Título: El pájaro azul
Autor: Maurice Maeterlink
Páginas: 206
Editorial: Losada
Precio: 9,50 euros
Año de edición: 2009
Estos días he releído una obra que fue capaz de dejar grabado en el fondo de mis recuerdos una impresión como sólo una obra de teatro puede hacerlo.
Hace tiempo que leí «El pájaro azul» del Premio Nobel belga
Maurice Maeterlink (Gante, 1862 – Niza 1949). Es uno de los clásicos por
excelencia del género y fue todo un acontecimiento en los teatros más
prestigiosos de medio mundo en su momento.
La obra empieza en Navidad, así que, ¿qué mejor momento que éste para leerla? Pero más allá de ese inicio, nada tiene que ver con estas fechas mágicas.
En un ambiente muy
«Hermanos Grimm», en una de sus
idílicas casas medievales, los niños de una familia humilde buscan «el pájaro
azul de la felicidad». Lo que no saben es que aquello que anhelan y desean no
es otra cosa que algo que les servirá, una vez que lo hayan encontrado, para comprender la prevalencia
del fin sobre los medios.
Sería posible enumerar los momentos en los que curiosas circunstancias y extraños seres salen a la palestra, tales como revivir
tiempos pasados, una bruja, animales parlantes que casi lo convierten en una fábula y la personificación de objetos, por citar solo algunos
ellos. Pero hay sin duda una escena muy especial que de vez en cuando me viene
a la mente, a pesar de que ninguno de sus pasajes pasa desapercibido fácilmente.
Allá en el cielo, y no después de morir sino antes de nacer,
nos reúne a todos el autor. Con nuestros defectos, virtudes y
ambiciones habitamos ese utópico lugar. El pintor pinta, el escritor escribe y
el enamorado besa. Pero a todos nos llega ese momento de nacer y de separarnos
de cuanto estemos haciendo. Es entonces cuando nos invade el pánico a perder
nuestro más perfecto lienzo inacabado, nuestra mejor novela a medias, y al amor
de nuestra vida con un beso sin terminar. Puedo asegurar no haber visto más
bella escenificación de la muerte, aun por paradójico que pueda resultar
el utilizar para ello el lugar en el que todos estamos antes de ser concebidos.
Y es que, Maurice Maeterlink, al igual que nos representa la
muerte sin decirlo, también representa gran cantidad de pasajes emotivos. Esta obra es uno de esos libros que por fantástico que pueda parecer, presenta escenas usuales en la realidad con relaciones muy interesantes; sólo hay que
encontrarlas. Puede parecer a primera vista una obra de teatro infantil, pero con un contenido ideal
para todos los públicos.
Maurice Materlink
Publicado por Jesús Rojas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario