Título: Bitna, bajo el cielo de Seú
Autor: J. M. G. Le Clézio
Páginas: 192
Editorial: Lumen
Precio: 18,90 euros
Año de edición: 2019
La magia de la sencillez. El arte de contar. La importancia de lo que no se dice, pero se sugiere. Lectura con varias capas. Sensación final de haber recibido mucho más de lo que hemos leído.
Editorial: Lumen
Precio: 18,90 euros
Año de edición: 2019
La magia de la sencillez. El arte de contar. La importancia de lo que no se dice, pero se sugiere. Lectura con varias capas. Sensación final de haber recibido mucho más de lo que hemos leído.
Y es que, a pesar de quienes
critican enardecidamente los premios y, cómo no, de entre ellos el más
emblemático -el Nobel-, «algo
tiene el agua cuando la bendicen».
El autor de esta novela, «bendecido» hace 11 años con el máximo galardón, nos ofrece una narración
que se lee con mucha facilidad, que parece una historia sin complicaciones. Sin
embargo, no es sencilla y mucho menos simple ni en su concepción ni en su
estructura. Podríamos compararla con un concierto en el que asistimos a la
bella ejecución de una estupenda sinfonía en la que la unidad no empasta los
diversos instrumentos que componen la orquesta, sino que podemos distinguirlos
en su individualidad mientras disfrutamos de la fantástica armonía del
conjunto.
Es una novela en la que el autor,
gran amante de los cuentos -dice que los cuentos nos humanizan- los utiliza
como el medio para que su protagonista, una joven apasionada por la literatura
cuyo nombre es Bitna -estrella-, lleve luz y haga más llevadera la enfermedad terminal
que padece una mujer cuyo único vínculo con el mundo es la enfermera que le
cuida.
La estructura
de la narración es tal que todos los elementos acaban encajando a la perfección
y los cuentos se entrelazan y se ligan con la vida real de las protagonistas de
manera sutil, a través de símbolos sugerentes de significados que llegan a formar
parte de sus realidades. La magia se produce por la manera en la que el autor
introduce elementos fantasiosos, espíritus, mitos y creencias. Son imágenes tan
hermosas, poderosas y que convienen tanto a las situaciones, las explican de
forma tan poética, que no osaríamos dudar de su verdad. Y de esa manera
fantástica, imaginativa, nos plantea un tema de gran calado: ¿qué es la verdad?,
¿cabe la mentira en la verdad?, ¿se puede decir la verdad y mentir?
El autor, en apenas doscientas
páginas, ha introducido una gran cantidad de temas que le ocupan y le preocupan,
que aparecen a lo largo de su prolífica obra, sea o no de ficción, como: la
pobreza; la soledad en las grandes ciudades y la necesidad vital de lazos
afectivos; la emigración y sus consecuencias; la aparición de sentimientos contradictorios,
incluyendo la crueldad, en una relación de amor; la compasión; los niños -las
niñas- abandonadas; las niñas y mujeres inocentes abusadas, extorsionadas,
utilizadas; las difíciles relaciones de los seres humanos con la escasa naturaleza
-especialmente en las ciudades- que nos rodea; el miedo; el suicidio; los
problemas de los jóvenes por no tener perspectivas laborales; la libertad, y… ¡la
literatura -la palabra escrita y hablada- como necesaria para vivir, para
sobrevivir, para resistir, para conocer, para progresar, para disfrutar, para
sentir y sentirse parte del mundo!
No se puede pedir más ni mejor
contado.
J. M. G. Le Clézio
Jean-Marie Gustav Le Clézio nació
en Niza en 1940. Es una persona con una vida interesantísima. Él mismo se
define como nómada. Lo es por orígenes -un antepasado fue un aventurero que
recaló en Isla Mauricio- y de hecho él tiene doble nacionalidad, francesa y mauriciana;
por matrimonio, ya que su mujer es del Sahara occidental, y por convencimiento.
Ha vivido en Francia, África, Perú con los Emberá -una tribu cuyo objetivo es
proteger a la madre naturaleza- durante 3 años que dice le cambiaron
profundamente; 20 años en México, en Estados Unidos, China, Corea del Sur…
Sus primeros 8 años los pasó
junto con su hermano, en Niza, rodeado de mujeres que tuvieron gran importancia
en su vida: su madre, a quien se puede encontrar en la protagonista de su libro
«La música del hambre», y su abuela materna, de la que
dice le enseñó a amar los cuentos por haber sido una gran contadora de
historias que inventaba para entretenerles en las tediosas horas que tenían que
pasar en los sótanos de la casa para evitar los bombardeos.
Conoció a su padre -que
no había podido quedarse en Francia por ser inglés- cuando pudieron viajar a
África, en donde era cirujano militar. Según cuenta, de él aprendió a controlar
la expresión de los sentimientos y, de hecho, es fácilmente detectable en las
entrevistas. En una de ellas le preguntaron si nunca perdía la calma y contestó
que se mostraba tranquilo porque en su interior albergaba mucha cólera. Cólera
y rebeldía que ha mostrado en muchas ocasiones para denunciar situaciones
injustas. Y lo hace utilizando lo que mejor sabe hacer: la escritura. Es una
persona muy comprometida.
Como muestra, la expulsión de
Tailandia que sufrió, ya de joven, por protestar contra el maltrato a las
mujeres. Su compromiso también está presente en los temas que trata en su
amplia obra literaria. Es un hombre con una gran cultura y sin embargo, de una
gran humildad. La sensación que transmite escuchándole es de coherencia,
compromiso, pero sobre todas las cosas, se percibe el gran humanista que es.
Por desgracia se prodiga poco, pero merece la pena entrar en la red en donde
hay conferencias y charlas suyas.
Y si es interesante que le
escuchemos todos, debería ser obligatorio en estos momentos para muchos de los
políticos a los que oímos unas proclamas indignantes en las que, entre otras
barbaridades, dicen que unas personas tienen más valor que otras, que hay que
defenderse de quienes amenazan la riqueza de sus países... en fin, mensajes que nos resuenan a
los prolegómenos de las más grandes indignidades que los hombres han cometido
apenas hace un siglo y de los que parecía que tanto sufrimiento como acarrearon
nos había hecho, al menos, aprender la lección.
Interesante persona, importante
escritor. Leamos a Le Clézio, oigámosle.
Publicado por Paloma Martínez.
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