Título: Flor nueva de romances viejos
Autor: Ramón Menéndez Pidal
Páginas: 256
Editorial: Austral
Precio: 8,95 euros
Año de edición: 1976 (9ª edición)
Romance del enamorado y la muerte
Páginas: 256
Editorial: Austral
Precio: 8,95 euros
Año de edición: 1976 (9ª edición)
De vuelta ya del veraneo, empezamos el curso con un poco de poesía, con el romancero español, aunque a decir verdad es una poesía un poco especial, porque la poesía épica era la manera habitual de contar historias en aquellos tiempos. En esta sabrosa antología, publicada en1938 por primera vez, se reúnen más de cien romances castellanos de los siglos XIV y XV. Un romance es un poema breve, épico-lírico, de de versos dieciséis sílabas con rima asonante, que se cantaba al son de un instrumento en danzas corales, en reuniones de recreo o para acompañar al trabajo.
Los hechos que se cuentan sucedieron desde el siglo VIII, como ocurre con la historia de Don Rodrigo, el último rey visigodo de la Península, hasta el siglo XI, en el que transcurre todo el ciclo sobre el Cid, lo que indica que estos romances se transitieron oralmente durante generaciones, seguramente acompañados de música, hasta quedar escritos.
Aquí se incluyen maravillas de concisión y expresividad, como estos dos ejemplos: el «Romance del prisionero», que nos hacían aprender de memoria en el colegio a los chavales de mi generación y una pieza que me fascina, el truculento, intenso y delicado «Romance del enamorado y la muerte», que incluye diálogos, situaciones dramáticas, sentimiento... lo tiene todo en unas cuantas líneas:
Romance del prisionero
Que por mayo era por mayo,
cuando hace la calor,
cuando hace la calor,
cuando
los trigos encañan
y están
los campos en flor,
cuando
canta la calandria
y
responde el ruiseñor,
cuando
los enamorados
van a
servir al amor;
sino yo,
triste, cuitado,
que vivo
en esta prisión;
que ni sé
cuándo es de día,
ni cuándo
las noches son,
sino por
una avecilla
que me
cantaba al albor.
Matómela
un ballestero;
déle Dios
mal galardón.
Yo me estaba reposando
anoche como solía;
anoche como solía;
soñaba con
mis amores
que en mis
brazos se dormían.
Vi entrar
señora tan blanca,
Muy más
que la nieve fría.
-¿Por
dónde has entrado, amor?;
¿por dónde
has entrado, vida?
Las
puertas están cerradas,
ventanas y
celosías.
-No soy
el amor, amante;
la muerte,
que Dios te envía.
-¡Oh
muerte tan rigurosa,
déjame
vivir un día!
-Un día no
puedo darte,
una hora
tienes de vida.
Muy
deprisa se levanta,
Más
deprisa se vestía,
ya se va
para la calle
en donde
su amor vivía.
-Ábreme la
puerta, blanca,
ábreme la
puerta, niña.
-¿La
puerta cómo he de abrirte
si la hora
no es convenida?
Mi padre no fue a palacio,
mi madre
está ya dormida.
-Si no me
abres esta noche
ya nunca
más me abrirás:
la muerte
me anda buscando;
¡junto a
ti, vida sería!
-Vete bajo
la ventana,
donde
bordaba y cosía;
te echaré cordón de seda
para que
subas arriba;
si la seda
no alcanzare
mis
trenzas añadiría.
La fina
seda se rompe.
La muerte
que allí venía:
-Vamos, el
enamorado;
la hora ya
está cumplida.
Tambien se incluye el ciclo completo sobre el ya mencionado Cid Campeador, que comprende treinta y un romances sobre la mayor parte de su vida, desde las mocedades hasta el destierro y posterior perdón.
Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, según la imaginacón del grabador
Se
recogen además pentagramas con la música de dos melodías diferentes que se pueden
utilizar para acompañar a cualquiera de estos romances, tal y como se hacía con
la vihuela en las cortes de los Reyes Católicos y de Carlos V.
Una antología impresionante
sobre algunos de los primeros textos en castellano que se conservan,
transmitidos oralmente durante generaciones, es decir lo más clásico de lo
clásico, que sin embargo sorprenden por su belleza y amenidad. Algunos
fragmentos son tan escuetos y sintéticos que bien podrían pasar por microrrelatos. Un libro imprescindible
que gustará a todo el mundo.
Ramón Menéndez Pidal (La Coruña, 1869 -1968), hijo de un magistrado, completo sus estudios siguiendo a su padre en sus destinos, en colegios de Oviedo, Albacete y Burgos. Estudió Filología en la Universidad de Madrid, en la que consiguió la cátedra de Filología Románica. Discípulo de Marcelino Menéndez Pelayo, trabajó en la Biblioteca Real de Madrid, fué miembro de la Real Academia Española y arbitró en un conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú.
Llegó a ser director de la RAE, pero renunciò al cargo como protesta por algunas decisiones del régimen franquista. Más tarde fué reelegido y consiguió que los sillones de los miembros exiliados permaneciesen vacíos hasta su fallecimiento.
Fué un notable erudito y una autoridad como filólogo, historiador, folclorista y medievalista. Se dedicó especialmente al estudio de la épica medieval española y el romancero castellano. A través del estudio de los romances, establecio rigurosamente toda la gramática de la época, lo que le permitió abordar temas de gramática evolutiva de capital importancia.
Llegó a ser director de la RAE, pero renunciò al cargo como protesta por algunas decisiones del régimen franquista. Más tarde fué reelegido y consiguió que los sillones de los miembros exiliados permaneciesen vacíos hasta su fallecimiento.
Fué un notable erudito y una autoridad como filólogo, historiador, folclorista y medievalista. Se dedicó especialmente al estudio de la épica medieval española y el romancero castellano. A través del estudio de los romances, establecio rigurosamente toda la gramática de la época, lo que le permitió abordar temas de gramática evolutiva de capital importancia.
Ramón Menéndez Pidal
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Muchas gracias por tu pequeña aportación sobre este gran libro. Tendría que haber mas gente que propulsase la lectura y la cultura en general, gracias.
ResponderEliminar