Título: Enseñanza, ciencia e ideología en España (1890-1950)
Autores: Manuel Castillo y Juan Luis Rubio
Páginas: 333
Editorial: Vitela
Precio: 25 euros
Año: 2015
Esta libro, escrito por dos profesores e investigadores de la Universidad de Sevilla, resume la historia de la investigación en España desde un punto de vista organizativo y político, abordando los esfuerzos dedicados a desarrollar esas actividades durante el final de la Restauración borbónica, la Segunda República y el Franquismo.
En 1909 se creó la llamada Junta de Ampliación de Estudios (JAE), bajo la direccion de Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir las neuronas, con el objetivo fundamental de organizar y financiar estancias de los mejores científicos españoles en la universidades americanas y europeas.
Se creó así un notable ecosistema de científicos e investigadores, como el gran físico Blas Cabrera, los matemáticos Julio Rey Pastor y Luis Santaló, el químico Enrique Moles, Severo Ochoa (Premio Nobel de Medicina en 1959), Odón de Buen, pionero de la Oceanografía y muchos más. Incluso, Albert Einstein aceptó dirigir una Cátedra Extraordinaria en la Univeridad Central de Madrid (hoy Complutense).
Sin embargo, el Gobierno de Burgos presidido por Franco disolvió en 1937 la JAE para «poner la vida doctoral española bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María». El desmoche que vino después fué espantoso. No sólo fueron los cuatro famosos catedráticos, Agustín García Calvo, José Luis Aranguren, Julián Marías y Enrique Tierno Galván, los perseguidos, fueron muchos más. De 580 catedráticos que había en 1936, 20 fueron fusilados, 150 expulsados y 195 se exiliaron.
Poco después, en 1939, se creaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas bajo la dirección de José María Albareda, miembro del Opus Dei que luego sería ordenado sacerdote, para «la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII». Se prohibió «El origen de las especies» de Darwin y se introdujeron algunos párrafos del Génesis en los libros de texto. En el auditorio de la Residencia de Estudiantes fué demolido y en su lugar se edificó una iglesia. En suma, la censura, la escasa visión y la falta de libertad de pensamiento y expresión lastraron gravemente la cultura y la investigación españolas.
Sin embargo, durante años circuló la especie de que la ciencia española anterior a la Guerra Civil española era practicamente inexistente y la Historia aparecia en muchos aspectos una mera prolongación del espíritu del 98. Lamento decirlo, pero me parece que no nos hemos recuperado totalmente de aquella época, nefasta para la ciencia. Todavía está pendiente completar la reforma del CSIC, un organismo de funcionarios-investigadores presidido actualmente por segunda vez por Emilio Lora-Tamayo, hijo de Manuel Lora-Tamayo, Ministro de Educación con Franco y también presidente del CSIC, entre 1967 y 1971.
Este libro, con un tono militante y reivindicativo, pero con la objetividad que aportan la profusión de citas, datos y pruebas, repasa la historia de esos convulsos sesenta años, lo que no está mal para ayudarnos a conocer mejor nuestro pasado, saber de dónde venimos y no repetir errores cuyas consecuencias ya conocemos.
Páginas: 333
Editorial: Vitela
Precio: 25 euros
Año: 2015
Esta libro, escrito por dos profesores e investigadores de la Universidad de Sevilla, resume la historia de la investigación en España desde un punto de vista organizativo y político, abordando los esfuerzos dedicados a desarrollar esas actividades durante el final de la Restauración borbónica, la Segunda República y el Franquismo.
En 1909 se creó la llamada Junta de Ampliación de Estudios (JAE), bajo la direccion de Santiago Ramón y Cajal, Premio Nobel de Medicina en 1906 por descubrir las neuronas, con el objetivo fundamental de organizar y financiar estancias de los mejores científicos españoles en la universidades americanas y europeas.
Se creó así un notable ecosistema de científicos e investigadores, como el gran físico Blas Cabrera, los matemáticos Julio Rey Pastor y Luis Santaló, el químico Enrique Moles, Severo Ochoa (Premio Nobel de Medicina en 1959), Odón de Buen, pionero de la Oceanografía y muchos más. Incluso, Albert Einstein aceptó dirigir una Cátedra Extraordinaria en la Univeridad Central de Madrid (hoy Complutense).
Sin embargo, el Gobierno de Burgos presidido por Franco disolvió en 1937 la JAE para «poner la vida doctoral española bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María». El desmoche que vino después fué espantoso. No sólo fueron los cuatro famosos catedráticos, Agustín García Calvo, José Luis Aranguren, Julián Marías y Enrique Tierno Galván, los perseguidos, fueron muchos más. De 580 catedráticos que había en 1936, 20 fueron fusilados, 150 expulsados y 195 se exiliaron.
Poco después, en 1939, se creaba el Consejo Superior de Investigaciones Científicas bajo la dirección de José María Albareda, miembro del Opus Dei que luego sería ordenado sacerdote, para «la restauración de la clásica y cristiana unidad de las ciencias destruida en el siglo XVIII». Se prohibió «El origen de las especies» de Darwin y se introdujeron algunos párrafos del Génesis en los libros de texto. En el auditorio de la Residencia de Estudiantes fué demolido y en su lugar se edificó una iglesia. En suma, la censura, la escasa visión y la falta de libertad de pensamiento y expresión lastraron gravemente la cultura y la investigación españolas.
Sin embargo, durante años circuló la especie de que la ciencia española anterior a la Guerra Civil española era practicamente inexistente y la Historia aparecia en muchos aspectos una mera prolongación del espíritu del 98. Lamento decirlo, pero me parece que no nos hemos recuperado totalmente de aquella época, nefasta para la ciencia. Todavía está pendiente completar la reforma del CSIC, un organismo de funcionarios-investigadores presidido actualmente por segunda vez por Emilio Lora-Tamayo, hijo de Manuel Lora-Tamayo, Ministro de Educación con Franco y también presidente del CSIC, entre 1967 y 1971.
Este libro, con un tono militante y reivindicativo, pero con la objetividad que aportan la profusión de citas, datos y pruebas, repasa la historia de esos convulsos sesenta años, lo que no está mal para ayudarnos a conocer mejor nuestro pasado, saber de dónde venimos y no repetir errores cuyas consecuencias ya conocemos.
Laboratorio de investigación en los años 60
Manuel Castillo Mayoral es Catedrático de Historia de la Ciencia de la Universidad de Sevilla. Ha estado enseñando en las Universidades de Salford, Manchester, Hamburgo, Querétaro y San Luis de Potosí, y ha desarrollado una larga carrera científica en el campo de la Historia de la Ciencia y de la Técnica, con publicaciones tan curiosas e interesantes como «Bartolomé de Medina y el siglo XVI: un sevillano lleva la revolución tecnológica a América», premiado con el Premio de Investigación Ciudad de Sevilla en el año 2000.
Juan Luis Rubio Mayoral es Profesor Titular de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Sevilla. Es autor de numerosos artículos de investigación y de varios libros como «Disciplina y rebeldía. Los estudiantes en la Universidad de Sevilla (1939-1970)».
Franco junto al Ministro de Educación Joaquín Ruiz Jiménez en la inauguración en 1954 del
Instituto Nacional de Ivestigaciones Agrarias (CC BY-SA 3.0
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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