Título: La corte de los milagros
Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Autor: Ramón María del Valle-Inclán
Páginas: 360
Editorial: Espasa
Precio: 10,90 euros
Año de edición: 1999
La corte de los milagros era un zona del parís medieval, descrita en Nuestra Señora de París (1831) de Víctor Hugo, llena de mendigos, ladrones, prostitutas y pícaros. Estaba situada donde hoy en día se encuentra el mercado de Les Halles. Se llamaba así porque durante el día, sus habitantes pedían limosna fingiendose ciegos, tullidos o discapacitados, y al caer la noche, recuperaban milagrosamente todas sus facultades.
Valle-Inclán emplea ese título para aludir irónicamente a la corte de la reina española Isabel II, que ocupó el trono desde 1838 a 1866, famosa por sus vicios y excentricidades. El tema de esta novela publicada en 1927 es describir esa corte real con sus intrigas, sus preocupaciones y sus peculiares personajes: los pollastres, los robacapas, el marqués de Bradomín, Narváez, el barón de Bonifaz (el último capricho de la reina), Gonzalón de Torre-Mellada, Adolfito, Prim... un elenco peculiar que no escapa a la visión crítica de Don Ramón en esta primera entrega de la trilogía titulada El ruedo ibérico.
El tono es irónico y el autor inaugura en esta obra un género nuevo y original, el esperpento, basado en deformar la realidad mediante la caricatura, destacando sus rasgos más absurdos y grotescos. Lo malo es que uno tiene la impresión de que el resultado retrata la realidad demadiado a menudo más fielmente que el llamado realismo.
El propio autor esplica el nuevo género con una analogía. Lo compara con unos espejos deformantes, cóncavos y convexos, que se encontraban entonces en la madrileña Calle de Álvarez Gato, cerca de la Plaza de Santa Ana, para diversión de los transeúntes. Así, la deformación de la realidad resultaba divertida, pero podía convertirse en algo más: en un espejo social, en una crítica, en una deformación exagerada que al magnificar algunos aspectos puede revelarnos detalles que normalmente preferimos no ver y devolvernos una imagen más completa y ajustada de lo que parece.
Por otro lado, este extraordinario gallego es todo un renovador del lenguaje, que en sus manos se vuelve más expresivo. Mezcla terminos coloquiales, cuya vulgaridad dignifica, galicismos y algo de caló, por lo que a veces cuesta un poco entenderle («¡La geveta por los cálcanos!»). Sin embargo el resultado es de una expresividad, de una originalidad y fuerza muy considerables. Como ejemplo, así es como describe a un personaje:
«El coronel Sagastizábal, alto, flaco, enfermo de calenturas, del hígado, de los remos, maniático, polemista, republicano, hereje, masón y poeta, volvía de las calientes islas antillanas.»
Un juego que sólo se puede practicar con éxito si se domina el lenguaje, y se posee inteligencia y un gran sentido artístico. Una obra maestra, muy moderna, sorprendente, que no se parece a nada conocido, irónica y sarcástica, un poco difícil de leer, pero que ofrece a cambio literatura de muchos quilates. Creo que Valle-Inclán es nuestro gran genio ignorado y desconocido.
Ramón María del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa, Pontevedra, 1866-1936), gran dramaturgo, poeta y novelista español, es una de las figuras clave del modernismo en nuestro país, se encudra en la llamada generación del 98 y es uno de los escritores españoles más geniales del siglo XX.
Hijo de un marinero y escritor de una familia de hidalgos venidos a menos, Valle-Inclán disfrutó de pequeño de la excelente biblioteca de su padre. Empezó a estudiar Derecho en Santiago de Compostela sin muchas ganas. Una visita de José Zorrilla a la Universidad le ayudó a descubrir su vocación literaria, abandonó los estudios y se trasladó a Madrid, donde llevó una vida bastante bohemia y atrabiliaria.
Se hizo famoso en las tertulias por su ingenio y su afilada lengua, pasó hambre, trabajó como actor, viajó a México y a Cuba, hecho un dandy de melena, larga barba e indumentaria algo estrafalaria. Son famosas sus discusiones con Pío Baroja y Unamuno. En una bronca de bar, un periodista le hirió en un brazo, la herida se gangrenó y se quedó manco a los 33 años.
Comenzó a ganarse la vida como traductor a la vez que escribía sus mejores novelas y se convertía en autor teatral de éxito. Fué pofesor de Estética en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Presidente del Ateneo de Madrid y Director de la Escuela de Bellas Artes de Roma. Manco y todo, se caso y tuvo seis hijos.
Hijo de un marinero y escritor de una familia de hidalgos venidos a menos, Valle-Inclán disfrutó de pequeño de la excelente biblioteca de su padre. Empezó a estudiar Derecho en Santiago de Compostela sin muchas ganas. Una visita de José Zorrilla a la Universidad le ayudó a descubrir su vocación literaria, abandonó los estudios y se trasladó a Madrid, donde llevó una vida bastante bohemia y atrabiliaria.
Se hizo famoso en las tertulias por su ingenio y su afilada lengua, pasó hambre, trabajó como actor, viajó a México y a Cuba, hecho un dandy de melena, larga barba e indumentaria algo estrafalaria. Son famosas sus discusiones con Pío Baroja y Unamuno. En una bronca de bar, un periodista le hirió en un brazo, la herida se gangrenó y se quedó manco a los 33 años.
Comenzó a ganarse la vida como traductor a la vez que escribía sus mejores novelas y se convertía en autor teatral de éxito. Fué pofesor de Estética en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, Presidente del Ateneo de Madrid y Director de la Escuela de Bellas Artes de Roma. Manco y todo, se caso y tuvo seis hijos.
Ramón María del Valle-Inclán
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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