Primera página de las coplas
Hoy me apetece hablar de una poesía clásica, una de mis favoritas, aunque seguro que ya la conocéis. Bueno, esta entrada puede servir para darla a conocer a algún despistadillo que otro que no la haya leído y para recordarla al resto. Son las archiconocidas «Coplas a la muerte de su padre» de Jorge Manrique, un largo canto escrito hace más de quinientos años, en pleno siglo XV, sobre la fugacidad de la vida, el paso del tiempo y la muerte, dedicado a la memoria de su padre.
Lo primero que llama la atención es lo claro, directo y transparente que es el mensaje, a pesar del castellano antiguo en el que está escrito y de las continuas referencias militares. Lo segundo es la sencillez del planteamiento estético, el autor utiliza coplas de pié quebrado, una estrofa bastante simple, no cuida demasiado la rima y no busca hacer grandes metáforas ni emplea un estilo rebuscado. Logra un efecto mucho mayor hablando casi coloquialmente, con una voz cercana y sentida, humilde. Parece que alguien del pasado nos recita en voz baja, al oído y a nosotros. El resultado es de una elegancia, una contención y una sobriedad sublimes.
Según parece, los temas que toca eran corrientes en la época y tenían una larga tradición, pero Manrique los desgrana con una fluidez y una belleza que se graban en la memoria y se quedan, que resultan pegadizos y sobrecogen por su trascendencia, que nos hacen pensar, nos calman y a la vez nos despiertan. Una poesía estupenda, que muchos hemos oído de niños en el colegio y que bien puede decirse que es un clásico de clásicos, porque fué conocida y muy alabada por los grandes poetas del Siglo de Oro español, Lope, Quevedo, Góngora, Cervantes y muchos otros,
Estas coplas, aunque eran concocidas antes, no se publicaron hasta después de la muerte de su autor en una escaramuza durante el asedio a un castillo, a los cuarenta y nueve años. En este enlace podéis encontrar una versión completa y explicada.
Aquí os dejo una versión resumida como muestra:
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Nuestras
vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Este mundo
es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
Los placeres
y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos:
No mirando a nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
des que vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.
Después de
puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero,
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta
diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
muestre su esfuerzo famosotantas veces por su ley
al tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero,
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta
diciendo: «Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero
en este trago;
y pues de vida y salud
hicisteis tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
por sufrir esta afrenta
que os llama.
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
conservados,
cercado de su mujer,
y de sus hijos y hermanos
y criados,
dio el alma a quien se la dio,
el cual la ponga en el cielo
y en su gloria,
y aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
Y si preferís una versión con música, en este vídeo podéis escuchar la que hizo Paco Ibáñez en los años 60:
Jorge Manrique (Paredes de Nava, Palencia, 1440-1479) fué un poeta español prerrenacentista, muy conocido por estas coplas, uno de los grandes clásicos de la literatura castellana.
Su fecha y lugar de nacimiento son inciertos; eso sí, se sabe que era hijo de Rodrigo Manrique, Conde de Paredes de Nava, Maestre de la Orden de Santiago, uno de los hombres más poderosos del reino, que falleció en 1476 parece que de un cáncer que le desfiguró el rostro.
Hombre de armas y letras, luchó contra los musulmanes, participó en el levantamiento de nobles contra Enrique IV de Castilla, luchó a favor de Isabel de Castilla y en contra de los partidarios de Juana la Beltraneja. Su lema era «Ni miento ni me arrepiento». Como poeta, su producción es escasa, apenas 40 poemas que se pueden clasificar en amorosos, satíricos y doctrinales.
Murió de una lanzada en Santa María del Campo Rus, cerca del castillo de Garcimuñoz (Cuenca), combatiendo contra los que se oponían a que Isabel ocupase el trrono. Entre sus ropas ensangrentadas se encontraron sus últimos versos, que comenzaban diciendo «¡Oh mundo!, pues que me matas...».
Retrato de Jorge Manrique debido a Juan de Borgoña
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Hola, simplemente aclarar la muerte de Jorge Manrique que parece que no la dejas muy clara. Asediando Castillo de Garcimuñoz, lo hirieron mortalmente de una lanzada. Fue trasladado a Santa Maria donde tenían su campamento y murió.
ResponderEliminarGracias por la aclaración. No conocía esos detalles.
ResponderEliminarSalud y libros.