domingo, 30 de abril de 2023

A fala: una lengua medieval en Extremadura

 

Hay un pequeño valle en Extremadura, el valle de Jálama, donde la gente habla otra lengua, la fala, de origen medieval y procedencia incierta. Se trata de una lengua romance, del grupo galaico-portugués, que se mantiene allí, sostenida por sus 6000 hablantes.

Su historia no está clara, pero la hipótesis más extendida es que nación hacia el siglo XII, de la hibridación del habla de los portugueses que habitaban la zona y la de la población gallego-leones que llegó allí en una repoblación masiva. El ser una zona aislada en plena Sierra de Gata habría facilitado su supervivencia hasta nuestros días.  

Solo se habla en los tres pueblos del valle, San Martín de Trevejo, Eljas y Valverde del Fresno, cada uno con sus variantes dialectales, en la esquina noroeste de la provincia de Cáceres, en La Raya, un rincón aislado y fronterizo entre Extremadura, Salamanca y Portugal.

La fala de xálima, xalimés, xalimegu, mañegu, a fala d'acá, a nossa fala o chapurráu es un tesoro de otro tiempo, una riqueza cultural que ha sobrevivido siglos y que guardan con esmero una pequeña población de hablantes. Axín es pimiento, boiga, establo o almacén, brínquilis, pendientes, cerrumicli, cernícalo, ingarabuchau, encoger, peleixha, peladura, soidi, salud, mairi, madre, taita, padre, tocatamboris, quebradero de cabeza, valixhón, vallecito, ventán, ventana y ¡Velaqui!, ¡Mira!. Toda una forma de hablar que conlleva una cultura, rural y antigua, que se resiste a desaparecer.

No cumple todas las propiedades que habitualmente se le piden a un idioma (tener gramática propia, diferenciarse suficientemente de otros idiomas, ser el medio de comunicación principal de un pueblo y poseer una literatura), sobre todo la última, pero en esa zona se utiliza para todo, para guasapear, hacer gestiones, en la escuela, para escribir carteles y avisos... normalmente solo usan el castellano cuando llega alguien de fuera. 

Hay una Asociación Cultural A Nosa Fala, ésta es su página, creada en 1992, hay un diccionario publicado en 2021 por la Diputación de Cáceres y en este enlace, podéis ver un vídeo en el que se ve cómo suena. Larga vida al mañegu.

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

sábado, 29 de abril de 2023

El exilio latinoamericano de Don Quijote - Jordi Soler


El pasado domingo se publicó en El País un artículo especialmente original, acertado y atractivo, sobre cómo ha calado la herencia literatura cervantina a ambos lados del Atlántico. La verdad, me ha encantado. Aquí lo podéis leer: 

«El exilio latinoamericano del Quijote».

(El texto se puede leer en Facebook en este enlace). 

Jordi Soler (La Portuguesa, Veracruz, 1963) es un escritor mexicano, autor de 14 novelas, con las que ha ganado prestigiosos premios, como el Prix Littéraire des Jeunes Européens (2012) y el Prix Jean-Morer (2020). También es autor de dos libros de poemas y cuatro libros de ensayo.

Jordi Soler
 
Publicado por Antonio F. Rodríguez.

viernes, 28 de abril de 2023

Las guerras de Artemisa - Andrés Sorel

Título: Las guerras de Artemisa                                                                                        Autor: Andrés Sorel

Páginas: 285 pág.

Editorial:
El olivo azul

Precio: 21,95 euros

Año de edición: 2010

«Las guerras de Artemisa» (2010) trata de un asunto incómodo, olvidado en buena medida: el periodo más sanguinario de la guerra de Cuba, allá por 1896, cuando las brutales políticas represivas tomadas por el general Valeriano Weyler, enviado por Cánovas del Castillo para sofocar la insurrección nacionalista, llevaron a la tumba a millares de cubanos (la cifra exacta de muertos es aún hoy objeto de discusión entre los historiadores). Andrés Sorel ha escrito una crónica novelesca bien documentada, reivindicativa, valiente, apasionada, sobre unas atrocidades que suelen ser dejadas de lado por una cierta historiografía acomodaticia de salón. Ya se sabe: lo que no entra en el canon académico tradicional, nunca existió. En este caso, vaya si existió, por desgracia. 

