminución del hábito de leer y la falta de relevo generacional, terminaron haciendo inviable su continuidad.
Todo este tiempo ha estado abierta gracias a la entrega y dedicación de las hijas del fundador: Ana y sobre todo Lourdes, que ha seguido al pié del cañón durante 50 años hasta casi los 80 de edad. La librería ha mantenido todo este tiempo tanto la misma decoración interior, con estanterías de madera de castaño, como igual estética exterior, los que le confiere un encanto y atractivo especiales. Ha llegado a tener un club de fans, los Pergamantes, un grupo de seguidores para intercambio de ideas de lectura que tenían la librería como punto de reunión. El cierre ha producido una gran reacción entre los vecinos y clientes del barrio que han acudido en masa desde que anunciaron la liquidación por cierre para adquirir algún volumen como recuerdo y para comentar sucedidos y anécdotas.
Ana Serrano manifiesta con acierto que los recuerdos de la infancia son los que más marcan, los suyos la sitúan en la trastienda de la librería, ojeando libros sin descanso desde niña, a la vez que echaba una mano en lo que podía. Entre los de mi mujer están las compras de material escolar y las fichas para las clases del Colegio Estudio en este local.
El cierre de una librería siempre es una mala noticia, el cierre de un lugar emblemático y querido por tanta gente de distintas generaciones es además una triste noticia; Ana Serrano dice «Cada vez que cierra una librería me dan ganas de ponerme el crespón». Yo también lo suscribo.
Publicado por John Smith.
Un artículo muy emotivo, John. Me ha gustado mucho. No hubo vez que no me parara en el escaparate de Pergamino cada vez que pasaba por General Oráa.
ResponderEliminarUn saludo.
Jesús Rojas
Si, el cierre de Pérgamo es una pena. Tenia una fachada y un escaparate atrayentes, mas para quien la conocíamos.
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