Título: La captura de Macalé Autor: Andrea Camilleri
Páginas: 251 pág.
Editorial: Salamadra
Precio: 8,39 euros
Año de edición: 2005
Andrea Camilleri fue el escritor italiano más popular de las últimas décadas. El simpático abuelo de Porto Empedocle escribió un montón de estupendas novelas protagonizadas por el comisario Salvo Montalbano (homenaje a su amigo Vázquez Montalbán). El comisario es un tipo vivaz, escéptico y aficionado a la buena mesa. Meridional de pro, tiene una novia que vive en Génova. Se mueve como pez en el agua en el laberinto siciliano. Las novelas y relatos de Montalbano han hecho las delicias de propios y extraños. Pero Camilleri ha escrito también libros interesantes sin la compañía de Montalbano. Entre ellos, la durísima novela «La captura de Macalé» (2005).
El niño Michelino es hijo del jerarca fascista de un pueblo siciliano. Sus ojuelos se abren a la realidad que le rodea. El pequeño la entiende a su modo. Michelino capta el ambiente fascista en un momento de máxima exaltación imperialista. Las hordas mussolinianas invadieron Abisinia en 1935 con el pretexto de civilizar a las gentes de color. Querían reconstruir el imperio romano. Las calles del pueblo arden de entusiasmo patriótico. Los niños son incorporados a la rugiente masa totalitaria ataviados como pequeños guerreros de opereta: camisa negra, gorrito cuartelero con borla, correajes, cinturones, calaveras, botas y hasta un mosquetón de palo con bayoneta incorporada (sin filo). Disfrazados como espartanos de parvulario, los críos escenifican la gloriosa captura de la ciudad abisinia de Macalé.
Michelino entiende las cosas de manera un tanto literal, sacándole filo a su bayoneta. Quiere pertenecer a ese mundo de mayores que no se cansa de hablar de guerra, venganza y gloria. La mirada inocente (pero no inofensiva) acabará desencadenando catástrofes sin cuento. Michelino capta en su ingenuidad de qué va el fascismo: irracionalidad, humillación y violencia. Es lo que ve, vive y siente. El despertar a la vida implica guerra porque la vida es lucha. Michelino es un alevín de fascista con seis añitos recién cumplidos. Sabe que los mayores no ven mal eso de matar y morir, al menos de boquilla. Hay que imitar a los mayores para ser un niño modelo.
Las aventuras de Michelino nos enseñan la realidad de un régimen totalitario: sexo vejatorio, hipocresía santurrona entre los dirigentes, cristianismo convertido en cruzada contra el infiel, una vida cotidiana impregnada de sadismo (los de arriba aplastan a los de abajo y se muestran serviles con sus jefes), consignas sin sentido, personas marginadas porque no han perdido la funesta manía de pensar o el exhibicionismo más mostrenco elevado a artículo de fe. En una palabra: la mentira organizada. Michelino es una víctima de ese mundo grotesco. Su mente infantil, plástica, impresionable y carente de raciocinio, es especialmente vulnerable a los instintos agresivos promovidos por los fascistas. El fascismo tiene algo de infantilismo de pesadilla. Como los niños malos, a menudo es cruel por capricho. Apela a los peores instintos del hombre. Convierte la inocencia en perversidad.
La novela está escrita con la desenvoltura habitual en Camilleri. La gracia viene por añadidura. La socarronería del maestro siciliano alcanza cotas inigualables. También la indignación: el fascismo italiano tuvo mucho de farsa, cierto, pero su entraña era salvaje. Terminó en tragedia. Los fascistas desencadenaron odios rabiosos que terminaron por destruirlo todo. Camilleri insiste: por debajo de las payasadas y la mala retórica, crecía una hoguera devoradora e incontrolable alimentada por los instintos más primarios. Este no es un libro condescendiente o nostálgico con el fascismo. Lo de Mussolini no fue una opereta, aunque lo pareciera. Fue algo mucho peor: el nihilismo desatado.
Camilleri pinta con genio a sus personajes. Michelino sueña con ser un guerrero espartano. Sus padres, dos burgueses encantados de ascender socialmente gracias al fascismo, se engañan mutuamente. El profesor particular de Michelino esconde aficiones repugnantes detrás del puritanismo guerrero tan grato a los fascistas. Es la corrupción del régimen personificada. Los maestros se entregan a la desgraciada labor de convertir a los niños en carne de cañón. Los curas son estúpidos o libidinosos. Abundan esos personajes desgarrados, divertidos, gritones y algo sinvergüenzas que tanto le gustan a Camilleri. El espíritu festivo del novelista se manifiesta de manera estupenda a través de las trapisondas de la gente de la calle. El vecindario es la sal de la vida.
Lean esta novela de Camilleri. Nos lleva a un pasado no tan lejano en donde se creía que la violencia era la piedra de toque de un orden social sano. Aprenderemos que en una dictadura las malas costumbres crecen escondidas como un tumor, hasta corromper las almas. Las víctimas propiciatorias de tanta barbarie empiezan por ser los más inocentes.
Andrea Camilleri (1925-2019) fue un escritor italiano nacido en Porto Empedocle, provincia de Agrigento, Sicilia. Camilleri no terminó la carrera de Filosofía y Letras. Hacia 1944 ingresó en el Partido Comunista Italiano. Desde muy joven escribía, ganando diversos galardones. Ingresó en los años 50 en la RAI. En 1958 empezó a trabajar en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Fue director teatral y escribió guiones para la televisión.
En 1978 publicó su primera novela, «El curso de las cosas», que pasó desapercibida. La serie de novelas protagonizadas por el comisario Montalbano le convirtió en un fenómeno editorial. Se sucedieron las traducciones, los premios y los homenajes. Camilleri, venerable patriarca de la novela negra europea, falleció en Roma con 93 años.
Publicado por Alberto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario