Manuel Machado (foto Granger Collection, New York)
Manuel Machado (Sevilla, 1874-1947) fué un excelente poeta, injustamente eclipsado por la figura de su hermano, el gran Antonio Machado.
Estudió en la Institución Libre de Enseñanza, en Madrid, y se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de Sevilla. Poeta enmarcado en el simbolismo, conoció a Rubén Darío, Valle-Inclán y otra gente del 98. Trabajó como traductor para la editorial Garnier de París, vivió la bohemia parisina y fué Director de la Biblioteca Municipal de Madrid.
Durante la Guerra Civil le detuvieron, sin embargo en 1938 ingresó en la Real Academia y durante el franquismo se adaptó a las circunstancias, probablemente para sobrevivir. .
Escribió teatro en colaboración con su hermano Antonio y una veintena de poemarios. Continuó la labor de su padre de conocimiento y difusión de la poesía popular y el flamenco. Aquí tenéis una muestra de su poesía.
Eleusis
A Miguel Sawa
Se perdió en las vagas
selvas de un ensueño,
y sólo de espaldas
la vi desde lejos...
Como una caricia
dorada, el cabello,
tendido, sus hombros
cubría. Y, al verlo,
siguióla mi alma
y fuese muy lejos,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Se fue hasta el castillo
del burgrave fiero,
que está en la alta roca:
los puentes cayeron
y se despertaron
los sones del hierro.
Pasamos... Mi alma,
tras ella corriendo,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Se fue hasta las verdes
llanuras de Jonia; y el templo
cruzó de Partenes.
Del mármol eterno
dejó las regiones...
Y se fue más lejos
con mi alma, dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Oro y negras piedras,
y muros inmensos,
y tumbas enormes —sepulcro de un pueblo
que mira hacia Oriente
con sus ojos muertos—.
Siguió... Y arrastraba
mi alma más lejos,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Siguió; entre menhires
pasamos y horrendos
despojos de fieras...
Siguió; y a lo lejos,
perdióse en las selvas
oscuras del sueño
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Se perdió en las vagas
selvas de un ensueño,
y sólo de espaldas
la vi desde lejos...
Como una caricia
dorada, el cabello,
tendido, sus hombros
cubría. Y, al verlo,
siguióla mi alma
y fuese muy lejos,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Se fue hasta el castillo
del burgrave fiero,
que está en la alta roca:
los puentes cayeron
y se despertaron
los sones del hierro.
Pasamos... Mi alma,
tras ella corriendo,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Se fue hasta las verdes
llanuras de Jonia; y el templo
cruzó de Partenes.
Del mármol eterno
dejó las regiones...
Y se fue más lejos
con mi alma, dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Oro y negras piedras,
y muros inmensos,
y tumbas enormes —sepulcro de un pueblo
que mira hacia Oriente
con sus ojos muertos—.
Siguió... Y arrastraba
mi alma más lejos,
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Siguió; entre menhires
pasamos y horrendos
despojos de fieras...
Siguió; y a lo lejos,
perdióse en las selvas
oscuras del sueño
dejándome solo,
no sé si dormido o despierto.
Cante
hondo
A
todos nos han cantado
en una noche de juerga
coplas que nos han matado...
Corazón, calla tu pena;
a todos nos han cantado
en una noche de juerga.
Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Historias de mis pesares
y de tus horitas malas.
Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Es el saber popular,
que encierra todo el saber:
que es saber sufrir, amar,
morirse y aborrecer.
Es el saber popular,
que encierra todo el saber.
en una noche de juerga
coplas que nos han matado...
Corazón, calla tu pena;
a todos nos han cantado
en una noche de juerga.
Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Historias de mis pesares
y de tus horitas malas.
Malagueñas, soleares
y seguiriyas gitanas...
Es el saber popular,
que encierra todo el saber:
que es saber sufrir, amar,
morirse y aborrecer.
Es el saber popular,
que encierra todo el saber.
Soleares
Hermanita y
compañera,
la de los
ojillos negros
y la carita
morena...
Tú eras buena y
eras mala,
pero, como te
quería,
toíto te lo
pasaba...
Toíto te lo
pasaba...
Y ahora, como
no te quiero,
se acabó lo que
se daba.
No te quiero
decir na...
No quiero que
se te ponga
la carita
colorá.
Se te
olvidaron, serrana,
las cositas que
decías
y los suspiros
que dabas.
Allá cuando
Dios quería,
una carita de
gloria
se juntaba con
la mía.
No hay mentira
en el querer:
que te quise
era verdad...
Que no te
quiero, también.
Cuando te
encuentro en la calle,
el corazón por
la boca
de fatiga se me
sale.
Yo me agarro a
las paredes
cuando te
encuentro en la calle, chiquilla, pa no caerme.
En esta antología digital podeis encontrar más.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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