Sir Thomas Bodley, retrato de Nicholas Hillard (1598) |
Sir Thomas Bodley (1545-1613) fue un personaje peculiar, responsable en gran medida de la atmósfera que reina hoy en día en nuestras bibliotecas. Fundador de la biblioteca Bodleiana de Oxford, él fue quien impuso el silencio monacal que reina en las bibliotecas, frente a la alegre algarabía de las bibliotecas renacentistas, creó puestos de lectura individuales, hizo pasar frío a los lectores —algunos empollones murieron de pulmonía—, al prohibir todo tipo de fuego por temor a un incendio, dejo de prestar libros porque luego no los devolvían, y vetó durante años las obras de Shakespeare porque consideraba al inglés un idioma vulgar, prefería las lenguas clásicas, el español y el japonés. Gracias a esa política convirtió su biblioteca en multilingüe. Allí se podía encontrar «El Quijote», pero no «Hamlet».
Nació en Exeter, en el penúltimo año de reinado de Enrique VIII. Hijo de un acaudalado comerciante, dispuso de medios y desde muy joven mostró afición por las letras. Comenzó a dar conferencias en la Universidad de Oxford y fue el primer profesor de griego de esa universidad. Viajó con una beca por Europa y aprendió francés, italiano y español, que añadió a los idiomas que ya dominaba: inglés, alemán, latín, griego y hebreo. Fue miembro de la Cámara de los Comunes y embajador. El cuadro de más arriba muestra su imagen a los 54 años, un año antes de retirarse de la política. Al año siguiente le encargaron recomponer la biblioteca de la universidad que, después de la purga de libros de la reforma anglicana, había quedado muy mermada.
Allí desarrolló una labor impresionante, consiguió numerosas donaciones y finalmente, que le enviasen un ejemplar de cualquier libro publicado en Inglaterra. Hoy en día, la Biblioteca Bodleiana atesora 13 millones de documentos y solo es superada en el país por Biblioteca Británica (170 millones).
Thomas Bradley fue nombrado caballero en 1607, a los 62 años. Falleció a los 67 y está enterrado en la capilla del Merton College.
Ésta y otras historias están recopiladas en «Bibliotecas. Una historia frágil» del británico Andrew Pettegree y el neerlandés Arthur Der Weduwen, publicado este año por Capitán Swing.
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