lunes, 21 de octubre de 2024

Cambiar la sociedad - Francisco Alburquerque

Título: Cambiar la sociedad                                                                                                   Autor: Francisco Alburquerque

Páginas: 432

Editorial: Libros de la Catarata
 
Precio: 28,50 euros
 
Año de edición: 2024
 
Hay libros que son la obra de toda una vida, la quintaesencia existencial de una biografía intelectual y a la vez, un resumen de las claves de toda una época, de un momento histórico. Ese es el caso de Cambiar la sociedad, un texto único y revelador, acertadamente resumido y definido en su subtítulo: Recuerdos de la universidad franquista y de una transición inacabada. Toda una declaración de intenciones. Porque en este ensayo autobiográfico e histórico, el autor rememora su juventud, lo que vivió en los años 60 y 70, en un texto que es a la vez un ensayo histórico, un libro de memorias y un reportaje.

Alburquerque recorre la historia de sus padres, republicanos convencidos, y cómo fueron represaliados, la implantación del nacionalcatolicismo en el colegio que vivió, el movimiento estudiantil en los años 50, 60 y 70, la situación socioeconómica durante el franquismo, una reflexión y análisis crítico de la transición, y el papel que jugaron durante esos años el feminismo, las organizaciones democráticas de homosexuales, los pacifistas, el CSIC y una lista de problemas pendientes que dejó la transición sin resolver. El libro se completa con una breve exposición de la postura del autor ante las guerras de Ucrania y Gaza, los agradecimientos habituales y una breve semblanza del autor.

Hay ideas aquí verdaderamente relevantes, como que la clase obrera impulsó la transición, pero no la protagonizó, no se contó con ella para llevarla a cabo. El proceso fue el resultado de un pacto entre las élites franquistas reformistas y los partidos de la oposición. Quizás se puede pensar que se hizo lo que buenamente se pudo, pero se instauró un bipartidismo discutible y quedaron muchos ámbitos sociales sin reformar, como el ejército, la iglesia, la justicia, la educación, la universidad, algunas normas legales (como la Ley de Secretos Oficiales de 1968, todavía vigente) y algunas cosas más. Por otro lado, al margen de su interesante contenido, las principales virtudes de esta obra son, a mi juicio, dos. Que proporciona una visión sintética de una serie de acontecimientos y situaciones interesantes de nuestra historia reciente y que combina a la perfección la biografía y experiencias personales del autor-protagonista y los hechos históricos, en una narración entretenida y con mucho ritmo.
 
Está escrito de manera muy amena, con un lenguaje concreto y casi periodístico, atento a los hechos objetivos y muy bien documentado en noticias, otras obras y testimonios de otros testigos de la época, de manera que a la vez del interés de ofrecer el testimonio personal de un protagonista directo de los hechos que se cuentan, tiene el rigor histórico de estar muy bien fundamentado. El texto es lúcido y penetrante, agudo y sintético y la verdad es que se lee con facilidad y resulta muy informativo.

Aquí conocemos algunos datos y detalles que no se suelen tener en cuenta y resultan de la máxima relevancia para entender nuestro pasado más cercano, como por ejemplo, que el Estado de Guerra se mantuvo en España hasta 1948, 12 años después de acabada la contienda, que el régimen de Franco fue condenado y no reconocido por la ONU en 1946 por considerarse claramente fascista, que las cartillas de racionamiento se suprimieron en 1953, que el CSIC se fundó para desarrollar la ciencia católica y estaba bajo la advocación de la Virgen María, que en 1969 , se decretó el Estado de Excepción en la universidad española, que los dos grandes partidos nunca implantaron una auténtica política industrial en el país y que ninguna de las medidas tomadas evitaban la figura de la España vacía, sino todo lo contrario, y muchas otras cosas que ayudan a describir el devenir histórico de aquellos años.

Y da la casualidad de que mañana, martes 22 de octubre, se presenta el libro a las 19:00 en el Ateneo La Maliciosa, situado en la madrileña calle Peñuelas, 12, con la presencia de varios protagonistas de aquellos años y el propio autor.

Una obra muy importante para conocer los movimientos estudiantiles antifranquistas y la posterior transición, en la que se trenzan las experiencias vitales de uno de sus protagonistas con una descripción del contexto social y político del momento. Una aventura que vivieron en primera persona los jóvenes de una generación que no buscaban ni el éxito ni el poder, sino simplemente transformar la sociedad.
 
Francisco Alburquerque

Francisco Alburquerque (Córdoba, 1944) es un escritor y economista español. Hijo de padres republicanos represaliados después de la Guerra Civil Española, fue representante estudiantil y uno de los fundadores del
Sindicato Democrático de Estudiantes de la Universidad de Madrid (SDEUM). Una vez acabada la carrera, empezó a trabajar como profesor ayudante en la cátedra de Estructura e Instituciones Económicas de José Luis Sampedro, formó parte de la Coordinadora de Profesores No Numerarios (PNN) y trabajó en el Instituto de Promoción Industrial de Andalucía (IPIA).

