Título: A la sombra de las muchachas en flor
Autor: Marcel Proust
Páginas: 644
Editorial: Alianza
Precio: 21 euros
Año de edición: 1998
Hace más de tres años que leí y disfruté «Por el camino de Swan», despues de varios intentos fallidos a lo largo de mi vida (no era el momento), y ya iba siendo hora de empezar el segundo tomo de «En busca del tiempo perdido». He aprovechado que tenía en casa esta estupenda traducción de Pedro Salinas (creo que una de las mejores versiones disponibles en español), me he armado de valor y me he sumergido de nuevo en el universo proustiano.
Ha sido toda una experiencia. Me ha costado un poco de trabajo, seis días de lectura intensa y concentrada, pero con Proust, el esfuerzo siempre vale la pena. Frases largas, perfectas, de media página o más, armoniosas y equilibradas, musicales y evocadoras, que se demoran en los detalles, llenas de sensibilidad y emociones... un estilo indonfundible e inimitable, en el que se encuentran pasajes deslumbrantes como gemas preciosas y reflexiones que obligan a detenerse un momento y pensar. Una maravilla.
Ya dijimos que el exhaustivo trabajo de memoria y reflexión del autor evoca inevitablemente los recuerdos de niñez y juventud del que lee, de manera que el texto se convierte en una especie de madalena de Proust, que hace emerger recuerdos y sensaciones olvidadas en las profundidades de nuestra memoria. Este hombre, homosexual, afectado, esnob, nada convencional y aparentemente poco preparado para la vida, me parece un verdadero mago.
Esta segunda entrega, se divide en dos partes, escritas con ese estilo tan peculiar, casi obsesivamente empeñado en describir todos los matices y detalles de lo que cuenta. En la primera, el joven protagonista visita la casa de Swan y su mujer Odette, conoce a un gran escritor y continua cortejando a la hija, Gilberte, y aprende el juego de dosificar cierta indeferencia y al final se ve atrapado en él.
En la segunda parte, Marcel acompaña a sus padres a tomar los baños de mar al Grand Hotel de Balbec, que en realidad es Cabourg (Baja Normandía). Allí se describe una galería de personajes inolvidables: el Rey de Oceanía, la actriz famosa y su millonario, la Princesa de Luxemburgo... y una mañana nuestro adolescente ve un grupo de muchachas,corriendo en el paseo y se enamora de una de ellas, Albertina, ¿o se enamora de la alegría y las risas del grupo de chicas? Un libro delicioso lleno de reflexiones y pensamientos exquisitamente delicados.
En la segunda parte, Marcel acompaña a sus padres a tomar los baños de mar al Grand Hotel de Balbec, que en realidad es Cabourg (Baja Normandía). Allí se describe una galería de personajes inolvidables: el Rey de Oceanía, la actriz famosa y su millonario, la Princesa de Luxemburgo... y una mañana nuestro adolescente ve un grupo de muchachas,corriendo en el paseo y se enamora de una de ellas, Albertina, ¿o se enamora de la alegría y las risas del grupo de chicas? Un libro delicioso lleno de reflexiones y pensamientos exquisitamente delicados.
Seguramente habréis oído hablar del patinazo enorme de André Gide. lector de la editorial Gallimard que no entendió y rechazó Por el camino de Swann. Marcel Proust se pagó de su bolsillo la edición de esta segunda entrega, aparecida en 1919, ganó con ella el Premio Goncourt y el reconocimiento de Gide, que se arrepintió durante toda su vida de su tremendo error.
Una novela que se sale de todos los canones, que exige cierto esfuerzo, pero ofrece a cambio verdaderos tesoros literarios. No es un libro para principiantes, me parece que hay que haber leído mucho, varios cientos de libros, antes de llegar a Proust. No es exagerado decir que es una de las obras cumbres de la literatura y, desde luego sería uno de los libros que me llevaría a una isla desierta. Un día de estos tengo que escribir una entrada sobre ese tema. Pero mientras tanto, leed, leed a Proust, probadlo porque en el momento en el que conectéis, vais a disfrutar mucho.
El Gran Hotel de Cabourg (Baja Normandía), Balbec en la obra de Proust
Marcel Proust (París, 1871-1922), hijo de un famoso médico, nació débil y enfermo. Padeció asma desde los nueve años y siempre tuvo una salud delicada. Sobreprotegido por sumadre, hipersensible, apasionado, hipocondríaco, dotado de una sensibilidad extrema y refinado hasta el extremo, su vida no fué nada convencional.
¿Qué pensaríamos de un chico que a los 34 años sigue viviendo con su madre, no trabaja y emplea su tiempo escribiendo poesías decadentes y haciendo vida social? En esa situación se encontraba Marcel cuando murió su querida madre, lo que le afectó profundamente. Se encerró en su casa en el Bulevar Haussmann durante quince años para escribir su obra maestra en siete tomos: «En busca del tiempo perdido».
Forró las paredes de corcho para aislarse del mundo exterior, casi no comía y escribía toda la noche atiborrándose de café. Así estuvo escribiendo desde 1907 hasta el año de su muerte, corrigiendo compulsivamente páginas y páginas.
Murió a los 50 años, cuidado por su fiel criada Céleste, víctima de una neumonía.
Forró las paredes de corcho para aislarse del mundo exterior, casi no comía y escribía toda la noche atiborrándose de café. Así estuvo escribiendo desde 1907 hasta el año de su muerte, corrigiendo compulsivamente páginas y páginas.
Murió a los 50 años, cuidado por su fiel criada Céleste, víctima de una neumonía.
Marcel Proust a los 20 años
Publicado por Antonio F. Rodríguez.
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