Título: Mi último suspiro
Autor: Luis Buñuel
Páginas: 344
Editorial: Debolsillo
Precio: 9,95 euros
Año de Edición: 2012
Escritas en 1982, un año antes de su muerte, con la ayuda de su amigo y colaborador Jean-Calude Carrière, estas memorias son uno de los mejores ejemplos de lo que debe ser este género, una panorámica serena y reflexiva del discurrir de una vida, entreteniéndose lo justo en anécdotas y cotilleos propios de la prensa rosa, y describiendo la peripecia vital del personaje, del intelectual.
Es un libro muy sincero, ameno, que se lee muy bien y permite conocer un poco más la figura de este prodigioso aragonés, de una inteligencia descomunal, que triunfó en el cine a nivel internacional y se codeó con la intelectualidad de ambos lados del Atlántico.
Buñuel es un caso curioso, lleno de contradicciones. Fué un rebelde toda su vida, que reaccionó contra un catolicismo axfisiante y una sociedad represiva, buscando la libertad e inspirándose en la creatividad sin límites del surrealismo. Pero a la vez, era un hombre de orden. Le gustaban la puntualidad, el bien vestir, el irse temprano a la cama y madrugar para trabajar. Era un amante del tabaco, el alcohol y los burdeles, pero parece que en cuanto se casó le fué rigurosamente a su mujer. Solía decir que era «ateo, gracias a Dios».
Trató el sexo en varias de sus películas, incluso intentó hacer una cinta pornográfica, pero en su casa no permitía los tacos y en los rodajes se comportaba como un recatado puritano. Más de una actriz se llevó una reprimenda por aparecer por el rodaje ligera de ropa sin necesidad.
Aborrecía la religión y el ejército, pero siempre hablaba bien de su experiencia con los jesuitas y durante el servicio militar. Y al final de su vida, tenía intención de reunir a todos sus amigos ateos y confesarse con ellos. En realidad era un anarquista que mostraba con sus contradicciones y sus bromas su derecho a reírse de todo y su rechazo a todo tipo de orden.
Fué un pesimista convencido, le gustaba calibrar y no esconder lo más cruel, sórdido y terrible de la vida. De pequeño, se colaba en las autopsias y no se perdía detalle de todo el proceso. Se dice de él que era en realidad tímido, ingenuo, noble y que tenía una fuerte personalidad. Fué un lector voraz y compulsivo durante toda su vida, devoraba todos los libros que caían en sus manos.
Obsesionado con la muerte, en los últimos cinco años de su vida, sordo, con poca vista, con alguna operación que otra, dejó de ver cine, televisión y sólo leía y releía «La vejez» de Simone de Beauvoir. Pensaba en su muerte y en el fin del mundo, y bromeaba con todos acerca de su vejez.
Luis Buñuel (Calanda, 1900-1983) fué un famoso y genial director de cine español nacionalizado mexicano. Hijo de un ferretero que hizo cierta fortuna en Cuba, nació en un pueblo de Teruel, pero pasó su infancia y adolescencia en Zaragoza. Estudió en un colegio de jesuitas y aprendió a tocar el violín.
VIajó a Madrid para estudiar Ingeniería Agrícola y en la Residencia de Estudiantes conoció, entre otros, a Lorca, Dalí, Alberti y Juan Ramón Jiménez. Participó en la tertulia de Gómez de la Serna en el Café Pombo y en las tertulias ultraístas. Se licenció en Filosofía y Letras, rama de Historia, dirigió algunas obras de teatro y se fué a París, la capital cultural del mundo en aquellos años, atraído por el movimiento surrealista.
Se aficionó al cine, veía tres películas al día, en sesiones de mañana, tarde y noche, y comenzó como ayudante de dirección con Jean Epstein. También actuó en varias cintas y publicó crítica de cine. En 1929 y en estrecha colaboración con Dalí, dirigió «Un perro andaluz», la mítica película surrealista con un presupuesto de 25 000 pesetas que puso su madre. Tuvo un éxito clamoroso entre la intelectualidad parisina y estuvo nueve meses en cartel.
Su siguiente película, «La edad de oro» (1930), fué censurada en Francia y se fué Hollywood contratado por la Metro. Allí conoció a Chaplin, Eisenstein y otros cineastas. Regresó a España y filmó un documental sobre las Hurdes, que tambien fué censurado. Durante la Guerra Civil Española se mantuvo fiel a la República y salvó a varios amigos y conocidos franquistas de ser ejecutados.
Se exilió primero en Estados Unidos y luego en México. Allí vivió 18 años y rodó 23 películas con las que ganó una larga lista de premios en festivales inernacionales (Cannes, Venecia...). En 1964 comenzó su etapa francesa, vivió a caballo entre Francia y España, y realizó seis películas que están entre lo mejor de su producción. Obtuvo más premios (Venecia, San Sebastián) y en 1968, el Oscar a la mejor película extranjera por «El discreto encanto de la burguesía».
Falleció en México en 1983, victima de un cancer. Sus últimas palabras fueron «Ahora sí que muero». Sus cenizas fueron esparcidas en el monte Tolocha, en su Calanda natal.