Valeriano Weyler es el eje de la narración. Mallorquín, pequeño hasta casi la enanez, de rostro perruno y expresión desabrida, fuerte, de mente clara y precisa, sobrio, avaro, desastrado, cruel y mujeriego, Weyler fue uno de los militares españoles más reputados de su tiempo. También era un tipo duro lindando con la barbarie: el prototipo del soldado colonialista del siglo XIX. Claro que «carnicero» Weyler fue demonizado por la prensa amarilla norteamericana que, como los buitres, ya planeaba en círculos concéntricos por encima de la guerra de Cuba. EE. UU. quería simplemente quedarse con la isla. Las brutalidades españolas servirían de excusa para la intervención (o mejor, desalojo). 

El feroz Weyler aplicaba una aplastante lógica militar a todo: si los revolucionarios cubanos reciben el apoyo de la población rural, pensaba, basta con reconcentrar a esta gente, apartándola de los rebeldes. De esta manera se quita el agua a los peces. Razonamiento perfecto. Así se hizo. Los campesinos fueron deportados a zonas controladas por el ejército español. Pronto se propagó entre ellos el hambre y las enfermedades. Los poblados de reconcentración se convirtieron en alucinantes osarios por donde se tambaleaban figuras consumidas, auténtica premonición de futuros horrores. Murieron decenas de miles de hombres, mujeres y niños en lo que para algunos fue un genocidio con todas las letras. Weyler consideraba que era una medida de guerra perfectamente legítima ya que así se privaba de apoyo a la guerrilla. La guerra de Weyler era sucia y total. Sucia, porque en nada se parecía a la guerra caballerosa que nos cuentan las leyendas. Total, en la medida en que los civiles eran tratados como combatientes y liquidados sin piedad. Se ganó la batalla, pero no la guerra. Muy poco después, Cuba dejó de ser española.

La contrafigura de Weyler era el periodista y escritor Manuel Ciges Aparicio. Aquel individuo de aire triste, silencioso y apagado, de cara alargada, con anteojos, casi como un cura laico, fue de los primeros en denunciar las atrocidades en la isla. Como persona razonable, era partidario de la autonomía, que quitaría más apoyos a los independentistas cubanos que la represión ciega. Ciges contó en un libro apasionante su estancia en la isla, el odio que le tenía Weyler, cómo fue encarcelado y salvó su vida de milagro. Pero se apuntó cuidadosamente su nombre en la lista de enemigos. Mucho años más tarde, en 1936, siendo gobernador civil de Ávila, fue paseado por los falangistas. Weyler había muerto en 1930, con 92 años. Las dos Españas.

«Las guerras de Artemisa» se compone de varias voces, demostrando Andrés Sorel una gran destreza para hilvanarlas en una narración coherente que nunca pierde el aliento. Con notable habilidad, se combinan los monólogos de los personajes, la narración omnisciente y el diálogo. Personas reales se convierten en personajes novelescos sin perder su verdad (y al revés). El rigor histórico de la novela contribuye a su calidad. No es un panfleto maniqueo de buenos o malos. Sorel se esfuerza en entender las razones de cada uno, también las de Weyler, condenando, eso sí, lo que no fue otra cosa que un exterminio indiscriminado de la población civil. Que esta denuncia pueda molestar todavía a ciertas personas es problema de ellas y de nadie más. De hecho, los excesos de Weyler fueron de tal magnitud que el gobierno de Sagasta lo retiró de Cuba en 1897, con gran enfado por parte del diminuto general. «Las guerras de Artemisa» es, en suma, una sólida novela histórica que reconstruye con conocimiento de causa un episodio bochornoso de nuestra historia. Por eso merece leerse.

Andrés Sorel

Andrés Sorel (1937-2019) era el pseudónimo del escritor Andrés Martínez Sánchez, nacido en Segovia. El apellido Sorel venía del Julien Sorel de Stendhal, protagonista de «Rojo y negro». Estudió Magisterio y Filosofía y Letras. Durante el franquismo se exilió y fue miembro del Partido Comunista de España, mientras trabajaba en Radio España Independiente de 1962 a 1973. Manuel Fraga, ministro de información y turismo, prohibió la publicación de sus obras en España. Acabó saliendo del PCE e interesándose por la revolución cubana. 

Como periodista, intentó crear un diario a la izquierda de El País, pero la aventura no fructificó. Sorel escribió medio centenar de novelas y ensayos, siempre desde una posición de izquierdas. En su opinión, «la auténtica patria del escritor es la lengua en que escribe». Al margen de las modas y fiel a sus ideas, Andrés Sorel falleció a los 81 años. 

 Publicado por Alberto.