También ha trabajado en la sede de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (CEPAL), en el CSIC, en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI), la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Unión Europea (UE), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de nuevo la CEPAL, además de colaborar con Agencias de Desarrollo Regional, en temas vinculados al desarrollo económico local y el desarrollo territorial sostenible y respetuoso con el medio ambiente.
 
Publicado por Antonio F. Rodríguez.

domingo, 20 de octubre de 2024

El conejo y el león - Augusto Monterroso

Augusto Monterroso (Tegucigalpa, 1921-2003)

El conejo y el león

Un célebre psicoanalista se encontró cierto día en medio de la selva, semiperdido.

Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no solo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.

Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al conejo; por otro, al león.

En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.

El león estremeció la selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del león, dio media vuelta y se alejó corriendo.

De regreso a la ciudad el célebre psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la selva, y el conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.

Augusto Monterroso

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

sábado, 19 de octubre de 2024

Sabina Chebichi, la Princesa de las Enaguas

La vida está llena de historias que superan la ficción, que parecen más fruto de la imaginación que realidad. Una de esas historias es la de Sabina Chebichi, una atleta keniana que ganó su primera carrera con 12 años, descalza y ataviada con unas viejas enaguas, porque no tenía equipación deportiva. Su hazaña saltó a los medios de comunicación, que la bautizaron como la Reina de las Enaguas, cosas del sensacionalismo.


Esta atleta, perteneciente a la etnia elgeyo, nació en 1959 en Trans-Nzoia, una zona montañosa al oeste de Kenia. Era alta, delgada, fibrosa y muy resistente: le gustaba correr y siempre encontraba tiempo para entrenarse. Sus profesores vieron que tenía cualidades y la inscribieron en una maratón para aficionados. Como era pobre y no tenía medios, corrió descalza y con unas viejas enaguas de color verde claro. Para sorpresa de todos, llegó la primera a la meta, por delante de todas las chicas y chicos que corrían. Después de su asombroso debut, la federación de atletismo de su país le proporcionó un equipamiento más adecuado y participó en los Juegos de la Conmowealth en Nueva Zelanda con 14 años. En esa ocasión fue bronce en los 800 m, con un impresionante tiempo de 2:02.61 con lo que se convirtió en la primera mujer en ganar una medalla para Kenia en una competición oficial. También fue quinta en 4X400 y octava en 1500 m, con una notable marca de 4:25.8.Su gran oportunidad eran los Juegos Olímpicos de Montreal 1976, pero su país, junto a la mayoría de naciones africanas, boicoteó esa competición al negarse el COI a sancionar a Nueva Zelanda por haber viajado y jugado al rugby en la Sudáfrica del apartheid. Poco después se quedó embarazada, se dedicó a su familia y su carrera quedó bruscamente interrumpida. Ahora tiene 65 años y todavía conserva las medallas que ganó.
 
Sabina Chebichi, en los 800 m de Christchurch (Nueva Zelanda)
 
Todavía hay quienes recuerdan a una niña de piernas largas y delgadas, en camisón, corriendo incontenible en solitario, inalcanzable, en cabeza y como una exhalación, como una visión onírica. La chica de los pies ligeros, la Princesa de las Enaguas.

Sabina Chebichi

Publicado por Antonio F. Rodríguez.

viernes, 18 de octubre de 2024

El horror de Dunwich - H. P. Lovecraft

Título: El horror de Dunwich                                                                                                  Autor: H. P. Lvecraft

Páginas: 93

Editorial: Alianza
 
Precio: 1,75 euros
 
Año de edición: 1995

El viajero que se adentra en el norte de Massachusetts haría bien en evitar la región que rodea a Dunwich. Es un paraje inhóspito de decadente putrefacción. Viejas granjas holandesas abandonadas exhiben sus muros derruidos. Los caminos son casi intransitables. Un extraño olor envuelve la comarca. Sus habitantes son rudos granjeros de aspecto desaseado. Sentados en los porches de sus ruinosas casas, ven pasar los escasos autos con una mirada fija, melancólica y preternatural. La naturaleza en Dunwich tampoco es tranquilizadora. Bosques impenetrables ascienden por las laderas de las montañas, cuyas cumbres son de roca desnuda y redondeada. Grandes monumentos ciclópeos de forma circular coronan esas siniestras montañas. Se rumorea acerca de sacrificios humanos a deidades maléficas e invisibles. Algunos habitantes de Dunwich presentan extraños estigmas de degeneración por la endogamia practicada durante generaciones. 

Cuando cae la noche se oscurece el cielo, ruge el río Miskatonic, las sombras descienden de los bosques amenazando las granjas aisladas, suenan enervantes ruidos en el interior de las montañas y los chotacabras, que algunos consideran psicopompos que se llevan las almas de los muertos, graznan sin parar. Todo invita a irse de la región y no volver nunca más por allí. 

