sábado, 26 de noviembre de 2016

Decidme cómo es un árbol - Marcos Ana


«Mi pecado es terrible,
quise llenar de estrellas
el corazón del hombre…»

Decidme como es un árbol

Decidme cómo es un árbol, 
contadme el canto de un río 
cuando se cubre de pájaros, 
habladme del mar, 
habladme del olor ancho del campo,
de las estrellas, del aire,
recítadme un horizonte sin cerradura y sin llave,
como la choza de un pobre,
decidme como es el beso de una mujer,
dadme el nombre del amor,
no lo recuerdo.
¿Aún las noches se perfuman 
de enamorados que tiemblan de pasión bajo la luna 
o solo queda esta fosa? 
La luz de una cerradura
y la canción de mi rosa.
Veintidós años, 
ya olvido la dimensión de las cosas,
su olor, su aroma, 
escribo a tientas el mar, el campo, el bosque, 
digo bosque y he perdido la geometría del árbol. 
Hablo por hablar asuntos que los años me olvidaron, 
no puedo seguir escucho los pasos del funcionario. 


Mi corazón es patio 

Mi vida
os la puedo contar en dos palabras:
un patio
y un trocito de cielo donde a veces pasan
una nube perdida y algún pájaro
huyendo de sus alas.

Marcos Ana 

En este vídeo podéis oír al mismo Marcos Ana recitar su poema.

           
Fernando Macarro Castillo (Alconada, Salamanca, 1920-2016), más conocido por su seudónimo Marcos Ana, formado con los nombres de sus padres, falleció en Madrid el pasado jueves a la edad de 96 años. Encarcelado con solo 19 años en 1939, fué el preso que más años estuvo encerrado en las cárceles franquistas, 23 años de presidió, hasta que en 1961 una ley de amnistía que liberaba a los reclusos que llevaban más de 20 años encerrados lo liberó.

Nació en una familia campesina, muy pobre y católica, ingesó en las Juventudes Socialistas y con sólo 16 años intentó alistarse, pero fué rechazado por la edad. Lo consiguió a los 18 años, lucho en el lado republicano, fué comisario político y al acabar la guerra fué detenido y condenado por tres asesinatos a pena de muerte, que le fué conmutada por 30 años de cárcel. Allí fué torturado y condenado de nuevo a pena de muerte por editar un periódico clandestino y de nuevo le conmutaron la pena por otros 30 años.

En prisión se aficionó a leer a los clásicos, se hizo poeta, conoció a Buero Vallejo, a Miguel Hernández y a otros presos políticos. Escribía poemas, a veces en papel de fumar. Cuando fué liberado se exilió en Francia y se convirtió en uno de los activistas más conocidos a favor de los exiliados, los presos políticos y los opositores al franquismo.

Siempre decía que tenía 80 años, por ejemplo, que en realidad eran 57 porque los 23 años pasados en prisión no contaban. Mantuvo un discurso de reconciliación, no de olvido, e hizo suyas las palabras de Gandhi: «Nunca he querido venganza. La única venganza que quiero es que triunfen nuestras ideas». Nunca dió el nombre de sus verdugos «porque no hay que remover las cenizas del pasado» y sobre todo «porque quienes me torturaron tendrán hijos y nietos».

Marcos Ana en 1939

Publicado por Antonio F. Rodríguez.  

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