Título: Los galgos, los galgos Autora: Sara Gallardo
Páginas: 504 pág.
Editorial: Malas Tierras
Precio: 26 euros
Año de edición: 2022
Esta novela ha sido para mí un verdadero descubrimiento. Pocas veces se encuentra uno con un texto con una factura tan exquisita, una obra que sabe a clásico por los cuatro costados y, aunque se publicó originalmente en 1968, tiene toda la frescura y el atractivo de un libro recién escrito. Por algo es un título de culto.
Pero empecemos por el principio. Julián, un joven abogado de buena familia, al que le sobra el dinero, un poco zángano, que nunca ha sabido hacer nada, salvo no hacer nada, hereda de su padre una vieja hacienda abandonada de 500 hectáreas. Junto con su esposa Lisa, pintora, con la que disfruta de la efervescencia de los primeros año del amor, decide rehabilitarla e instalarse en ella. Tendrá que desplazarse a Buenos Aires todas las semanas, pero durante el sábado y el domingo se convertirá en un flamante señor de campo. Ese es el planteamiento de partida de esta rotunda novela, densa y ligera al mismo tiempo.
El estilo es fluido, dúctil y maravilloso, como miel que se derrama, incontenible y placentera. El lenguaje está sembrado de argentinismos, coloridos y expresivos, que dotan al texto de un gracejo especial. El texto tiene ritmo, elegancia y mucha soltura. Casi sin que nos demos cuenta, se narra una historia, aparentemente sencilla y casi tópica, pero la psicología de los personajes arrastra profundidades abisales. El lector avispado notará que ay mucha más enjundia de lo que parece a primera vista.
¿Y el motivo del título? Pues es que los galgos juegan un papel importante en la historia, son los secundarios que la acompañan en los mejores momentos. El bueno de Corsario, un galgo gris, sobrio, sobre todo Chispa, una galga dorada, muy rápida, que simboliza la felicidad saboreada y luego perdida, y el galgo de metal que encarga la pareja para la veleta de su casa.
Abundan las frases, los giros certeros e inolvidables: «... un hombre de una roña y una bondad sobrenaturales...», «Remendar trajes viejos es labor de interés comparable por lo menos a la Arqueología»,«En el día recién nacido tenía la impresión de que las cosas me estaban dedicadas», «Ya se sabe que los buenos y los humildes no tienen historia»,«... donde había una clínica famosa por sus errores», «... dormía, soñando probablemente con los gerundios», «¿Por qué no soportamos que se nos interrumpa en pleno ejercicio del , llamémoslo, ocio creador?», «El diablo se lleve sobre todo a Orlandi. Desde que ha llegado no ha dejado de trabajar. Mala puñalada le den», «¿Ignora que solemos tener la costumbre de perder lo que es único?», «¿Hay de verdad alguien que piense que la justicia se puede enseñar?», «De Alphonse pensé mucho tiempo que era un canario. Después supe que era su marido», «Hablan tan fuerte y molestan tanto como una excursión de argentinos», «Las lágrimas son privilegio de felices», «¿Quién ha visto a un insecto triste?», «Miro también la curva de un cable que cuelga entre dos casas. La belleza de esa curva me calma», «La vida sin desdicha es incompleta». Y el aforismo que se repite y puntea la narración de vez en cuando: «No hay que confundir dulzura con tristeza».
La galería de personajes, descritos en una pincelada, resulta también brillante: Flores, el criado para todo, sensible y sucio hasta lo inimaginable; el cuñado poeta, apodado Entuérfano por ser híbrido entre enterrador y huérfano; la suegra insolente, la Presidenta; los dos tipos de estanciero, el anglosajón y el criollo, y muy especialmente, el protagonista, Julián. Un tipo vago, arrogante, colérico, engreído, narcisista y hasta maltratador. Un hombre que lo tiene todo en la vida, medios, una encantadora esposa, una finca, y todo lo desbarata por su mal carácter. Porque esta es la historia, entre otras cosas, de un hombre que conoce la felicidad y la pierde irremediablemente. Caso curioso, el narrador me cae francamente mal, pero la lectura me resulta enormemente placentera.
Porque, además del hilo narrativo principal, brillante y poderoso, hay pasajes memorables, que sorprenden por su habilidad. Una magistral descripción de una comida en casa de la embajadora, un velatorio de varias horas sintetizado con todo detalle en una página, una simulación de la dispersión de ideas, recuerdos y pensamientos surrealistas que precede al sueño... y una fina ironía que recorre todo el texto.
En fin, que me parece que estamos ante una gran novela, de lo mejor que voy a leer este año, todo un descubrimiento. Una novela de perros, campo y una historia de amor que conoce el cielo de la dicha y el infierno de la nostalgia permanente. Una crítica inteligente de muchos tópicos argentinos y de cierto tipo de porteños. Un libro formidable que hay que recomendar a todo el mundo. Como suele decirse, lo leí deseando acabarlo y luego, me dio pena haberlo terminado. Excelente.
Sara Gallardo (Buenos Aires, 1931-1988) fue una periodista y escritora argentina. Su nombre completo era Sara Gallardo Drago Mitre. Nacida en una familia culta de clase alta, era hija del historiador Guillermo Gallardo, nieta del científico Ángel Gallardo, bisnieta del escritor Miguel Cané y tataranieta del presidente Bartolomé Mitre.
La biblioteca de su casa le abrió las puertas del mundo de la literatura; además viajó por América, Europa y el cercano Oriente. Colaboró en varios medios, como el diario La Nación. Muy afectada por la muerte de su segundo esposo en 1974, se instaló en La Cumbre, provincia de Córdoba,, en una casa que le cedió el también escritor Manuel Múgica Laínez. En 1979 recorrió España, Suiza e Italia. Poco después de su regreso, enfermó de asma y falleció a los 57 años.
Nos dejó seis novelas, un volumen de relatos, libros infantiles y una recopìlación de sus artículos.
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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