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domingo, 1 de septiembre de 2013

Flor nueva de romances viejos - Ramón Menéndez Pidal

 

Título: Flor nueva de romances viejos
Autor: Ramón Menéndez Pidal

Páginas: 256

Editorial: Austral

Precio: 8,95 euros 

Año de edición: 1976 (9ª edición)


De vuelta ya del veraneo, empezamos el curso con un poco de poesía, con el romancero español, aunque a decir verdad es una poesía un poco especial, porque la poesía épica era la manera habitual de contar historias en aquellos tiempos. En esta sabrosa antología, publicada en1938 por primera vez, se reúnen más de cien romances castellanos de los siglos XIV y XV. Un romance es un poema breve, épico-lírico, de de versos dieciséis sílabas con rima asonante, que se cantaba al son de un instrumento en danzas corales, en reuniones de recreo o para acompañar al trabajo.

Los hechos que se cuentan sucedieron desde el siglo VIII, como ocurre con la historia de Don Rodrigo, el último rey visigodo de la Península, hasta el siglo XI, en el que transcurre todo el ciclo sobre el Cid, lo que indica que estos romances se transitieron oralmente durante generaciones, seguramente acompañados de música, hasta quedar escritos. 

Aquí se incluyen maravillas de concisión y expresividad, como estos dos ejemplos: el «Romance del prisionero», que nos hacían aprender de memoria en el colegio a los chavales de mi generación y una pieza que me fascina, el truculento, intenso y delicado «Romance del enamorado y la muerte», que incluye diálogos, situaciones dramáticas, sentimiento... lo tiene todo en unas cuantas líneas:


Romance del prisionero
       
       Que por mayo era por mayo,
       cuando hace la calor,
       cuando los trigos encañan
       y están los campos en flor,
       cuando canta la calandria
       y responde el ruiseñor,
       cuando los enamorados
       van a servir al amor;
       sino yo, triste, cuitado,
       que vivo en esta prisión;
       que ni sé cuándo es de día,
       ni cuándo las noches son,
       sino por una avecilla
       que me cantaba al albor.
       Matómela un ballestero;
       déle Dios mal galardón. 



Romance del enamorado y la muerte
      
       Yo me estaba reposando
       anoche como solía;
       soñaba con mis amores
       que en mis brazos se dormían.
       Vi entrar señora tan blanca,
       Muy más que la nieve fría.
       -¿Por dónde has entrado, amor?;
       ¿por dónde has entrado, vida?
       Las puertas están cerradas,
       ventanas y celosías.
       -No soy el amor, amante; 
       la muerte, que Dios te envía.
       -¡Oh muerte tan rigurosa,
       déjame vivir un día!
       -Un día no puedo darte,
       una hora tienes de vida.
       Muy deprisa se levanta,
       Más deprisa se vestía,
       ya se va para la calle
       en donde su amor vivía.
       -Ábreme la puerta, blanca,
       ábreme la puerta, niña.
       -¿La puerta cómo he de abrirte
       si la hora no es convenida?
       Mi padre no fue a palacio,
       mi madre está ya dormida.
       -Si no me abres esta noche
       ya nunca más me abrirás:
       la muerte me anda buscando;
       ¡junto a ti, vida sería!
       -Vete bajo la ventana,
       donde bordaba y cosía;
       te echaré cordón de seda
       para que subas arriba;
       si la seda no alcanzare
       mis trenzas añadiría.
       La fina seda se rompe.
       La muerte que allí venía:
       -Vamos, el enamorado;
       la hora ya está cumplida.


Tambien se incluye el ciclo completo sobre el ya mencionado Cid Campeador, que comprende treinta y un romances sobre la mayor parte de su vida, desde las mocedades hasta el destierro y posterior perdón.

 
Rodrigo Díaz, el Cid Campeador, según la imaginacón del grabador 

Se recogen además pentagramas con la música de dos melodías diferentes que se pueden utilizar para acompañar a cualquiera de estos romances, tal y como se hacía con la vihuela en las cortes de los Reyes Católicos y de Carlos V.

Una antología impresionante sobre algunos de los primeros textos en castellano que se conservan, transmitidos oralmente durante generaciones, es decir lo más clásico de lo clásico, que sin embargo sorprenden por su belleza y amenidad. Algunos fragmentos son tan escuetos y sintéticos que bien podrían pasar  por microrrelatos. Un libro imprescindible que gustará a todo el mundo.

Ramón Menéndez Pidal (La Coruña, 1869 -1968), hijo de un magistrado, completo sus estudios siguiendo a su padre en sus destinos, en colegios de Oviedo, Albacete y Burgos. Estudió Filología en la Universidad de Madrid, en la que consiguió la cátedra de Filología Románica. Discípulo de Marcelino Menéndez Pelayo, trabajó en la Biblioteca Real de Madrid, fué miembro de la Real Academia Española y arbitró en un conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú

Llegó a ser director de la RAE, pero renunciò al cargo como protesta por algunas decisiones del régimen franquista. Más tarde fué reelegido y consiguió que los sillones de los miembros exiliados permaneciesen vacíos hasta su fallecimiento. 

Fué un notable erudito y una autoridad como filólogo, historiador, folclorista y medievalista. Se dedicó especialmente al estudio de la épica medieval española y el romancero castellano. A través del estudio de los romances, establecio rigurosamente toda la gramática de la época, lo que le permitió abordar temas de gramática evolutiva de capital importancia.

Ramón Menéndez Pidal

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por tu pequeña aportación sobre este gran libro. Tendría que haber mas gente que propulsase la lectura y la cultura en general, gracias.

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