José Emilio Pacheco
Menos más que ha acabado por fin este maldito mes de enero en el que hemos tenido que despedir de todo un batallón de poetas de primera fila. Primero fué Juan Gelman, fallecido el día 14, luego el mexicano José Emlio Pacheco el día 26 y este jueves, el día 30, nada menos que Félix Grande. Vaya desde aquí para los tres, en recuerdo y un emocionado saludo, donde quiera que estén.
José Emilio Pacheco nació en la Ciudad de México en 1939, estudió en La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y muy joven comenzó a publicar poesía, cuentos y a traducir del inglés. Dirigió revistas, trabajó dirigiendo varias colecciones de esa universidad, fué miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y se convirtió en una figura fundamental del panorama cultural de México.
Se especializó en literatura mexicana del siglo XIX y en la obra de Borges. Fué profesor en la UNAM y en las Universidades de Maryland, Essex, entre otras, y recibió innumerables premios, entre otros, el Premio Cervantes en 2009.
Hace algún tiempo leí una novela corta suya, «Las batallas en el desierto», absolutamente maravillosa. Como poeta es sencillo, coloquial, huye de los grandes y ampulosos efectos poéticos, lo que le convierte en un autor cercano, de andar por casa, que habla de cosas cotidianas como los afectos, la ternura y el paso del tiempo. Os dejo unos ejemplos de su poesía:
La noche nuestra interminable
Mis paginitas, ángel de mi guarda, fe
de las niñeras antiquísimas,
no pueden, no hacen peso en la balanza
contra el horror tan denso de este mundo.
Cuántos desastres ya he sobrevivido,
cuántos amigos muertos, cuánto dolor
en las noches profundas de la tortura.
Y yo qué hago y yo qué puedo hacer.
Me duele tanto el sufrimiento de otros,
y apenas
intento conjurarlo por un segundo con estas hojitas
que no leerán los aludidos, los muertos ni los pobres
ni tampoco
la muchacha martirizada. Cuál Dios
podría mostrarse indiferente
a esta explosión, a esta invasión del infierno.
Y en dónde yace la esperanza, de dónde
va a levantarse el día que sepulte
la noche nuestra interminable doliendo.
Noche y nieve
Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve.
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga.
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo.
La gota
La gota es un modelo de concisión:
de las niñeras antiquísimas,
no pueden, no hacen peso en la balanza
contra el horror tan denso de este mundo.
Cuántos desastres ya he sobrevivido,
cuántos amigos muertos, cuánto dolor
en las noches profundas de la tortura.
Y yo qué hago y yo qué puedo hacer.
Me duele tanto el sufrimiento de otros,
y apenas
intento conjurarlo por un segundo con estas hojitas
que no leerán los aludidos, los muertos ni los pobres
ni tampoco
la muchacha martirizada. Cuál Dios
podría mostrarse indiferente
a esta explosión, a esta invasión del infierno.
Y en dónde yace la esperanza, de dónde
va a levantarse el día que sepulte
la noche nuestra interminable doliendo.
Noche y nieve
Me asomé a la ventana y en lugar de jardín hallé la noche
enteramente constelada de nieve.
La nieve hace tangible el silencio y es el desplome de la
luz y se apaga.
La nieve no quiere decir nada: Es sólo una pregunta que
deja caer millones de signos de interrogación sobre el mundo.
La gota
La gota es un modelo de concisión:
Y nadie escucha.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.
Sombra y silencio en torno de la gota,
brizna de luz entre la noche cósmica
en donde no hay respuesta.
Era un grande de la poesía, a pesar de su famoso comentario: «Pero si ni siquiera soy uno de los mejores de mi barrio. ¿No ven que soy vecino de Juan Gelman?». Y es que ambos vivían en el barrio de la Condesa, en Ciudad de México.
José Emilio Pacheco en su estudio (Foto de Rogelio Cuéllar, 1989)
Félix Grande
Félix Grande (Mérida, 1937-2014) además de un gran poeta, ganador del Premio Adonais en 1963 y del Premio Nacional de Poesía en 1978, era un buen novelista y un notable flamencólogo. Lo conocí en primer lugar como autor de «Memoria del flamenco», un espléndido ensayo enciclopédico de más de 600 páginas, muy completo, en el que aborda prácticamente todos los aspectos de esa forma artística: su historia, su contexto social, sus principales figuras, los palos... todas las claves del arte jondo. Aquí se puede leer un buen artículo sobre esta obra.