Año de Edición: 2012
Escritas en 1982, un año antes de su muerte, con la ayuda de su amigo y colaborador Jean-Calude Carrière, estas memorias son uno de los mejores ejemplos de lo que debe ser este género, una panorámica serena y reflexiva del discurrir de una vida, entreteniéndose lo justo en anécdotas y cotilleos propios de la prensa rosa, y describiendo la peripecia vital del personaje, del intelectual.
Es un libro muy sincero, ameno, que se lee muy bien y permite conocer un poco más la figura de este prodigioso aragonés, de una inteligencia descomunal, que triunfó en el cine a nivel internacional y se codeó con la intelectualidad de ambos lados del Atlántico.
Buñuel es un caso curioso, lleno de contradicciones. Fué un rebelde toda su vida, que reaccionó contra un catolicismo axfisiante y una sociedad represiva, buscando la libertad e inspirándose en la creatividad sin límites del surrealismo. Pero a la vez, era un hombre de orden. Le gustaban la puntualidad, el bien vestir, el irse temprano a la cama y madrugar para trabajar. Era un amante del tabaco, el alcohol y los burdeles, pero parece que en cuanto se casó le fué rigurosamente a su mujer. Solía decir que era «ateo, gracias a Dios».
Trató el sexo en varias de sus películas, incluso intentó hacer una cinta pornográfica, pero en su casa no permitía los tacos y en los rodajes se comportaba como un recatado puritano. Más de una actriz se llevó una reprimenda por aparecer por el rodaje ligera de ropa sin necesidad.
Aborrecía la religión y el ejército, pero siempre hablaba bien de su experiencia con los jesuitas y durante el servicio militar. Y al final de su vida, tenía intención de reunir a todos sus amigos ateos y confesarse con ellos. En realidad era un anarquista que mostraba con sus contradicciones y sus bromas su derecho a reírse de todo y su rechazo a todo tipo de orden.
Fué un pesimista convencido, le gustaba calibrar y no esconder lo más cruel, sórdido y terrible de la vida. De pequeño, se colaba en las autopsias y no se perdía detalle de todo el proceso. Se dice de él que era en realidad tímido, ingenuo, noble y que tenía una fuerte personalidad. Fué un lector voraz y compulsivo durante toda su vida, devoraba todos los libros que caían en sus manos.
Obsesionado con la muerte, en los últimos cinco años de su vida, sordo, con poca vista, con alguna operación que otra, dejó de ver cine, televisión y sólo leía y releía «La vejez» de Simone de Beauvoir. Pensaba en su muerte y en el fin del mundo, y bromeaba con todos acerca de su vejez.
Luis Buñuel (Man Ray, 1929)
Luis Buñuel (Calanda, 1900-1983) fué un famoso y genial director de cine español nacionalizado mexicano. Hijo de un ferretero que hizo cierta fortuna en Cuba, nació en un pueblo de Teruel, pero pasó su infancia y adolescencia en Zaragoza. Estudió en un colegio de jesuitas y aprendió a tocar el violín.
VIajó a Madrid para estudiar Ingeniería Agrícola y en la Residencia de Estudiantes conoció, entre otros, a Lorca, Dalí, Alberti y Juan Ramón Jiménez. Participó en la tertulia de Gómez de la Serna en el Café Pombo y en las tertulias ultraístas. Se licenció en Filosofía y Letras, rama de Historia, dirigió algunas obras de teatro y se fué a París, la capital cultural del mundo en aquellos años, atraído por el movimiento surrealista.
Se aficionó al cine, veía tres películas al día, en sesiones de mañana, tarde y noche, y comenzó como ayudante de dirección con Jean Epstein. También actuó en varias cintas y publicó crítica de cine. En 1929 y en estrecha colaboración con Dalí, dirigió «Un perro andaluz», la mítica película surrealista con un presupuesto de 25 000 pesetas que puso su madre. Tuvo un éxito clamoroso entre la intelectualidad parisina y estuvo nueve meses en cartel.
Su siguiente película, «La edad de oro» (1930), fué censurada en Francia y se fué Hollywood contratado por la Metro. Allí conoció a Chaplin, Eisenstein y otros cineastas. Regresó a España y filmó un documental sobre las Hurdes, que tambien fué censurado. Durante la Guerra Civil Española se mantuvo fiel a la República y salvó a varios amigos y conocidos franquistas de ser ejecutados.
Se exilió primero en Estados Unidos y luego en México. Allí vivió 18 años y rodó 23 películas con las que ganó una larga lista de premios en festivales inernacionales (Cannes, Venecia...). En 1964 comenzó su etapa francesa, vivió a caballo entre Francia y España, y realizó seis películas que están entre lo mejor de su producción. Obtuvo más premios (Venecia, San Sebastián) y en 1968, el Oscar a la mejor película extranjera por «El discreto encanto de la burguesía».
Falleció en México en 1983, victima de un cancer. Sus últimas palabras fueron «Ahora sí que muero». Sus cenizas fueron esparcidas en el monte Tolocha, en su Calanda natal.
Luis Buñuel (Man Ray, 1929)
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
Después de escribir esta entrada, me he enterado de que el lunes se cumplirán 30 años de la muerte de Buñuel. En El mundo se publica hoy un especial sobre su figura:
ResponderEliminarhttp://www.elmundo.es/especiales/2013/cultura/luis-bunuel/analisis.html
La vida está llena de coincidencias.