El horror de Dunwich es uno de los relatos más célebres de H. P. Lovecraft.  Fue publicado por primera vez en 1929 en la revista Weird Tales. En él aparece de manera nítida el mensaje del maestro de Providence. La humanidad no está sola, sino mal acompañada, por ciertas deidades primigenias de increíble antigüedad que acechan más allá del tiempo y el espacio, desde una especie de limbo estelar indefinido que podría ser la eternidad. Estas deidades reciben el venerable nombre de Ancianos. Quieren volver, destruir nuestro mundo e inaugurar su reinado sobre una tierra transfigurada en un sentido infernal. Pero para regresar necesitan que algunos hombres o semihombres les abran las puertas de nuestro universo. A través de mitos antiguos, libros diabólicos y horribles sacrificios, los Ancianos se acercan con propósitos nada amables para nosotros, pobres mortales. Los terrores ancestrales siempre han advertido de su presencia malévola porque «los arquetipos están dentro de nosotros y son eternos». El hombre siente en sus pesadillas que la existencia está amenazada por los Ancianos. Lovecraft nos avisa con tiempo, que conste. 

En Dunwich vive una familia peculiar, por decirlo de una manera educada: los Whateley. Son degenerados y con muy mala fama entre los vecinos, que tampoco son precisamente de un trato delicado y exquisito. El viejo Whateley es entendido en asuntos de magia negra. En su granja mugrienta y pegada a la ladera de una montaña posee una gran biblioteca con manuscritos en varias lenguas humanas y no humanas. Lavinia, su hija, es una mujer grande, deforme y albina. En 1912 nace el hijo de Lavinia. Nadie sabe quién puede ser su padre. Casi es mejor así, ya que se cuentan en voz baja las historias más absurdas y truculentas acerca de su desconocido progenitor. 

El caso es que el joven Wilbur no es normal, incluso dentro de su clan familiar. Se desarrolla rápidamente. Su inteligencia es extraordinaria. Tiene una talla enorme y un aspecto singularmente repelente: cara alargada, sin mentón, de chivo. Lee infatigable en la biblioteca de su abuelo. Es temido por todos, que escapan como alma que lleva el diablo cuando lo ven aparecer gigantesco, maloliente y tambaleante. Wilbur Whateley es el fauno maléfico de Dunwich. Asusta su mera presencia. 

Wilbur planea algo tremendo en su granja. Quiere acceder al infame Necronomicón, escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, cuyo ejemplar se custodia en la biblioteca de la Universidad de Miskatonic en Arkham. En sus páginas se encuentran conjuros que podrían llevar al desastre a la humanidad porque abrirían camino a aquellos cuya vida nunca termina porque han vencido a la muerte y son eternos. Wilbur no lo tendrá fácil. En su camino se interpondrán los perros, que lo odian, y el sabio profesor Armitage, que desconfía del gigante pueblerino que siempre mira de soslayo. 

El horror de Dunwich es un cuento largo o una novela breve altamente disfrutable. Su estructura es perfecta: presentación del escenario; los personajes buenos y malos (si eso tiene algún sentido en el horror cósmico); y la batalla final entre este mundo y el otro. El estilo recargado, barroco y algo repetitivo de Lovecraft resulta en este caso acertado, sobre todo cuando describe con obsesivo detalle una comarca desolada y maldita. Los personajes son fascinantes y están muy bien trazados. El contraste entre las turbias supersticiones del campo y la erudición libresca de la biblioteca universitaria está trazado con mano maestra. A medio camino entre Dunwich y Arkham, entre la humanidad y lo no humano, se encuentra el personaje central, Wilbur Whateley, uno de las mejores criaturas de Lovecraft, quizá porque se inspiró en sí mismo para inventarla (un erudito alto, inquietante, aislado, inteligente, relacionado con cosas recónditas, que todo lo aprendió en la biblioteca del abuelo y con unos grandes ojos oscuros, latinos, que ven en lo profundo). Una joya de cuento y una oportunidad para pasar un buen rato.

H. P. Lovecraft, a los 44 años

Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) fue un gran escritor norteamericano nacido en Providence (Rhode Island). Descendía de una vieja familia venida a menos de la burguesía puritana de Nueva Inglaterra. Su infancia y juventud fueron muy tristes, ya que vivía aislado, dedicándose a leer, escribir y estudiar mitología y astronomía. Siempre rechazó el mundo moderno desde una singular ideología elitista y racista. Para Lovecraft, el ideal eran los caballeros enciclopedistas del siglo XVIII que escribían por placer, se carteaban con sus amigos y detestaban las supersticiones de la plebe. Nunca se metió en política (menos mal: gracias Cthulhu). Su matrimonio fracasó. Siempre fue ateo. 

Este genial escritor, el más relevante de la literatura fantástica del siglo XX, tuvo que ganarse la vida pobremente como corrector de estilo y autor de cuentos para las revistas sensacionalistas. Pero fue capaz de crear una extraordinaria mitología en donde el hombre es una criatura amenazada permanentemente por deidades cósmicas que existen más allá de nuestro plano tridimensional. Sus cuentos y relatos largos son magistrales, de gran fuerza narrativa, imaginación portentosa y carácter casi hipnótico. Lovecraft, pese a su fama de raro, tuvo muchos amigos, que le adoraban, ya que era un hombre bueno y generoso a carta cabal. Falleció prematuramente de un cáncer intestinal, pero su obra es inmortal y su figura, legendaria. Se lo merece. 

Publicado por Alberto.