domingo, 23 de octubre de 2022

Joseph Pujol, el Pedómano

 

A fines del siglo XIX, apareció en el Moulin Rouge de París un número insólito que causó sensación: un espectáculo de pedos. Un hombre elegantemente vestido salía al escenario y apagaba velas a considerable distancia con sus ventosidades, tocaba O Claire de la Lune, La Marsellesa y O sole Mio con un flautín conectado con un tubo de goma a salva sea la parte, y mostraba otras habilidades similares. Las mujeres se desmayaban de risa, los caballeros se tronchaban. La actuación fue un éxito y también visitó el Folies Bergére. El espectáculo era inodoro, porque el interfecto se aplicaba antes una enérgica lavativa. Era elegante y extremadamente jocoso, en una época en la que el humor escatológico hacía furor. Se trataba de Joseph Pujol, Le Pétomane, en español, el Pedómano.

Nacido en Marsella en 1857 y era hijo de emigrantes catalanes de Mataró. Descubrió su insólito talento siendo un crío, en la playa, cuando estaba sumergido en el mar, conteniendo la respiración y sintió una sensación de intenso frío en el estómago. Asustado, salió del agua y fue a un aseo a ver qué ocurría. Después de evacuar varios litros de agua, visitó a un médico, que se rió de él y le desaconsejó los baños de mar. Años más tarde, al contar lo sucedido a unos amigos, se le ocurrió ver si no había perdido facultades y comprobó que era capaz de absorber y expulsar agua en grandes cantidades por el trasero habilidad de la que presumía Camilo José Cela. Ante la hilaridad de sus conocidos, se le ocurrió probar con aire y el resultado fue el mismo. Podía aspirar y exhalar aire a voluntad sin mucho esfuerzo.

A partir de entonces, Joseph Pujol adoptó el nombre de Le Pétomane y comenzó a mostrar sus habilidades en un escenario alquilado en Marsella. No tardó en hacerse famoso, visitó otras ciudades y dio el salto a París, al Moulin Rouge, en 1892. Aparecía en escena ataviado con un abrigo rojo, pantalones de raso negro y guantes blancos, se inclinaba ligeramente y empezaba el concierto. Era capaz de imitar el ruido de una tela cuando se rasga, simular estampidos de armas de fuego y una variedad de sonidos más. Hay quien dice que podía articular vocales, pero no está comprobado. Proyectaba chorros de agua a cinco metros y mediante un tubo de goma de un metro podía tocar melodías con flautín o con ocarina, fumar cigarrillos y apagarlos.

Causó sensación, era enormemente popular, grabó un disco y recaudaba 20 000 francos por sesión, el doble que la gran Sarah Bernardt. Era tal su éxito que decidió hacer una gira por Europa y el norte de África, lo que molestó sobremanera al Moulin Rouge, que contrató a una mujer, Mademoiselle Thiebeau, La Femme Petomane, pero fue un fracaso. En 1914, al comenzar la Primera Guerra Mundial, Le Pétomane perdió facultades, se retiró y abrió primero una panadería en Marsella y luego, una fábrica de galletas en Toulon. Falleció en 1945, a los 88 años. La Escuela de Medicina de París ofreció 25 000 francos para que le permitiesen examinar el cuerpo y dilucidar la causa de su peculiar capacidad, pero la familia se negó.

Hay una biografía escrita por Jean Nohain y François Caradec en 1967, titulada «Le Pétomane 1857-1945» y una francesa película sobre su vida dirigida en 1983 por Pasquale Festa Campanille, protagonizada por Ugo Tognazzi. Esta es la curiosa historia del hombre que elevó el tirarse pedos a la categoría de arte.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

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