viernes, 24 de mayo de 2024

La revolución española vista por una republicana - Clara Campoamor

Título: La revolución española vista por una republicana                                                   Autora: Clara Campoamor

Páginas: 344 pág.

Editorial: Renacimiento

Precio: 17,90 euros 

Año de edición: 2018

Clara Campoamor es hoy un símbolo del feminismo español. Diputada en las Cortes Constituyentes de la Segunda República, su participación fue esencial para la aprobación del sufragio femenino y del divorcio, frente a bastantes voces de la izquierda y de su propio partido, el Radical, que no querían que las mujeres votaran, con el argumento (¿?) de que estarían controladas por los curas. Por supuesto, las derechas votaron favorablemente la concesión del voto a la mujer, junto con Clara Campoamor, que no era de derechas, pero sí republicana, liberal y demócrata. Ella misma explicó esta circunstancia en su libro: «El voto femenino y yo», publicado en 1936. En definitiva, estamos ante una mujer independiente, moderna y cuyo espíritu se adelantó a su tiempo. En una época de luchas feroces y sin matices, Clara Campoamor se quedó literalmente en tierra de nadie: para las derechas era una roja; para los rojos, una derechista. Moriría en el exilio. 

«La revolución española vista por una republicana» (1937) es una de sus libros menos conocidos. Se publicó en enero de 1937, en París y en francés (la traducción fue obra de una amiga, Antoinette Quinche). Es uno de los testimonios más tempranos escritos sobre la Guerra Civil. Transmite la inmediatez de lo visto y vivido con gran frescura, pero no es un libro precisamente perfecto o literariamente ejemplar. Son más bien unas notas escritas apresuradamente, o dictadas, que merecerían haber sido el guion de un trabajo más ordenado y ecuánime. Pese a todo, es del máximo interés, si pensamos que la guerra acababa de empezar, y era imposible tener una perspectiva exacta de lo que verdaderamente sucedía. 

Clara Campoamor pertenecía a la llamada «tercera España», barrida del mapa, incluso físicamente, por la violencia fratricida desencadenada por revolucionarios y contrarrevolucionarios. Ella intenta entender el porqué de la guerra, reparte culpas, se muestra radicalmente contraria a la revolución en la zona republicana (como corresponde a una liberal), pero sin aceptar de ninguna manera a la España sublevada. Hay que resaltar en su favor que nunca se creyó la propaganda dominante en el bando que le tocó en suerte.  

Estaba ya fuera de la política activa cuando le pilló en Madrid la sublevación militar, la Guerra Civil y la revolución. Condena duramente las violencias de la primavera de 1936. A partir de julio la violencia se multiplica. Cree que los republicanos liberales como Azaña no tienen nada que hacer ante la revolución proletaria desatada en la retaguardia republicana. Según ella, se va hacia la dictadura del proletariado. Su tesis, que anuncia «El gran camuflaje» del historiador Burnett Bolloten, es que la fachada democrática de la España republicana no se correspondía con su aplastante realidad revolucionaria. 

Detesta a los anarquistas. Considera extraviados a los socialistas. Y cree que los comunistas son unas simples marionetas moscovitas. El gran error de los republicanos fue su división y quedar prisioneros a derecha e izquierda por fuerzas más poderosas que ellos y nada respetuosas con la democracia, la de verdad, la de los votos. 

Con razón, señala que no se puede hablar sin más de democracia contra fascismo, porque en la zona franquista no todos son fascistas, y en la republicana los revolucionarios, amos de la situación, no quieren ni oír hablar de democracia «burguesa». La libertad liberal, la del respeto a la ley y sus reglas del juego, ha muerto en ambas zonas de la España en llamas: «Desde el principio de la lucha, los republicanos ya no contaban». Bien: todo esto puede discutirse, pero indudablemente tiene su coherencia, y Clara Campoamor no se recata en expresarlo sin ambages. Es lo que ella presenció en los primeros meses de contienda en la España republicana. Como todo testimonio, es discutible, parcial, subjetivo y matizable.  

Seguramente sus juicios, a menudo injustos e imprecisos, se vieron influidos por el terror que vivió Madrid en el verano/otoño de 1936. Clara Campoamor recuerda indignada las matanzas, los crímenes, los paseos al amanecer. Contempla una burguesía aterrorizada intentando camuflarse bajo disfraces obreros para evitar el balazo. Se queda estupefacta viendo cómo las masas se enseñorean de las calles (un eco conservador estilo «La rebelión de lasmasas» orteguiana recorre algunas páginas poco afortunadas, con alusiones a la chusma etc.). Cree acertadamente que de nada vale el heroísmo revolucionario cuando falta la disciplina y se carece de medios técnicos. Horrorizada por el espectáculo, Clara abandonó Madrid en octubre de 1936 y España, en noviembre de ese mismo año. Se refugió en Suiza

Con lucidez, pronostica que la victoria de los rebeldes supondrá la implantación en España de una dictadura militar, y que será difícil salir de ella. Y advierte: «La victoria total, completa, aplastante de un bando sobre otro, cargará al vencedor con la responsabilidad de todos los errores cometidos y proporcionará al vencido la base de su futura propaganda tanto dentro como fuera de nuestras fronteras». Creo que observaciones de este calibre son la mejor invitación para leer sin prejuicios «La revolución española vista por una republicana». Recomendable. 

Clara Campoamor

Clara Campoamor (1888-1972) fue una abogada, escritora y política española, pionera en su país de los derechos de la mujer. Nació en Madrid, en una familia humilde. Desde niña trabajó como modista, dependienta comercial y telefonista. En 1909 ganó unas oposiciones de auxiliares femeninas de telégrafos. En 1914 ganó otra oposición, con el número uno, como profesora de taquigrafía y mecanografía. Fue traductora de Théophile Gautier. También ingresó en el Ateneo madrileño

En 1920 empezó a publicar sus primeros artículos. Frecuenta los ambientes feministas madrileños, relacionándose con Eva Nelken, Carmen de Burgos y María de la O Lejárraga. Se licenció en derecho en 1924. Sería una abogada reconocida. Se metió en política. Primero con Azaña, luego pasaría al Partido Radical de Alejandro Lerroux. En 1931 se convirtió en diputada por Madrid en las Cortes Constituyentes republicanas. Las mujeres podían ser elegidas, pero no votar. Contra esta injusticia se rebeló Clara Campoamor. En octubre de 1931 se aprobó el sufragio femenino. En 1932, la Ley de Divorcio. Clara se salió, por fortuna, con la suya. 

En 1934 Lerroux la nombró Directora General de Beneficencia, en donde llevó a cabo una política humana, como conceder pensiones a los vagabundos ciegos. Clara abandonó el Partido Radical, harta de su subordinación a la derechona de Gil Robles. Intentó unirse a Izquierda Republicana, el partido de Azaña, pero fue vetada por el jefe, que la consideraba una «pedante». En 1936 salió de España, ya declarada la Guerra Civil. Durante el viaje en barco hacia Italia, camino del destierro, cinco falangistas planearon arrojarla por la borda junto con su madre octogenaria y una sobrina. Se estableció en Lausana. Vivió humildemente como traductora y abogada. Se quedó ciega. Falleció en Suiza en 1972. Su cuerpo fue cremado y sus cenizas trasladadas clandestinamente a España e inhumadas en el cementerio donostiarra de Polloe

Publicado por Alberto.

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