Título: Historias de Pekín
Autor: David Kidd
Páginas: 215
Editorial: Libros del asteroide
Precio: 17,95 euros
Año de edición: 2006
Este libro, publicado originalmente en 1960 con el título de «All the Emperor's Horses» («Todos los caballos del Emperador») y reeditado en 1988 ya con el título de «Historias de Pekín», cuenta los recuerdos del autor, testigo de excepción de la caida del antiguo Imperio Chino a manos de los revolucionarios comunistas en 1948. David Kidd se casó en aquellos días con una joven aristócrata de la China clásica, hija del exPresidente del Tribunal Supremo, que sabía tocar el vioín y bailar flamenco, y eso le permitió vivir una transición tan interesante y a la vez tan chocante, desde dentro.
Un testimonio histórico único, porque como explica el propio David en la introducción, él conocía a toda la colonia europea que estaba en la capital china en aquel momento y nadie había publicado un libro de memorias cuando él dió el suyo a la imprenta.
El autor describe primero la legendaria ciudad tal y como él la conoció al llegar, una urbe medieval de un millón de habitantes rodeada de imponentes murallas y 16 magníficas puertas dobles, con una cultura milenaria y riquísima. Todo aquello fué arrrasado por los comunistas, murallas incluidas, que solo respetaron la Ciudad Prohibida, tras un asedio de un año entero.
El choque cultural entre la nueva China y la antigua fué brutal, y Kidd lo cuenta con inteligencia y sensibilidad. Tiene el acierto de los buenos observadores, que saben seleccionar los detalles y las anécdotas más representativas y sintomáticas para construir así un retrato certero y ameno.
Aquí se aprenden muchos detalles de la cultura antigua china: que los novios se casan de rojo, que las baldosas más elegantes eran las negras, que era de buen tono aspirar rapé, que los antepasados se convertían en deidades respetades durante tres generaciones, que el oro se guardaba en lingotes con forma de barquitos (zapatos) y mil cosas más a cual más interesante.
También se describe sucintamente lo que fué la revolución de Mao, la mayor destrucción sistemática y planificada de una cultura milenaria, con todo lo que ello significa y la vuelta de tuerca sangrienta y espantosa que supuso la revolución cultural posterior.
Según concluye David Kidd: «Soy historiador y en ningún lugar del mundo ha ocurrido algo así». Un libro excepcional y un testimonio único, que hará las delicias de los aficionados a la historia contemporánea y reciente, y a los lectores que se interesan por todo lo interesante.
La ciudad prohibida
David Kidd (Kentucky, 1927-1996) estudió cultura china en la Universidad de Michigan
y se marchó a Pekín, para estudiar poesía china en la Universidad de Yenching y dar clases de inglés en
la Universidad de Qinghua.
En los cuatro años (1946-1950) que vivió en Pekín le dió tiempo a casarse, a asistir a la caída del imperio chino, ver cómo los comunistas tomaban el poder y conocer a ilustres expatriados, como John Blofeld o William Empson.
Su matrimonio con Aimee Yu, una joven de la aristocracia pequinesa, le permitiría conocer de primera mano y desde dentro el desmoronamiento de la antigua China. En 1950 abandonó el país con su mujer y se instalaron en Estados Unidos. Allí Aimee Kidd desarrolló una brillante carrera como física, mientras que David enseñaba en el Asia Institute de Nueva York. Escapó del comunismo para caer en el macartismo, porque durante años fué sospechoso por haber vivido en un país comunista por voluntad propia.
En 1956, se trasladó a Japón Allí dio clases en las Universidades de Kobe y Osaka y se convirtió en un reconocido coleccionista de arte chino y japonés. Más tarde se instaló en Kioto y fundó la Oomoto School of Traditional Japanese Arts, donde acabó enseñando tradiciones japonesas a los japoneses.
En los cuatro años (1946-1950) que vivió en Pekín le dió tiempo a casarse, a asistir a la caída del imperio chino, ver cómo los comunistas tomaban el poder y conocer a ilustres expatriados, como John Blofeld o William Empson.
Su matrimonio con Aimee Yu, una joven de la aristocracia pequinesa, le permitiría conocer de primera mano y desde dentro el desmoronamiento de la antigua China. En 1950 abandonó el país con su mujer y se instalaron en Estados Unidos. Allí Aimee Kidd desarrolló una brillante carrera como física, mientras que David enseñaba en el Asia Institute de Nueva York. Escapó del comunismo para caer en el macartismo, porque durante años fué sospechoso por haber vivido en un país comunista por voluntad propia.
En 1956, se trasladó a Japón Allí dio clases en las Universidades de Kobe y Osaka y se convirtió en un reconocido coleccionista de arte chino y japonés. Más tarde se instaló en Kioto y fundó la Oomoto School of Traditional Japanese Arts, donde acabó enseñando tradiciones japonesas a los japoneses.
David Kidd
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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