Grande era también un guitarrista flamenco de cierto nivel y contaba él mismo que cuando estaba buscando su estilo, un día escuchó tocar a Paco de Lucía, se dió cuenta de que nunca llegaría a nada parecido y decidió que la guitarra no era lo suyo.
Como poeta era un autor profundo, existencial, de hondo calado, tierno y apasionado cuando escribía versos de amor. Su carrera tiene algunas peculiaridades, por ejemplo estuvo 30 años sin publicar poesía, desde 1980 hasta 2010, y estaba casado con la poeta Francisca Aguirre (tambien ganadora del Premio Nacional de Poesía), con la que tuvo una hija, también poeta, Guadalupe Grande. Toda una familia de poetas.
También os dejo aquí unas muestras de su obra:
Eres como un pretexto
Y eres como un pretexto para que yo medite
y yo soy un pretexto de pena que te infieres,
y en medio esa tristeza de hombres y de mujeres
que es casi todo cuanto la vida nos permite;
pero tú y yo sabemos que cuando el mar se irrite,
de toda esta comedia poblada de alfileres
quedará la leyenda pequeña de dos seres
que se amaron, aunque ello jamás nos resucite;
ahora estamos logrando la imperfección, mañana
seremos el perfecto sollozo planetario,
el no ser y el no amar y el no temer, hermana;
vivir es componer una música muerta,
pero llevarle flores, rezarle así, a diario,
quizá equivalga a oírla, como si fuera cierta.
que es casi todo cuanto la vida nos permite;
pero tú y yo sabemos que cuando el mar se irrite,
de toda esta comedia poblada de alfileres
quedará la leyenda pequeña de dos seres
que se amaron, aunque ello jamás nos resucite;
ahora estamos logrando la imperfección, mañana
seremos el perfecto sollozo planetario,
el no ser y el no amar y el no temer, hermana;
vivir es componer una música muerta,
pero llevarle flores, rezarle así, a diario,
quizá equivalga a oírla, como si fuera cierta.
Amada
Amada, sólo un tema me queda hoy en la vida:
tú eres mi tema, tú eres mi asunto solitario;
en mi espalda te llevo igual que un dromedario
en el desierto lleva su gran agua escondida;
igual que el dromedario cruza los arenales
una vez y otra vez sin salir del desierto,
con su estéril nostalgia de valle, hasta que es muerto
sobre los arenales, sobre los arenales;
igual que el dromedario yo soporto las cargas
con mi paso cansino de soledad, las llevo
sobre mí por arenas persistentes y largas;
y, como el dromedario, avaricioso, traje
mi cántaro de agua, y te bebo y te bebo
sin otro dios que tú mientras dura el viaje.
tú eres mi tema, tú eres mi asunto solitario;
en mi espalda te llevo igual que un dromedario
en el desierto lleva su gran agua escondida;
igual que el dromedario cruza los arenales
una vez y otra vez sin salir del desierto,
con su estéril nostalgia de valle, hasta que es muerto
sobre los arenales, sobre los arenales;
igual que el dromedario yo soporto las cargas
con mi paso cansino de soledad, las llevo
sobre mí por arenas persistentes y largas;
y, como el dromedario, avaricioso, traje
mi cántaro de agua, y te bebo y te bebo
sin otro dios que tú mientras dura el viaje.
Tengo en las manos un jarro de ternura
Mira: tengo en las manos un jarro de ternura,
ya no sé si es alegre o es triste estar contigo;
siento la lengua como a una chepa y no te digo
nada que signifique lo que nuestra aventura;
y estar juntos parece la creación entera,
cuánta creación debajo de nuestras cuatro sienes;
a ti y al tiempo tengo, a mí y al tiempo tienes:
somos ricos y pobres, como lengua sincera;
como lengua sincera destruimos, levantamos,
vivimos densamente y nos enamoramos
densamente, en silencio, sufriendo de emoción;
estar juntos parece morir juntos, parece
un jarro de ternura, muy frágil, que estremece
de noción de principio y de fin a la creación.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
ya no sé si es alegre o es triste estar contigo;
siento la lengua como a una chepa y no te digo
nada que signifique lo que nuestra aventura;
y estar juntos parece la creación entera,
cuánta creación debajo de nuestras cuatro sienes;
a ti y al tiempo tengo, a mí y al tiempo tienes:
somos ricos y pobres, como lengua sincera;
como lengua sincera destruimos, levantamos,
vivimos densamente y nos enamoramos
densamente, en silencio, sufriendo de emoción;
estar juntos parece morir juntos, parece
un jarro de ternura, muy frágil, que estremece
de noción de principio y de fin a la creación.
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