Título: La vida del Buscón
Autor: Quevedo
Páginas: 264
Editorial: Debolsillo
Precio: 5,95 euros
Año de edición: 2002
Esta novela, publicada por primera vez en 1626 en Zaragoza, con gran éxito, es uno de los ejemplos de novela picaresca más divertidos y mejor escritos. Su autoría nunca fué reconocida por Quevedo, probablemente para evitar problemas con la Inquisición; sin embargo que él es el autor es algo que está más que demostrado.
Su título es en realidad «Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños» y cuenta las andanzas y peripecias de Pablos, un pobre segoviano que se busca la vida como puede. Especialmente famosa es la descripción del licenciado Cabra, ávaro hasta la exageración, que regenta una residencia de estudiantes cometiendo los mayores excesos con tal de ahorrar unas monedas.
El propósito de esta obra es hacernos reír, y a fé que lo consigue utilizando los recursos típicos de la producción de este autor: hipérbole, sátira, descripciones grotescas, esperpento, burla y sarcasmo, juegos de palabras y dobles sentidos. Quevedo demuestra aquí tener un alto dominio del lenguaje, al que retuerce y fuerza hasta el extremo en el más puro estilo conceptista.
Un clásico divertido y juguetón como pocos, con el que es imposible no reírse, muy divertido e ingenioso, y una verdadera exhibición de todo lo que puede dar de sí el castellano. Muy recomendable.
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-1645) es uno de los más grandes autores españoles del llamado Siglo de Oro. Nacido en una familia de hidalgos de origen cántabro que trabajaba en la corte, estudió en el Colegio Imperial (luego Instituto de San Isidro) y luego cursó Teología en Alcalá. Era un cascarrabias, enemigo de Góngora, de Juan Ruiz de Alarcón y muchos otros, amigo de Lope de Vega, Miguel de Cervantes y algunos más.
Cojo, algo jorobado, poco agraciado y
miope, tenía mal genio, era misántropo, misógino, negativo, pesimista,
antisemita y pendenciero. Se batía en duelo con facilidad y son famosas las puyas que intercambiaba con Góngora y Lope.
En fin, parece que Don Francisco era un bicho, una joya, pero escribía como los ángeles y eso es lo que importa de verdad a la hora de elegir un autor. Quevedo es de lo mejorcito que se despacha, inteligente, agudo, incisivo, barroco y todo un mago del lenguaje. No se puede pedir más.
Quevedo
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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