Título: Historia de dos ciudades
Autor: Charles Dickens
Páginas: 488
Editorial: Alba
Precio: 12,50 euros
Año: 2012
Publicada en 1859 por entregas, esta novela constituye un caso diferente dentro de la producción de Dickens. No describe la vida dura y miserable de los niños, los pobres, los ancianos o las clases más desfavorecidas de su tiempo, no hay denuncia social, ni es un cuadro costumbrista de la sociedad, o parte de ella, sino que se trata de una formidable novela histórica que describe el modo de vida, las costumbres y algunos hechos históricos del siglo XVII.
Para ello, elige las dos grandes metrópolis occidentales de la época, Paris y Londres, y teje con habilidad un argumento apasionante que entrelaza a personajes relacionados con las dos. París, agitada por la Revolución francesa, es el caos, el desorden, la violencia y la inseguridad, un lugar en el que todo puede ocurrir y casi reina la ley de la selva; en cambio Londres es el orden y la racionalidad, un lugar seguro y civilizado en el que se puede vivir tranquilamente.
Escrita al final de su corta vida, cuando ya había producido sus grandes obras, tiene el incondfundible estilo de este autor, de frases a veces largas, muy expresivo, rico y florido, apasionado, en uno de los ingleses más bellos que se pueden escribir, muy explícito y descrptivo, con un toque de inteligente ironía y un sentido del humor muy especial. Se tiene la sensación de que todo se explica hasta el final al lector, que no tiene nada más que disfrutar de lo que le cuentan y estar atento a las sutilezas de este narrador único.
Como muestra, aquí tenéis el primer párrafo, un fragmento muy conocido que constituye toda una declaración de intenciones de cómo se van a contar las cosas:
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.»
«Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos en derechura al cielo y nos extraviábamos por el camino opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que, tanto en lo que se refiere al bien como al mal, sólo es aceptable la comparación en grado superlativo.»
Un libro sensacional que es a la vez una novela de aventuras, una historia romántica, una lección de historia, un superventas que se vendió como rosquillas y un clásico de calidad. No se puede pedir más, el amigo Carlos, además de cubrir un buen número de genéros literarios es ameno, engancha al lector y escribe como los ángeles.
Se han hecho varias versiones cinematográficas de esta novela, yo me quedo con la más clásica, la que dirigió en 1935 Jack Conway, con Ronald Colman y Elizabeth Allan como protagonistas. Tiene un aroma tan antiguo que parece más cercana al siglo en el que transcure la historia.
Charles Dickens (Portsmouth,
1812-1870) no fué al colegio hasta los nueve años y fué autodidacta en
buena medida. Fué un lector empedernido desde niño, estuvo en la cárcel con su padre
condenado por deudas (entonces la familia podía vivir con el progenitor
si era condenado a prisión). Su vida parece una de sus novelas. Empezó a trabajar en una fábrica de betún a
los diez años, y luego como pasante de un parlamentario, taquígrafo,
reportero y periodista. Se casó, tuvo diez hijos y escribió dieciséis
novelas, la mayoría por entregas, que le han consagrado como uno de los
grandes de la literatura.
Su descripción de la explotación infantil y de las duras condiciones de trabajo de los ninños inspiró y sirvió de argumento a Carlos Marx. Murió prematuramente, a los cincuenta y ocho años, de una
apoplejía, probablemente como consecuencia de la vida de esfuerzos y excesos que llevó.
Fué
un escritor tremendamente popular en vida, que influyó poderosamente en
generaciones enteras de autores. Se han hecho más de 180 películas
basadas en alguna de sus obras, además de piezas de teatro,
adaptaciones, comics, etcétera. Clásico entre los clásicos, grande entre los grandes, pocos
autores tienen un adjetivo (dickensiano) que describe su mundo. Muy pocos autores han sabido aunar popularidad y calidad literaria tan bien como él.
Charles Dickens escribiendo (1858)
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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